La Junta cambia las ventanas del colegio San Isidoro de León sólo para que estén calientes sus funcionarios de Educación

Sólo las persianas y ventanas del piso superior, donde no se imparte clase, han sido arregladas y sustituidas.

C.J. Domínguez

La estampa es muy elocuente: uno de los colegios públicos de León capital más gélidos, por su ubicación y por su antigüedad, el San Isidoro de León, en la carretera de Asturias, presenta una evidente mejora en sus cerramientos sólo en la planta superior del edificio. Y es allí, en esa última planta, donde exclusivamente trabajan no docentes del centro ni hay aulas de los alumnos, casi todos de minorías étnicas, sino que lo hacen funcionarios de la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León.

La Dirección Provincial de Educación en León, dependiente de la Junta, adoptó a finales del pasado curso una decisión que tiene boquiabiertas a las familias de este veterano centro escolar, un lugar donde se han dado en los últimos años graves deficiencias de calefacción y aislamiento, entre otras problemas con la caldera y con el estado de las ventanas, que son de hierro, las mismas que cuando se construyó este edificio hace más de 40 años.

Aprovechando el bajo ratio de alumnos del colegio, que se cifran en 65 alumnos, hace tiempo que se ha venido aprovechando el espacio en principio sobrante para albergar a algunos trabajadores públicos de la propia Consejería de Educación en León.

En concreto, en la segunda y última planta están instalados varios funcionarios que forman los Equipos de Orientación Educativa. Así, desde entonces, el Centro de Educación Infantil y Primaria (Ceip) San Isidoro pasó a convertirse en algo más que un colegio.

Pero lo que ha sorprendido a las familias es que para satisfacer a los nuevos trabajadores se acometieron una serie de obras para poner freno al gélido ambiente que sufre, desde siempre, un edificio muy expuesto al frío del norte de la ciudad, situado de cara a la Cordillera Cantábrica y sin ninguna edificación alrededor que lo arrope.

Según ha podido confirmar ILEÓN, la inversión se elevó a casi 26.000 euros (25.831,24, en concreto) en los últimos meses del pasado curso. Fueron tres los contratos: el primero de algo más de 1.000 euros a la empresa Clece para acometer la limpieza del último piso del colegio el pasado mes de marzo; otro, de 400 euros, para la coordinación de seguridad y salud de la obra de sustitución de las ventanas; y el más cuantioso, de 24.380 euros, para esa obra de sustitución de las ventanas, que se adjudicó en mayo para una obra que finalmente se ejecutó en verano.

Sorpresa tras el verano

A la vuelta de las vacaciones, alumnos, profesores y familias comprobaron que, efectivamente, tan sólo se había adecentado y aislado correctamente la única parte en la que no hay aulas ni se imparte clase, sólo permanecen los trabajadores de los equipos de orientación. El resto del edificio permanece con su lamentable cerramiento, viejas ventanas de hierro que dejan pasar el frío y persianas en muchos casos agujereadas.

A esta situación hay que añadir el frío que ya de por sí se está pasando en este invierno, de bajísimas temperaturas, en las que el protocolo covid obliga a mantener la práctica totalidad de la jornada laboral de mañana las ventanas abiertas para ventilar e impedir la acumulación de niveles altos de CO2. Mientras esto ocurre en las plantas baja y primera, donde se imparten las clases, arriba un número concreto de privilegiados trabajadores públicos permanecen a una temperatura muy superior.

Hay que recordar que el colegio San Isidoro sigue siendo tratado por la Junta de Castilla y León como uno de los conocidos como 'centro gueto', en el que Educación aprovecha a agrupar a alumnos de familias de etnia gitana o procedencia extranjera, entre otras minorías, con la excusa administrativa y docente de que así se les dirigen mejor los recursos.

Uno de los 'centros gueto' segregados por el PP en León

Se trata de centros incluidos en el llamado oficialmente “Programa 2030”, impulsado por el PP en la Junta desde el año 2018, dirigido por el consejero leonés Fernando Rey.

Fue él quien puso fin desde 2015 a la política de integración de las minorías en centros educativos comunes para promover la convivencia social. Y eso que este catedrático de Derecho Constitucional, patrono y vicepresidente de la Fundación Secretariado Gitano que dirige hace años y preside honoríficamente el sacerdote también leonés Pedro Puente, execónomo del Obispado, era un aparente defensor del colectivo racial con artículos como este.

Pero en realidad, el Programa 2030 que desarrolló consiste y sigue consistiendo en todo lo contrario de la integración: en realidad agrupa con segregación a alumnos de estos colectivos vulrerables todos ellos juntos y aparte del resto, ya que muchas se trata de pequeños que no son admitidos en centros privados-concertados, a pesar de recibir dinero de la Consejería, o se consideran problemáticos en otros centros públicos.

Pese a esa política continúa en vigor, la Junta 'vendía' lo contrario: aseguraba que son todo beneficios de un “sistema para favorecer la educación inclusiva y de calidad”, admitiendo prioritariamente sólo a alumnos de “vulnerabilidad socioeducativa” en estos “centros de alta complejidad socioeducativa o en riesgo de padecerla”.

En concreto, el PP en la Junta en su día señaló como con “niveles educativos bajos causados por problemas sociales”, además de al Ceip San Isidoro, al Colegio Padre Manjón y el instituto Antonio García Bellido, ambos en el barrio de Armunia, así como al Centro de Educación Infantil Hogar de la Esperanza, todos en la capital leonesa. Aún siguen considerados como tales.

De este modo, mientras los funcionarios de Orientación permanecen perfectamente aislados gracias a sus nuevas ventanas y persianas, los alumnos de “vulnerabilidad socioeducativa” del colegio público San Isidoro continúan padeciendo los rigores invernales de un inmueble muy falto de inversión pública.

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