Combatir el coronavirus desde la retaguardia con un estudio de seroprevalencia a la vanguardia

La enfermera Silvia López (derecha) recibe a la familia Iglesias-Robles en la zona de Urgencias del Centro de Salud Eras de Renueva.

César Fernández

Hay batallas contra el coronavirus que se libran desde la retaguardia del sistema sanitario. La enfermera Silvia López se alistó como voluntaria; a Tony Iglesias y su familia los alistaron a través del INE (Instituto Nacional de Estadística). La primera contribuye con su trabajo profesional a ofrecer detalles sobre el grado de inmunidad ante una enfermedad todavía muy desconocida; los segundos se prestaron (podrían haberse negado) a participar en un estudio de seroprevalencia histórico y clave para determinar futuras acciones contra la Covid-19.

El contacto comienza con una llamada telefónica y un SMS. Tony Iglesias, su mujer, Matilde Robles, y sus hijos, Inés María y José Antonio, fueron cuatro de los 1.320 leoneses seleccionados por el INE para un estudio diseñado por el Ministerio de Sanidad y el Instituto de Salud Carlos III con la colaboración de las comunidades autónomas de forma proporcional en todo el país. Tiene parte de sorteo de lotería. “Y nos sentimos unos privilegiados”, señala Iglesias, conocido en la ciudad por su faceta como segundo entrenador en los años gloriosos del Elosúa León.

La primera respuesta al otro lado del teléfono suele ser una mezcla de sensaciones contradictorias. “Lo recibes con un poco de duda e incertidumbre. Te sientes en parte afortunado, pero también hay un poco de temor”, admite Iglesias. “Ha habido una buena aceptación”, señala López, que ha dejado transitoriamente su puesto como enfermera de la zona básica de Ribera del Esla para ser una de la decena de profesionales que han aplicado sobre el terreno este estudio en el Área de Salud de León.

Las familias seleccionadas afrontan el desarrollo del estudio con una sucesión de dilemas. El de participar o no nunca estuvo sobre la mesa en casa de los Iglesias-Robles. “Creemos que es una responsabilidad y, en parte, una obligación”, zanja el padre, quien sí admite cierto recelo por acceder a unas pruebas que todavía no han llegado a la totalidad de otros profesionales que están en primera línea frente al coronavirus como los propios sanitarios.

Las familias seleccionadas afrontan el desarrollo del estudio con una sucesión de dilemas. El de participar o no nunca estuvo sobre la mesa en casa de los Iglesias-Robles. Creemos que es una responsabilidad y, en parte, una obligación, zanja el padre

Y es que la batalla contra la Covid-19 no sólo se libra en el frente de las carpas de triaje o las UCI (Unidades de Cuidados Intensivos) extendidas para oxigenar un servicio que estuvo contra las cuerdas. El estudio de seroprevalencia también es un arma del sistema ante futuras escaramuzas en forma de hipotéticos rebrotes. Y la propia estética alimenta la épica ahora que los centros de salud se asemejan a hospitales de campaña con los sanitarios aparatosamente uniformados con sus equipos de protección. “Parece que estás en una película viviendo una escena de ficción”, reconoce Iglesias.

Cercanía entre sanitarios y usuarios pese a la obligada distancia de seguridad

La familia Iglesias-Robles llegó este lunes a media mañana a pasar la tercera y última ronda de análisis al Centro de Salud Eras de Renueva. Isabel López salió a recibirlos por la zona de Urgencias. Ellos iban con mascarillas; ella, protegida de la cabeza a los pies. Las circunstancias también obligan a mantener una distancia de seguridad. Pero se palpa cercanía. “Los dos han sido muy amables, atentos y profesionales”, dice Tony Iglesias al aludir también a Raúl Majo, enfermero de Pediatría de este mismo ambulatorio sumado a la causa del estudio de seroprevalencia que espera dentro de las instalaciones.

