Javier Huerta: “La creación está siempre por encima de la crítica, que es efímera”

Javier Huerta Calvo. Foto: Eloy Rubio

Manuel Cuenya

Doctor y Catedrático de Literatura, investigador, creador, especialista en dramaturgia y en la obra del poeta astorgano Leopoldo Panero. Este es Javier Huerta Calvo.

Nacido en Madrid, aunque leonés/maragato de Brazuelo, por vía materna, donde ha pasado, “y sigue pasando”, según él, algunos de los mejores momentos de su vida. Y donde se le despertara, siendo un niño, la vocación literaria.

“Tal vez sea Brazuelo el lugar donde más libros he leído; y los libros que se leen en la infancia y la juventud son los que más te marcan la personalidad”, recuerda Javier, que, si bien vive en Madrid, tiene una actividad intelectual cada vez más intensa, sobre todo en relación al proyecto de la Casa Panero, “en el que están involucrados una serie de grandes amigos, todos ellos notables intelectuales”, aclara el autor de 'Razones coloradas', poemario con el que se siente bastante satisfecho, por el que recibiera, hace un par de años, el prestigioso premio Joaquín Benito de Lucas.

“No he publicado demasiada obra creadora, pero todo se andará. Quiero seguir con la poesía, si las musas me inspiran. También he escrito y estrenado alguna obrilla dramática, nonadas, en fin”, apostilla Huerta, que es todo un especialista en teatro. Tanto es así que, aparte de sus varias publicaciones sobre esta disciplina, fundamentalmente en el llamado teatro breve de los siglos de oro, “cierto Benavente oculto, la obra dramática de García Lorca, en particular 'El público'”, ha impulsado el teatro en la Universidad Complutense -donde imparte clases-, en colaboración con la fundación del Instituto del Teatro de Madrid.

Asimismo, ha contribuido, de un modo activo, a la creación de un máster y un doctorado en Estudios Teatrales, lo que le ha permitido el contacto con las gentes de teatro (dramaturgos, directores, actores), “que durante mucho tiempo han vivido de espaldas a la universidad, y la universidad de espaldas a ellas, claro”.

El teatro como una actividad que tiene, en su opinión, una proyección pública realmente extraordinaria. Y con la que se siente muy satisfecho. El teatro como compendio de su dedicación a la enseñanza y la investigación, labores indisociables, a su juicio.

“Soy de los que creen que la enseñanza es indisociable de la investigación, y no concibo la una sin la otra, sobre todo en el ámbito de las humanidades”.

En este mismo sentido, está convencido de que el estudioso de la literatura, el crítico (como es su caso) está siempre en contacto con la creación, es decir, cerca de la belleza y del espíritu.

Toda la obra cervantina: un verdadero deleite espiritual y, si me perdonas que me ponga estupendo, el consuelo mejor cuando uno ve ya, aunque sea a lo lejos, la última vuelta del camino.

La creación versus la crítica literaria

“Su función es la de ser un mediador entre el creador y los lectores, y ayudar a estos para la buena apreciación de la obra literaria. No es extraño que un día, siquiera sea momentáneamente, abandone esta tarea de comentarista, para intentar él crear algo también. El empeño es difícil, porque como crítico sabe mejor que nadie de las imperfecciones y las deficiencias de la obra mal hecha. Y tal vez esto lo lleve a cierta actitud imposible. En cualquier caso, el esfuerzo merece la pena, porque la creación está siempre por encima de la crítica, que es efímera: lo ha dicho el que acaso sea el mejor crítico de la contemporaneidad, George Steiner. Tú puedes escribir una extraordinaria exégesis de 'El Quijote', pero a la postre será insignificante ante la grandeza de aquel”, nos revela Huerta, haciendo hincapié en el hecho de que algunos colegas suyos, “algo petulantes” están convencidos de que su labor crítica es poco menos que trascendental para el desarrollo no sólo de la literatura sino de la humanidad.

“Otro gran crítico, Todorov, escribió en los años 70 una 'Gramática del Decamerón', que tuvo mucho éxito en su momento. Hoy hasta el título nos parece un despropósito: ¿cómo se puede reducir el genio de Boccaccio a un código tan antipático como el de la gramática?”, se plantea el creador e investigador Huerta, quien, con buen humor y talante, cree que, si el crítico es consciente de los límites humildes de su tarea, puede ayudar mucho a estimular la lectura de las obras.

