Una farmacéutica leonesa en los Laboratorios suizos de Vogel

Laboratorios de A. Vogel, en Appenzell (Suiza).

Marta Cuervo

“La Naturaleza nos proporciona todo lo necesario para proteger y mantener nuestra salud”. Durante toda su vida, Alfred Vogel, pionero suizo de la salud natural, se comprometió para conseguir el reconocimiento de la naturopatía y de la fitoterapia. Y tal fue su entusiasmo en ofrecer una visión más profunda del mundo de las plantas medicinales, que su filosofía ha inspirado una forma de vida y curación orientada hacia la naturaleza y su respeto, en todos los sentidos que ha conquistado numerosos países y ciudades a lo largo del mundo, también llegando a muchos estudiosos de León. Esta especial filosofía en armonía con la madre natura, que defiende que sus fuerzas representan la verdadera calidad de vida, motivó a la farmacéutica de Mata Espeso, Ana, a realizar un viaje a Appenzell (Suiza) para descubrir los secretos del famoso laboratorio de fitoterapia Vogel.

“Alfred Vogel fue una persona inquieta y autodidacta. Su familia tenía tradición en plantas medicinales, y él en un momento determinado de su vida, con unos 20 años, decidió que quería viajar por el mundo para conocer distintos valores de plantas medicinales”, explica Ana, que recuerda la explicación recibida en los laboratorios suizos con fotografías de los años 1930 del fundador en zonas de montaña con indios americanos, haciendo hincapié en la temeridad de unos viajes que nada tiene que ver con los adelantos actuales.

De las montañas americanas, Vogel se trajo el bastión de todo el laboratorio: la equinácea, pero la variedad americana, una planta preciosa originaria de la zona. “Vogel se dio cuenta de que para obtener los remedios medicinales era mejor utilizar las propiedades que tenía la planta fresca, ya que la consecuencia terapéutica era superior a si la utilizaba seca. Un descubrimiento que se convirtió en una de sus máximas”, apunta Ana. De esta forma, el estudioso compró una casita en las montañas de la zona americana que tanto le gustaba y creó un sanatorio. “Empezó ayudando a gente con problemas para dormir. Habilitó la vivienda con pocas habitaciones, para que sus pacientes pasasen allí una temporada, trabajando en el huerto, levantándose muy temprano para recolectar las plantas medicinales, y preparándose su propia comida a través de lo que habían recolectado. Un estilo de vida que les enseñaba a comer bien”, añade.

La máxima del Laboratorio es utilizar la planta fresca ya que la consecuencia terapéutica es superior a su uso en seco

Vogel se hizo vegetariano y aconsejaba a sus pacientes masticar cada bocado de alimento 50 veces para facilitar y tener una buena digestión. “Y claro, con ese ritmo de vida, esa gente al final del día dormía”, reconoce Ana, admitiendo el objetivo final que perseguía el fitoterapeuta y nutricionista.

Experiencia real, viviendo y creando con las enseñanzas de Vogel

Tras su andadura con los enfermos de insomnio, Alfred Vogel creó su propio laboratorio, respetando siempre de manera escrupulosa la regla de obtener los principios activos a partir de la planta fresca. “En Appenzell nos han enseñado desde la recolección hasta la producción del laboratorio. Tienen plantaciones en distintas partes del mundo, dependiendo de la planta, y han diversificado sus cultivos para evitar que las condiciones climatológicas o plagas que puedan darse en una zona en concreto estropeen la cosecha y se queden sin principio activo”, apunta la farmacéutica leonesa.

Pero los trastornos a los que Vogel trató de ayudar a través de las plantas medicinales van mucho más allá. “Escribió un libro que se llama 'El pequeño doctor', muy centrado en su bastión: la equinácea, sobre todo para prevenir y tratar patologías invernales, de garganta, como resfriados, por ejemplo”, declara Ana, que apunta que durante su estancia en Suiza también les enseñaron un pequeño jardín botánico con las diferentes plantas que ellos utilizan para los preparados, como la pasiflora, el hipérico, y la salvia. “A. Vogel siempre exigió que en sus laboratorios sólo se usasen cultivos y productos biológicos, y es algo que controlan de forma muy estricta”, completa.

Los elaborados que producen los laboratorios de A. Vogel están destinados desde a los sofocos producidos por los trastornos de la menopausia; hasta a las irritaciones de garganta, o a la fabricación de sucedáneos del café para la gente que no quiere consumir cafeína, entre otros.

Una tintura al estilo Vogel 'in situ'

Los farmacéuticos que pudieron disfrutar de la experiencia en Suiza, también tuvieron la oportunidad de realizar una tintura 'in situ'. “Son súper respetuosos con el cuidado de las plantas. No te ponían la planta entera, sino cuatro hojas de salvia y media parte florida de la equinácea para cada uno, por ejemplo, sólo lo estrictamente necesario para hacer la tintura. Esos fragmentos de planta se cortan en trocitos muy pequeñitos, después se trituran con un mortero y a continuación se mezclan con un combinado de agua y alcohol (uno especial que procede de la caña de azúcar y que está preparado), para obtener la base necesaria para extraer los principios activos de las plantas”, detalla la farmacéutica.

De esta forma, se obtendría la tintura, un concentrado de los principios activos de las plantas, que se suele utilizar en medida de gotas, dependiendo del fármaco y sus usos, aplicando sobre la zona a tratar o ingiriéndola directamente.

Alfred Vogel también defendió durante toda su vida que la prevención de las enfermedades es la fuente de la salud y la alegría de vivir, además de la aspiración a la curación, como una ley esencial de la naturaleza. Con este viaje al maravilloso mundo de Vogel, que además de Appenzell también hizo parada en Teufen, Ana y sus compañeros farmacéuticos se han acercado un poquito más al mundo de la fitoterapia en estado puro, con visitas y usanzas muy enriquecedoras que les ha enseñado a amar todavía más la sabiduría de la madre natura.

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