El centro de interpretación de Picos en Posada de Valdeón tendrá animales 'replicantes'

Un modelo similar de quebrantahuesos estará en Posada de Valdeón. // Gruber Creaciones

Peio H. Riaño / elDiario.es

La empresa Gruber y Gruber Creaciones ha sido la elegida para realizar las recreaciones de animales en el Centro de Interpretación de Visitantes del Parque Nacional de Picos de Europa, en Posada de Valdeón. Especializada en dioramas y esculturas hiperrrealistas, también usan la tecnología para crear lo que se llaman animatrónicos: una especie de replicantes sin vida, pero muy animados, al estilo de la película 'Blade Runner'. En este reportaje se cuenta cómo se siente uno ante ellos.

La sala está oscura y repleta de alumnos. Al fondo hay una proyección de un bosque que recrea hasta el más mínimo detalle el hábitat del oso pardo en los Picos de Europa. La imagen desaparece y por un segundo el espacio cae en un apagón total. Un foco se enciende y dirige un haz de luz sobre un oso inmenso que parece hibernar en la propia sala. Respira enroscado sobre sí mismo y los adolescentes gritan al verlo. Otros le escupen.

Nadie espera ver un ejemplar del depredador en la cima de la cadena alimenticia durmiendo plácidamente en un centro de interpretación de la naturaleza. Ninguno de los visitantes que pasan a diario por la sala es capaz de distinguir el sueño profundo de un oso real de ese controlado mecánicamente. Es un animal animatrónico y es obra de dos hermanos, Ricardo y Guillermo Gruber. Se dedican desde hace más de 20 años a confundir al personal con fines divulgativos.

Después de varios días con ellos, conociendo sus trabajos y sus métodos, uno no sabe si hacen de la realidad una ilusión o de la ilusión, la realidad. Ricardo muestra un búho que se mueve gracias a un sistema casero fabricado con dos discos CD's que rotan sobre sí y un pequeño motor de modelismo. Primero han investigado los movimientos del ave hasta concretar un catálogo de gestos que lo convierten en real. Han hecho de una marioneta un replicante.

Es imposible no pensar en el búho que colocó Ridley Scott en el despacho de Tyrel, en Blade Runner, para desvelar una vida sintética y artificial, en apariencia natural. Philip K. Dick en '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?' imaginó que los búhos fueron los primeros animales en desaparecer a raíz de la contaminación nuclear y que los hombres reconstruyeron la vida animal con máquinas. El mismo Rick Deckard, cazarrecompensas que retira androides rebeldes, sufría por la pérdida de su oveja eléctrica. ¿Cómo distinguir la realidad de la ilusión (si no tienes un test Voight-Kampff)?

Confundir al que mira

sa es la pregunta que no quieren que resuelvas ni Velázquez en Las Merinas, ni Sánchez Cotán en sus bodegones, ni Antonio López en su Gran vía, porque con la ilusión pretendieron hacerte olvidar que estabas delante de un lienzo pintado y que confundieras dónde empezaba el artificio y dónde acababa la verdad. Los Gruber se han formado en el arte del engaño, son escenógrafos, escultores, pintores, músicos y aman la naturaleza. Apenas hay diferencia entre lo que hacen en su taller de Vallecas –donde montan los escenarios de los dioramas– y los trampantojos barrocos de Narciso Tomé en el transparente de la catedral de Toledo.

Ricardo es licenciado en Bellas Artes, matrícula de honor, y Guillermo es biólogo. Una combinación perfecta para hacer que la naturaleza artificial parezca natural. Ahora mismo hay sobre la mesa del salón de la casa de Ricardo cuatro buitres leonados que tiene que entregar a un museo francés. Les va a dedicar casi medio año de trabajo. ¿No lo considera arte? “No lo sé, depende de los ojos que lo miren. Aquí no hay profundidad ni una intención, hay técnica”, responde.

Ricardo cuenta que un ejemplar real puede tener unas 12.000 plumas, pero él hará sólo 6.000. Una a una. Emplea un material plástico traslúcido, similar al papel vegetal pero resistente. Primero corta la pluma, luego la pinta y la termina colocando en el cuerpo del falso ave. Es un proceso tan tedioso y preciso como tallar una escultura. “La belleza es la puerta al conocimiento”, dice Guillermo. En su caso la belleza es fruto del hiperrealismo. Es lo que les demandan los encargos.

Hiperrealismo animal

“Debe ser indistinguible de un animal vivo o disecado”. Las comillas están sacadas de los pliegos del último concurso que acaban de ganar: tienen que realizar varios animales para el centro de interpretación de visitantes de Picos de Europa, en Posada de Valdeón, en León. La Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad Autónoma de Castilla y León lleva construyendo desde 2018 y va a invertir en el edificio y el contenido casi diez millones de euros. Una de las tres plantas albergará lienzos de aquellos pintores –Carlos de Haes, Riancho o Campuzano– que cruzaron los caminos de este parque natural y dejaron constancia de su esencia indómita. Ellos también trataron de confundir la realidad.