“Como profesor, me basta con cumplir ese objetivo respecto de los buenos estudiantes, y son ya centenares, los que han pasado por mis clases”, agrega este estudioso sobre Leopoldo Panero, y admirador de la poesía de Antonio Gamoneda y Antonio Colinas, que son ya, en su opinión, dos clásicos de la mejor poesía contemporánea.

También reivindica a narradores como Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio, Julio Llamazares..., “a quienes debemos algunas de las mejores novelas escritas después de 1975”. O bien la producción cuentística de José María Merino, que se le antoja cada vez más admirable, “como lo fuera la del recordado maestro Antonio Pereira”.

Aparte de estos escritores ya consagrados, “incorporados con todos los honores al Parnaso de nuestro tiempo..., la nómina es ampliable a otros, veteranos y noveles, como Andrés Trapiello, Andrés Oria, Raquel Lanseros, Antonio Manilla... Y que me perdonen los no citados”.

El propio Andrés Martínez Oria afirma que la poesía de Huerta es auténtica, “personal y verdadera, surgida de la experiencia del yo que es vivencia cotidiana y a la vez intelectual... En fin, poesía comprometida y de contenido moral quizá hasta ético”.

Cuenta el autor de 'Manual de literatura' que hace unas semanas les hablaba a sus estudiantes del prodigio casi astral que suponía la coincidencia en un mismo espacio y un mismo tiempo ˗la España del Siglo de Oro˗ de escritores como Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Góngora, Quevedo... “Pues bien, esas coincidencias milagrosas se dan en otros ámbitos y en otros niveles... y ese es el caso de los escritores leoneses. Sin prurito alguno de carácter chovinista bien se puede hablar de una verdadera edad dorada de la literatura 'leonesa'”, afirma Javier, devoto de Cervantes, habida cuenta de que nos ha legado a la posteridad un verdadero ejemplo de vida y de obra bien hecha, “como recientemente ha destacado el filósofo Javier Gomá”, apostilla el autor de 'Gerardo Diego y la Escuela de Astorga', que en estos momentos está releyendo, desde las claves éticas que ha apuntado, al creador de 'El Quijote', porque también lo tiene que explicar a su alumnado, “toda la obra cervantina: un verdadero deleite espiritual y, si me perdonas que me ponga estupendo, el consuelo mejor cuando uno ve ya, aunque sea a lo lejos, la última vuelta del camino”.

Además de figurar el gran Cervantes en la biblioteca de Javier, “cada vez más pequeña, pues uno con la edad va siendo más selectivo”, están los escritores rusos: Gógol, Turguéniev, Tolstói, Chéjov, Bulgákov, Ajmátova, Solzhenitsyn, “tan despreciado por la progresía occidental...”, “tan olvidados por el gusto anglosajón (ha sido nefasto el tal Harold Bloom)”.

No entiendo cómo en las facultades de ciencias políticas, de donde está saliendo tanto cerebro descerebrado (con vocación de gobernantes para mayor inri), no es libro de lectura obligatoria 'Los demonios', un verdadero antídoto contra populismos, nihilismos, radicalismos, materialismos y otros ismos nefastos de nuestro tiempo

Y, por encima de todos, está Dostoievski, que predijo buena parte de los desastres que han ocurrido en el siglo XX, según Javier. “No entiendo cómo en las facultades de ciencias políticas, de donde está saliendo tanto cerebro descerebrado (con vocación de gobernantes para mayor inri), no es libro de lectura obligatoria 'Los demonios', un verdadero antídoto contra populismos, nihilismos, radicalismos, materialismos y otros ismos nefastos de nuestro tiempo. En otra vida me dedicaré, sin dudarlo, a la filología eslava y al estudio de la literatura rusa. Es una de mis frustraciones”, sostiene el autor de 'Historia del teatro breve en España', que rememora a don Francisco López Estrada como a uno de sus maestros, “uno de los sabios más íntegros y honrados de la Escuela de Filología Española (era catalán y tenía verdadero seny). Un día, después de un examen de cuarto de la licenciatura, me citó en su despacho. Sin demasiados cumplidos, me dijo que pidiera una beca universitaria. Salí llorando de contento, y desde entonces...”.