La propia estética alimenta la épica ahora que los centros de salud se asemejan a hospitales de campaña con los sanitarios aparatosamente uniformados con sus equipos de protección. Parece que estás en una película viviendo una escena de ficción

Familias y sanitarios han estrechado vínculos, primero por teléfono y luego en persona. El diseño del estudio fue puliéndose sobre la marcha. “Iba a haber en principio un centro de llamadas, pero luego se ha visto que era más resolutivo hacerlo desde aquí”, cuenta la enfermera, que atiende a una media de entre 200 y 250 personas por cada una de las tres oleadas. A la primera llamada hubo quien no descolgó el teléfono y quien dijo que no. “A la segunda se volvió a intentar y hubo gente que sí se sumó”, añade para desvelar en parte el motivo del ligero descenso de la inmunidad registrado en la segunda oleada en la provincia de León.

Sobre el terreno, el estudio consiste en la realización de un cuestionario de salud, un test rápido y una analítica de sangre para determinar la existencia o no de anticuerpos frente al virus. Tras recibir la formación adecuada, Isabel López ha rotado por los centros de salud de Eras, Carrizo, la Condesa y la Palomera. En el caso de pacientes con síntomas, las pruebas se han realizado en los propios domicilios para evitar riesgos de contagio. La prevención y la precaución mandan en estos tiempos en los que problemas rutinarios han tenido que resolverse a distancia, como atestigua el propio Tony Iglesias al relatar su contacto por teléfono con el dentista cuando, en medio del confinamiento, se rompió una muela con un hueso de aceituna.

Llegada la hora de obtener los resultados, también surgen los dilemas ante una enfermedad que en muchos casos se resuelve de forma asintomática. “Siendo egoístas, en parte querríamos haberla pasado sin haberla sufrido”, reconoce la familia. La perspectiva es diferente al otro lado de la mesa de la consulta. “Todavía no sabemos qué inmunidad genera”, admite la enfermera sin ocultar la preocupación por el hecho de que unos índices de incidencia bajos (5,2% en la media nacional y 5,8% en la provincial en los datos de la segunda oleada) ya pusieron al sistema al borde del colapso en los momentos más críticos de la pandemia, al tiempo que aumentan exponencialmente los riesgos ante un posible rebrote.

Casi da pena terminarlo, reconoce con el orgullo profesional de participar en uno de los estudios más importantes del mundo la enfermera Silvia López, una de la decena de compañeros encargados de aplicar las pruebas sobre el terreno en el Área de Salud de León

Las consecuencias imprevisibles de un virus que también ha hecho estragos en pacientes que no estaban en los teóricos grupos de riesgo contribuyen a determinar que, por ahora, es mejor haberse mantenido lejos de la enfermedad. Los incluidos en este estudio de seroprevalencia seguramente estén más concienciados de aplicar las medidas de precaución, reconocen los implicados, una familia en la que los padres son docentes de profesión. “Y en febrero tuvimos muchos alumnos que estuvieron malos”, apostilla el padre, mientras la madre alude a la “responsabilidad” de participar en un estudio que no ha supuesto trastornos dada la cercanía de su domicilio al Centro de Salud Eras de Renueva, que pasará a llamarse Antonio Gutiérrez González en honor a este médico coordinador fallecido precisamente a causa de la Covid-19.

“El mayor temor que yo tenía es a poder contagiar. Ahora hay que mantener las medidas de precaución para no tirarlo todo por la borda”, añade Iglesias antes de certificar el negativo en la tercera y última tanda de análisis. “Casi da pena terminarlo”, reconoce Silvia López con el orgullo profesional de participar en primera persona “en uno de los estudios más importantes del mundo”, que tiene como coordinadora a una leonesa originaria de La Bañeza, Marina Pollán, quien limita las diferencias entre las dos oleadas a los cambios entre quienes se han incorporado y quienes se han caído en el segundo muestreo. El objetivo último es tratar de descifrar las claves que ayuden a cercar a un virus que se combate en el frente, pero también en la retaguardia del sistema sanitario.

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