La excepción creciente en una provincia menguante: viaje por municipios de León que ganan el pulso al reto demográfico

Vista aérea de Balboa, la localidad cabecera del municipio homónimo, uno de los 41 de la provincia que crecieron en población en 2019. / César Sánchez / ICAL

César Fernández

La provincia de León y Sariegos describen desde hace una década dos líneas imaginarias en sentido opuesto. El conjunto provincial cayó en 2010 por debajo de la barrera de los 500.000 habitantes, se dejó 3.562 en 2019 y ya apenas supera los 450.000: exactamente 456.439 en la revisión a 1 de enero de 2020 del INE (Instituto Nacional de Estadística). Por su parte, el municipio del alfoz de la capital no ha dejado de crecer en el mismo lapso y superó los 5.000 en 2018 (la última actualización le deja en 5.084).

Sariegos está en una encrucijada geográfica teóricamente favorable. La mayoría de los municipios del alfoz de León registran incrementos de población. “Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas”, precisa el alcalde, el leonesista Roberto Aller, al reconocer un trasiego de personas que trabajan en la capital. “Pero la competencia de León en la oferta de servicios es muy grande”, opone. Haber franqueado la barrera de los 5.000 empadronados le da un balón de oxígeno: 150.000 euros más al año en el reparto de la tarta de tributos del Estado. Y esos fondos son esenciales para intentar 'competir' con una ciudad de casi 125.000 habitantes que, precisamente, ha bajado esa barrera en los últimos años.

Villadangos del Páramo es otro ejemplo. A 20 minutos en coche de León, conserva rasgos de idiosincrasia rural que, a juicio de su alcalde, el popular Alejandro Barrera, le dan un plus. “Hay un sentimiento de comunidad que no existe en ciudades en las que se ha perdido el concepto de vecindad”, dice el regidor para aportar una de las claves del aumento demográfico (pasó de 1.132 a 1.163 habitantes en 2019). Su balón de oxígeno es su polígono industrial, el más pujante de la provincia, cuyo impacto lo notan más las arcas municipales (en concepto de impuestos) que el padrón (muchos de sus trabajadores viven fuera). Y eso permite tener disponibilidad para hacer un esfuerzo extra en mejorar servicios que puedan atraer población.

A 20 minutos en coche de León, Villadangos del Páramo conserva rasgos de idiosincrasia rural que su alcalde interpreta como un plus: Hay un sentimiento de comunidad que no existe en ciudades en las que se ha perdido el concepto de vecindad

Ser alfoz de León es una ventaja para el padrón, pero tampoco necesariamente una garantía. “Hay un movimiento basculante de población con la ciudad”, advierte el profesor de la Facultad de Económicas y Empresariales de la Universidad de León (ULE) Julio Lago, para quien Sariegos está viviendo ahora el momento del que hace unos años disfrutaron Villaquilambre o San Andrés del Rabanedo por la disponibilidad de suelo barato. Otros como Villadangos están precisamente en vías de compensar un déficit de edificabilidad que constriñó su crecimiento incluso hasta generar un trasvase hacia La Virgen del Camino (Valverde de la Virgen). “Espero que el próximo año pueda haber promoción de vivienda pública”, expone su alcalde antes de citar obras de construcción de viviendas unifamiliares y apartamentos.

Ser alfoz de Ponferrada, el segundo municipio en población de la provincia (otro afectado por la sangría demográfica hasta bajar de 65.000 habitantes), fue en su día también una ventaja para ayuntamientos que crecieron conjugando oferta residencial y laboral. Sin embargo, la tendencia se frenó con la última crisis económica. El único caso de incremento en el padrón de 2019 dentro de este perfil lo aporta el Ayuntamiento de Camponaraya, si bien con una subida testimonial (ganó un habitante para pasar de 4.096 a 4.097, todavía lejos del objetivo 5.000 fijado hace años precisamente para tener ese extra del reparto estatal). La explicación, en opinión de Julio Lago, está en las consecuencias del cierre de las minas y las térmicas en un tejido industrial como el de la comarca del Bierzo, que pivotaba sobre la base de empresas auxiliares del sector mineroenergético. Como no podía ser de otra manera, el fin del monocultivo del carbón también lo sufre el censo.