No sólo de sus maestros o maestro se siente orgulloso Javier, sino de muchos de sus seguidores/exalumnos, algunos ya catedráticos y profesores de universidad. “Representan la cadena universitaria de la que hablaba López Estrada: los eslabones somos nosotros”, especifica Huerta, que en estos momentos está escribiendo una 'Historia maldita del teatro español', un recorrido por las zonas más sombrías e inquietantes de nuestra escena –matiza– desde la Edad Media hasta el franquismo.

Al mismo tiempo, trabaja en un libro sobre La Barraca de Federico García Lorca, “uno de los proyectos culturales y teatrales más ejemplares de nuestra historia contemporánea”.

Entrevista breve a Javier Huerta Calvo

“Lorca me parece más vivo que muchos escritores que están vivos”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Y por tercera y cuarta vez y, claro, más de un libro: 'Los hermanos Karamazov', 'La muerte de Virgilio', los cuentos de Borges, el teatro de Shakespeare, el 'Cántico espiritual', cualquier título de Camus...

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Acaso Federico García Lorca, que me parece más vivo que muchos escritores que están vivos.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

Déjame que me dé el gustazo de mencionar a varios: Pereda, Zorrilla, León Felipe, el Alberti de las 'Coplas de Juan Panadero', las novelas de Rosa Chacel, Vázquez Montalbán, el teatro de Rodrigo García, y, por supuesto, la caterva de novelistas «planistas» de nuestros días: digo planistas porque escriben todos igual, en el mismo plano de vulgaridad e insustancialidad, y, eso sí, todos muy progres y políticamente correctos.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Demasiado vehemente, como estás viendo.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

La bondad.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

No muy buena, la verdad. La política está en manos de profesionales sin escrúpulos (corruptos) o/y sin formación (estultos). La actual crisis catalana ha permitido ver la superioridad intelectual de figuras del 'ancien régime' de la Transición (Borrell, González) sobre los figurines posverdaderos (Puigdemont, Iglesias, Colau, Kichi, etc.). Pienso también en otras figuras ya fallecidas pero que, desde trincheras contrarias, defendieron nobles ideales: Fernández Miranda, Tarradellas, Tierno Galván, Suárez, Fraga, Sánchez Montero, Camacho...

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Un buen partido de fútbol, preferentemente si es de mi equipo, el Real Madrid. Una ópera de Haendel. Una buena representación teatral. Una película clásica. Y, sobre todo, charlar y reírme con mi hija Inés.

¿Por qué escribes?

Porque es lo que sé hacer de una manera al menos discreta. En casi todo lo demás, soy un inútil.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Ni hablar. Suelen empobrecerlo. Los ágrafos, por ejemplo, que antes estaban por suerte calladitos, ahora se han vuelto grafómanos que escriben de todo y con toda desvergüenza, generalmente frivolidades y topicazos. Esto no quiere decir que yo desprecie las redes; son imprescindibles en el mundo de hoy, y son muy útiles, pues permiten reencontrar a amigos que creías perdidos.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

En general, los escritores de vocación moralista (y entiéndase el término en su acepción más noble): Séneca, Manrique, Fray Luis de León, Mann, Broch, Cernuda, Panero, María Zambrano (los zambranistas son, sin embargo, bastante cargantes), Colinas...

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

No me atrae mucho el medio, aunque hoy es casi un instrumento imprescindible para un escritor que desea darse a conocer o medrar. Y te digo lo mismo de antes: sobre el irresistible ascenso de los ágrafos.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Dos versos: «Iguala con la vida el pensamiento», de la 'Epístola moral a Fabio'; y otro de Luis Rosales: «Sabiendo que jamás me he equivocado en nada sino en las cosas que yo más quería». El primero es una aspiración un tanto presuntuosa pero noble, al fin y al cabo. El segundo resume una gran parte de mi existir, plagado de errores. Así que, si me permites, la frase sería: «Yerro, luego existo».

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