Demetrio Fernández González: “Un escritor es lo que lee, porque desde ahí crea y reproduce, reproduce y crea”

Demetrio Fernández González

Manuel Cuenya

“1944. Alusión, elusión y elisión: Dificultad para escribir, para encontrar la palabra precisa, cabal y adecuada. Cuando las realidades son nuevas, desconocidas, sorprendentes y nunca vistas ni oídas –aunque se palpen, se huelan y se malsaboreen-, es difícil describirlas, enumerarlas o contarlas (topos de lo inefable).

El lenguaje –la palabra- como vehículo de transmisión, como sustituto o suplente de la realidad -¿acaso como suplantador de la realidad?-, como intermediario entre una realidad ajena y un ser humano que ve, oye, describe o narra, pero que intenta sentir y no comprende...“

(Demetrio Fernández González, 'Sinfonía de Praga')

Autor de la monumental 'Sinfonía de Praga' (monumental por sus muchas páginas y también por la cantidad de referencias literarias, musicales... culturales que existen en la misma), Demetrio Fernández González es Catedrático de Lengua y Literatura. Y eso se nota en su academicismo, a la hora de componer con las palabras, pero también en su faceta creadora, en sus múltiples lecturas, entre las que están desde Cervantes hasta Flaubert o Tolstói pasando por Proust, Joyce, Faulkner, Kafka (por supuesto) y tantos otros que, a su juicio, han asentado el canon de la novela moderna, “sin olvidar a Juan y a Luis Goytisolo, a Javier Marías, a Paul Auster, a Enrique Vila-Matas o a Javier Cercas... Un escritor es lo que lee, porque desde ahí crea y reproduce, reproduce y crea; no hay otro sistema posible ('ex nihilo nihil fit', que dijo el filósofo)”.

En cualquier caso, reconoce que la literatura siempre ha estado dentro de él, siempre le ha acompañado, en el desempeño de su actividad en España como docente y aun como Inspector de Educación durante más de tres décadas, y también cuando le ha tocado trabajar en diversos lugares del mundo, entre otros en Praga, de ahí que conozca bien su geografía, incluso la sentimental, de la ciudad en la que viviera el genial y atormentado Kafka. Pues tanto Praga, la milenaria, mágica y judía “ciudad de las mil torres” (escenario de la novela, por eso el título de la misma) como Kafka están muy presentes en la misma. Kafka (casquivano y esquivo) y su amigo Max Brod (narrador, compositor y crítico judío), que salvó de la quema y/o destrucción los manuscritos del autor de 'El proceso' y 'La metamorfosis', por fortuna, para nuestra gloria.

Con respecto a Kafka, Demetrio Fernández cita incluso al corresponsal de 'Público' en Israel, Eugenio García Gascón, quien llegara a publicar un artículo titulado 'Más sombras sobre el legado de Kafka'.

Me resulta curiosa esta referencia a García Gascón, porque uno tuvo la ocasión de conocerlo en un viaje a Jerusalén. “Entrar en Israel impresiona, adentrarse en esas tierras milenarias no deja frío a nadie”, escribe Demetrio Fernández al inicio del capítulo 10 de su 'Sinfonía de Praga'.

“La literatura estaba en mí ya desde aquel niño desarrapado de Villahibiera que se pasaba las horas leyendo todo lo que encontraba -en aquel sistema de vida eran muy pocos los libros que había en nuestra casa de pueblo-, aunque fui afortunado porque mi tía Celerina, que 'servía' en León en una casa bien, nos traía los libros que sobraban en la casa donde trabajaba”, recuerda Demetrio.

Resulta curioso lo de su tía Celerina. El propio Rulfo decía que su tío Celerino le platicaba las historias que, transcurrido el tiempo, el publicaría bajo los nombres de 'El llano en llamas' y 'Pedro Páramo'.

“Recuerdo cómo, cuando contaba con diez años, tras operarme de apendicitis en el Hospital Nuestra Señora de Regla, mis padres, generosos ellos, que se quitaban el pan de la boca para dárselo a sus hijos, me compraron mi primer libro, y les pedí 'Viaje a la Alcarria', de Cela, de la colección Austral. Y luego me compraron 'Industrias y andanzas de Alfanhui', del recientemente fallecido Sánchez Ferlosio”, agrega Demetrio, quien, en su etapa de madurez, sin abandonar sus actividades profesionales, puede dedicarse a la creación literaria y a la literatura casi en cuerpo entero, lo que le ha llevado asimismo a mostrarse crítico (constructivo, por supuesto) con todo eso que se ha dado en llamar poesía, “que en este momento difunden tantos jóvenes y no tan jóvenes en las redes sociales: Poesía es algo más que contar que iba yo por un camino y me encontré con un espino; es mucho más que los efluvios líricos y sentimentales al uso”.

En todo caso, está convencido de que la poesía puede escribirse en la juventud (Rimbaud es un buen ejemplo), “pero para escribir novela, entendida esta como obra literaria, es imprescindible la madurez que da la vida”.