La mayoría del alfoz de León crece. No pasa lo mismo con el de Ponferrada. Y es que el cierre de las minas y las térmicas ha barrido también un tejido industrial muy dependiente de esos sectores, en opinión del profesor de Económicas de la ULE Julio Lago

Cerca del influjo del alfoz, con León capital a tiro de piedra y buenas comunicaciones, el Ayuntamiento de Mansilla Mayor ganó en 2019 tres habitantes. Pasó de 334 a 337, apenas siete menos que en 2009, cuando comenzó la sangría demográfica en la provincia. Así que mantenerse ya es un logro. Y no lo hace precisamente por el crecimiento vegetativo. “Tuvimos tres nacimientos en 2018 y hacía diez o doce años que no había ninguno”, celebra el alcalde, el socialista José Alberto Martínez, que apunta a la disponibilidad de terrenos edificables y al empadronamiento de residentes habituales que todavía no habían dado el paso como factores.

Lejos del influjo del alfoz, el Ayuntamiento de Almanza acumula cuatro años consecutivos de incremento del padrón, algo de lo que en la provincia solamente puede presumir también Sariegos. “Las estirpes en los pueblos se van agotando. Cuando se muere una familia, esa casa se cierra. Y hay que generar nuevas estirpes”, proclama el alcalde de Almanza, el popular Javier Santiago Vélez, antes de formular otra premisa: “Hay que cuidar a los que ya tenemos para que no se vayan y, al mismo tiempo, generar emprendimiento”. Y esa voluntad se sustancia en ofrecer servicios, “ser proactivos en la búsqueda de empresas” y habilitar suelo industrial como las 16 parcelas con las que contará su polígono, rehabilitar viviendas y dar servicios (ahora volcados en áreas como las nuevas tecnologías manteniendo ayudas a la natalidad o matrículas en la guardería al precio simbólico de un euro).

Los únicos ayuntamientos de la provincia que acumulan cuatro años consecutivos de aumento son Sariegos y Almanza. Hay que generar nuevas estirpes. Si no, los pueblos se van agotando. Cuando se muere una familia, esa casa se cierra., dice el alcalde del segundo

“Fomentar el binomio actividad económica-medidas sociales es una buena receta para asentar población”, señala el profesor de la Facultad de Económicas al alabar el “dinamismo” del regidor de Almanza, que también pasó como alumno por sus clases. El resultado ha sido, en este caso, la llegada de familias jóvenes con hijos que han multiplicado la ocupación de la guardería y el colegio, amenazado de cierre en 2015. El municipio llegó a “tocar fondo” en 2017 con 553 habitantes. Cerró 2019 con 581. “Ahora estamos en doblegar la curva y nuestro objetivo es llegar a los 700”, expone Santiago Vélez.

“Si tengo internet, me quedo”

En la Montaña Oriental Leonesa, el Ayuntamiento de Reyero pasó en 2019 de 116 a 123 habitantes. Su alcalde, el socialista Gregorio Alonso, es el primero en reconocer que se trata de un incremento “muy relativo”. Pero lo cierto es que el municipio al menos contiene la sangría demográfica (tenía apenas siete empadronados más en 2009). Sin obviar el éxodo a León capital por la disponibilidad de servicios, Alonso subraya la importancia actual de las nuevas tecnologías para asentar población. “Si tengo internet, me quedo” es un planteamiento, además, llamado a ganar enteros si se consolida el teletrabajo.

En otra punta de la provincia, en el Bierzo Oeste, el Ayuntamiento de Balboa sumó dos habitantes para romper una tendencia a la baja apenas alterada otro año en los últimos diez. Y es que el municipio berciano sí reproduce la sangría demográfica de la provincia (en una década ha perdido una cuarta parte de su población: de 406 en 2009 a 292 en 2020). La ganadería al menos fija cierta población, pero no la eleva. “Y nuestro problema es la alta media de edad”, admite el alcalde, el popular Juan José López, para quien las soluciones pasan necesariamente por la implicación directa o indirecta de las administraciones superiores: “Hace falta que nos apoyen o que tomen decisiones que puedan beneficiarnos”.

Balboa podría seguir creciendo por una circunstancia que todavía no tiene reflejo en una estadística fechada a 1 de enero de 2020, por lo que no mide el impacto de la pandemia. Pero lo cierto es que el pasado año empadronó a población oriunda que pasaba el verano en el pueblo y se iba en invierno a la ciudad. Y la crisis del coronavirus podría acelerar una tendencia: la de los trabajadores en entornos urbanos que, llegada la hora de la jubilación, cambian su residencia al núcleo rural de origen. Así lo notan ya al sur de la provincia, en el Ayuntamiento de Quintana y Congosto, que todavía en 2019 ganó la nada despreciable suma de 24 habitantes (de 351 a 375). Con escasa natalidad, poca industria más allá de la resina y una bodega e incluso menor actividad comercial (sin tienda y con apenas un par de bares), la alcaldesa, la popular Yolanda Miguélez, apunta un factor intangible como el de la “tranquilidad”.