Los Gruber han sido los mejores candidatos y se han llevado la licitación por valor de 55.000 euros. Con esa cantidad tienen que hacer un treparriscos, una perdiz parrilla, un loquero rojo, un rebeco, un tritón alpino, una salamandra común, tres buitres leonados, un tobillo rival, un quebrantahuesos, un águila real y un alimoche, entre otras “réplicas hiperrealistas de la fauna ibérica”. En pliego también aclara que solo pueden estar hechos con materiales artificiales. Es decir, prohibida la taxidermia. “La taxidermia es para el museo de los horrores. Es algo obsoleto que no cuadra con la conciencia social contemporánea”, explica Guillermo sobre los animales tiroteados.

El animal más caro de los que harán para Picos de Europa es el quebrantahuesos, 5.800 euros. Cada uno de los tres buitres leonados está valorado en 5.500 euros. Los más baratos son el tritón y la salamandra, cada uno a 500 euros. El jurado valoraba el precio pero, sobre todo, la morfoestructura y los materiales de acabado. La condición esencial para ganar la licitación era, como hemos dicho, crear un animal que no pudiera distinguirse de uno real. Replicantes para hacer visible lo que se esconde a los ojos de un visitante urbanita.

Los miembros del jurado (dos ingenieros de montes y el Jefe de área de actuaciones singulares en la red de parques naturales) valoraron el “aspecto dinámico del esqueleto”, los músculos, los ligamentos, la apariencia, la colocación, la textura o la durabilidad de los acabados. La piel, las plumas y el pelo debían ser flexibles y no se aceptaban animales rígidos o pintados. Nada de esculturas. Aquello fue lo más parecido a un concurso de bellas artes, en el que se premiaba el naturalismo artificial. Al nivel de hiperrealismo se le concedía un máximo de 60 puntos y los Gruber obtuvieron 52,02.

Arte y ciencia ficción

“No es una mentira, sólo es una ilusión en la que el espectador proyecta su intención de creer y pensar que es natural”, explica el fotógrafo y ensayista Joan Fontcuberta a este periódico sobre la presentación de estas réplicas. En 1987 creó junto con el artista Pere Formiguera una de sus primeras trampas titulada 'Fauna secreta', en la que dio a conocer a través de fotos un conjunto de animales hasta entonces inéditos, encontrados por el supuesto naturalista alemán, profesor Peter Ameisenhaufen. Con ayuda de un taxidermista creó animales fantásticos con nombres en latín ficticios, como una víbora de doce patas. “Hoy no podría suceder este engaño porque la confianza en el documento fotográfico antes era muy creíble y hoy no. Entonces se confiaba en la imagen”, cuenta Fontcuberta, que replicó los dispositivos del museo para que el espectador ni dudase de lo que se le mostraba.

Parece un buen argumento para una novela de ciencia-ficción: un pelotón de artistas creando una naturaleza robotizada y replicada. “Lo que hacemos es crear individuos ideales que representan las características más reconocibles del animal”, define sus tareas Ricardo. Un conservador del Museo de Historia Natural de Nueva York les ha comprado un búho nival y todo apunta a que este será el comienzo de su desembarco norteamericano.

Ambos señalan un acontecimiento que determinó este viaje que funde arte y naturaleza y que determinó su gusto, su sensibilidad y su futuro. Su padre es el pintor Eduardo Gruber y les llevaba a la casa de campo cerca de Santillana del Mar. Un día fueron a abrir la puerta y encontraron una mariposa en la cerradura que les llevó a coleccionar muchas otras y a salir al monte a encontrarse con los animales.

El segundo hecho que condicionó quiénes son es su tío Cristóbal, marionetista y creador de los guiñoles del Canal + francés. Les mandaba imágenes de cómo construían los muñecotes y ellos hicieron un Yoda... “Cuando vio aquello nos dijo algo que nos ha marcado: ”Sed perseverantes“, cuenta Ricardo antes de echarse a reír. ”Le hicimos caso“, reconoce.

Empezaron haciendo ilustraciones del mundo salvaje para los libros de texto de los alumnos. De ahí pasaron a dibujar jugadas de fútbol para un programa de Canal +, muy bien pagadas. “La chilena de Rivaldo”, recuerdan. Al poco empezaron a reproducir animales con los aprendizajes que habían ido acumulando. “De mi generación de Bellas Artes ya no pinta nadie”, asegura Ricardo, que piensa que de aquellos años formándose para artista ha retenido el criterio, el instinto y la técnica. Gracias a ella puede modelar la cabeza de un quebratahuesos con resina epoxy.

“Sin embargo, lo decisivo ha sido nuestra educación en casa”, añade. Como buenos artistas corren el peligro de aburrirse haciendo lo mismo, lo que les da de comer. No soportan repetirse. Respetan la palabra arte, pero tampoco renuncian a ella. “En nuestros trabajos no hay mensaje, pero hay emoción y belleza”, zanja Guillermo.

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