Recuerdo cómo, cuando contaba con diez años, tras operarme de apendicitis, mis padres, generosos ellos, que se quitaban el pan de la boca para dárselo a sus hijos, me compraron mi primer libro, y les pedí 'Viaje a la Alcarria', de Cela, de la colección Austral

En esta misma línea, cabría diferenciar, como apunta él, lo que sería la literatura con mayúsculas, o simplemente literatura, de aquello que no es literatura y se vende como tal. Algo que ocurre, por desgracia, como demasiada frecuencia en este mundo.

“En la literatura, como en cualquier ámbito de la vida, también es legítimo y necesario incorporar el criterio de 'valor', que no todo lo que se vende -y se vende, a veces mucho, y muy bien- como literatura lo es”, reflexiona este villahibierense, que no deja de ser ni quiere dejar de ser el que fue y el que es, “nature más que nurture, sin renunciar a sus ancestros y a la tierra que le vio nacer y en la que dio sus primeros pasos”, si bien confiesa que es y quiere ser ciudadano “de este mundo redondo y transitable, de un mundo sin fronteras, de un mundo integrado y solidario”.

León, tierra vaciada

Desde Madrid, donde ahora reside, o desde los diversos puntos del globo por los que ha transitado, León se le antoja una tierra vaciada, “que no baldía, que ha ido expeliendo a sus hijos a la búsqueda de otras perspectivas, si es que no de la simple supervivencia”. Algo, por lo demás, habitual en las gentes leonesas, que han tenido que emigrar en busca de un futuro porque su propia tierra se lo ha negado. O no ha podido dárselo.

Sea como fuere, Demetrio es leonés y ejerce como tal siguiendo de cerca la literatura leonesa, “aunque sin voluntad alguna de provincianismo”.

Cuenta que seguía la literatura leonesa ya desde muy joven, y se sentía feliz recreándose en 'Claraboya', que tuvo la posibilidad leer en el Seminario Menor 'San Isidoro' de León, o de establecer contacto con Victoriano Crémer cuando Demetrio sólo era un joven aspirante a poeta. Recuerda todavía sus encendidas diatribas en 'Así es la vida, Federico'.

Y la siguió, siendo estudiante universitario en Madrid, adonde se fue en realidad en busca de una salida profesional, como tantos leoneses en los años 70 y 80 del siglo pasado, porque sus padres, “y todos aquellos seres curtidos por el sol, que tenían los pies bien asentados en el suelo y los ojos puestos en lontananza”, solían decirle: “estudia, hijo, que si no ya sabes lo que te espera”. Y de este modo pudo labrarse un futuro provechoso.

Rememora con puntual detalle las veces que acudía a la Casa de León, ubicada en la calle Pez, para compartir encuentros con el fallecido Jesús Torbado, Luis Mateo Diez (el hermano de Luis Mateo, Miguel, le dio clase de Lengua y Literatura), José María Merino, Juan Pedro Aparicio, Ernesto Escapa. Y “tutti quanti formaban parte de la 'mafia' de escritores leoneses”.

Demetrio, por ser el más joven del grupo, “un estudiante universitario desarrapado e introvertido”, podía beber libremente, en su opinión, el coñac de la botella que se situaba en el centro de la mesa. Y, además, a él no le permitían pagar a escote a la hora final. Todo un privilegio.

Con el transcurrir de los años, “ya más desde la distancia, pero desde la proximidad de los libros”, ha podido seguir al fallecido y entrañable Antonio Pereira, a Antonio Colinas, a Andrés Trapiello (le dio clase de Dibujo su tío César), a Julio Llamazares, a Agustín Delgado (con el que compartiera esfuerzos profesionales en la Inspección de Educación), a Antonio Gamoneda, a Jesús Fernández Santos, a Noemí Sabugal, a David F. Villarroel, a Ramón Carnicer, a Juan Carlos Mestre, a Elena Santiago, a Eugenio de Nora, a José Antonio Llamas, a José Luis Martín Nogales, entre otros y otras.

“No tendremos la FASA-Renault -que el obispo Almarcha y otras hierbas hicieron que se instalara a orillas del Pisuerga y no a las del Bernesga-, no tendremos industria agraria, no tendremos futuro, pero mira que escritores, tenemos para dar, tomar y dejar”, apostilla este creador, convencido de que, para crear una obra de arte, ha de ofrecer una cosmovisión poderosa que cree un nuevo mundo y que cree un nuevo lector y permita a este ser más, ser otro y distinto al que era en el momento en que inició la lectura de la obra.

La novela postmoderna como obra de arte, o nowwwela o nowebla, como a él le gusta denominarla, “es y ha de ser mistificación, escritura desatada e imitación compuesta... es y ha de ser finalmente una mesa de trucos, tapiz de diversos y bien entrelazados hilos y composición coral, al fin, si bien se lee”. Y esto es lo que ha procurado hacer con su 'Sinfonía de Praga' (que nos hace recordar, al menos en el título, el documental 'Berlín, sinfonía de una ciudad', de Ruttmann).