Fomentar el binomio actividad económica-medidas sociales es una buena receta para asentar población, señala Julio Lago poniendo el ejemplo de Almanza con la dificultad añadida de su relativa distancia a León

Otro factor más concreto e insospechado es el que explica el crecimiento proporcional más elevado de la provincia en el año 2019. El Ayuntamiento de Brazuelo incrementó su población en un 14,2% al pasar de 295 a 337 habitantes. La clave podría ser su ubicación estratégica a la vera de la A-6, al lado de Astorga y no lejos de Ponferrada, pondera el alcalde, el popular Manuel Fernández. Sin embargo, la aporta la apertura de un centro de refugiados políticos en la localidad de Pradorrey. Gestionado por una entidad, dota de una treintena de empadronados de países como Venezuela o Siria, una masa flotante que va cambiando a medida que logran su inserción laboral. Pero ninguno lo hace en el municipio.

El teletrabajo como oportunidad

La oferta laboral es la principal clave de bóveda del asentamiento demográfico. Y la pandemia ha abierto una ventana de oportunidades a provincias como la de León con el teletrabajo. Consciente de la importancia en este contexto de las nuevas tecnologías, Almanza ha habilitado una sala de teletrabajo y coworking, al tiempo que ha activado una red pública de internet inalámbrico gracias a un proyecto europeo. “La gente nos está preguntando por este tipo de servicios”, reconoce el alcalde de Reyero, que se remite a la puesta a disposición de puntos wifi. “Romper la brecha digital es fundamental. Y ahí la Diputación se está implicando en sacar adelante un plan que será un incentivo importante”, considera el profesor de Económicas de la ULE.

“Lo importante en el medio rural es el trabajo”, sentencia el alcalde de Balboa, que cuenta con una apreciable cabaña ganadera. De suelo e implantación empresarial dispone Brazuelo, pero eso no se ha traducido en población. Su alcalde suspira por la construcción de una residencia de mayores. “Se nos va gente a Santa Colomba de Somoza o a Brañuelas”, lamenta. La misma aspiración ya está encauzada y próxima a estrenarse en Sariegos, lo que implicará la creación de más de cuarenta puestos de trabajo, destaca su regidor. “El empleo generado por la tercera edad va a ir a más”, analiza Julio Lago.

El envejecimiento de la población condicionará la evolución demográfica. El asentamiento en el medio rural de población recién jubilada que ya se empieza a atisbar dependerá de la oferta de servicios sociosanitarios. Y si nos cierran los consultorios, estamos perdidos, advierte el alcalde de Mansilla Mayor

Y es que el envejecimiento de la población condicionará de una u otra manera la evolución demográfica. Que el asentamiento en el medio rural llegada la hora de la jubilación sea coyuntural o estructural dependerá en buena medida de la oferta de servicios sociosanitarios. “Y si cierran los consultorios y no tenemos asistencia médica, estamos perdidos”, advierte el alcalde de Mansilla Mayor. Sobran ejemplos de traslados de la ciudad al pueblo que se revierten al primer achaque de salud.

Al otro extremo de la pirámide de población, los niños en edad escolar aportan esperanza de futuro. Villadangos saltó a primera plana en el verano de 2019 con ayudas a la natalidad de entre 1.000 y 4.500 euros. “Pero la gente no va a tener hijos por la subvención. Es un incentivo más”, admite su alcalde, que cita una tendencia al alza de alumnos: de 40 a 70 en el colegio, que dispone de aulas equipadas con pantallas digitales muy propicias para evitar la saturación.

Los municipios activan este tipo de medidas en función también de la disponibilidad de las arcas municipales. A mayor tamaño, hay más facilidad de poder derivar recursos, también para material escolar o libros de texto en el caso de familias desfavorecidas en Sariegos, así como un amplio abanico de actividades extraescolares. A menor tamaño, hay más dificultad para encontrar partidas, admiten varios regidores como el de Balboa, para quien ofrecer este tipo de subvenciones con el presupuesto del que dispone sería “simple postureo”. “Eso no cambia una decisión de instalarse en un sitio o no”, remacha Juan José López.

El ejemplo más elocuente viene de Brazuelo, que instituyó ayudas a la escolarización en 2003. Entonces contaba con 50 niños en edad escolar, cantidad que ha caído hasta 18, por lo que ahora el alcalde ha estirado la normativa para que lleguen también a estudiantes de Bachillerato y en edad universitaria. Así el municipio, que ahora espera una corriente favorable del reconocimiento de la variante del Camino de Invierno a Santiago para hacer del turismo otro atractivo, se adapta a las circunstancias para seguir siendo uno de los que le ganan el pulso al reto demográfico.

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