'Sinfonía de Praga' es asimismo un modo de acercarse al arte de novelar. Y una invitación a la reflexión sobre la poética de la novela y sobre el arte de construir novelas en la actualidad.

Y es la historia de meme, mujer joven, de buen ver, que se mueve como pez en el agua por la embajada de Israel en Praga, jugando a un juego de mentiras y medias verdades. Y la historia de Lieserl (la desconocida e ignorada hija de Albert Einstein y Mileva Maric), con su Diario.

“La novela en este tiempo, si quiere ser tal y como tal ser considerada, se ha de someter a las estrictas reglas de la poética o de la retórica de la novela, al arte de hacer novelas en este tiempo”, precisa este novelista que aspira a ofrecer al lector un relato bien estructurado, “où tout se tient, una peripecia motivadora, una voluntad de estilo que cautive y una anagnórisis final que sorprenda y arrobe, unos hechos sorprendentes, que conecten el pasado de los años 30 y 40 del siglo XX, la Europa Central de la Segunda Guerra Mundial, con el más rabioso presente”, como es el caso de su 'Sinfonía de Praga'.

Una 'Sinfonía', en el estricto sentido musical (pues, como ya había adelantado, las referencias a este arte son constantes, abundantes, sustanciosas, desde Mahler a Arvö Part, por ejemplo, pasando por Olivier Messiaen, Ligeti o Steve Reich, hasta Dulce Pontes o Madredeus), que nos adentra en los horrores del siglo XX, con su Holocausto, “caníbal”, sus campos de concentración, de extermino: Terezín, Mauthausen o el brutal Auschwitz, con sus montañas de gafas, sus montañas de calzado, sus montañas de cabello, sus letrinas nauseabundas, sus alambradas, sus cámaras de gas, sus crematorios, su paredón de la muerte. Un espectáculo espeluznante, aún hoy, cuando se contempla con la mirada de quienes aún creemos en un mundo más justo, más compasivo, menos salvaje.

“Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, llegó a escribir el filósofo Adorno, uno de los máximos exponentes de la Escuela de Fráncfort y de la teoría crítica de inspiración marxista.

Ahora, más que nunca, “en este mundo de ruido y furia y en estos tiempos sin tiempo, el creador ha de reflexionar acerca de la literatura hoy; acerca del compromiso que la estética ha de mantener con la ética, acerca de la novela entendida como expresión estética de la ética humana ('Nulla aesthetica sine ethica'); acerca de la responsabilidad ética del novelista para analizar críticamente el pasado y críticamente comprometerse con el presente, y de la corresponsabilidad ética con el mundo que hemos de dejar hacia el futuro”, explica con lucidez este singular autor, que en estos momentos está trabajando, como ya lo hiciera con su 'Sinfonía', sobre el pasado reciente desde el presente más rabioso, voluntad ética y estética conjuntadas nuevamente. Se trata de un proyecto extraordinariamente ambicioso, según él, adelantando lo siguiente:

No tendremos la FASA-Renault, no tendremos industria agraria, no tendremos futuro, pero mira que escritores, tenemos para dar, tomar y dejar

“Es 26 de septiembre de 1940, en la frontera entre la Francia ocupada por las tropas hitlerianas y la España de un Franco victorioso. En Portbou, a una persona que huye de Francia no la dejan cruzar la frontera hacia España, camino de la salvación, camino de Lisboa para ir a EE.UU. Esa persona en este momento es 'apátrida' (sin nacionalidad), pero es alemana, es judía y se llama Walter. La policía española la va a entregar al día siguiente a la Gestapo, que la va a enviar a uno de los campos de concentración y de exterminio. Esa persona ese día, 26 de septiembre de 1940, en Portbou, se suicida. Esa persona se apellida Benjamin”.

Kafka y Water Benjamin: dos mentes lúcidas del siglo XX.

Entrevista breve a Demetrio Fernández González

“La vida es corta, el tiempo apremia”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Aunque pueda resultar manido, el 'Quijote', siempre el Quijote; y luego cientos y cientos, miles de libros más, que le hacen compañía.

Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).

Mi padre y mi madre, que dejaron solos demasiado pronto a sus hijos -los hijos siempre tienen la sensación de que sus padres los dejan demasiado pronto, aunque mueran con más de 70 años-; mi padre y mi madre, que se quitaban el pan de la boca para dárselo a sus cinco hijos.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

La mayor parte de lo que se presenta como literatura actualmente, que es lo que la gente lee. Y si he de citar algo sirva el último premio Biblioteca Breve de Seix Barral. ¡Qué lástima! ¡Cuánto desperdicio!

Un rasgo que defina tu personalidad.

Adusto leonés, dirían muchos. Y a mí me vale.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

La honestidad, que no está muy valorada en estos tiempos.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Vivimos en un mundo “desatado y confuso -tiempos de banalidad del bienestar, tiempos de mediocridad plomiza y hasta de vacua trivialidad-”, se dice en la página 323 de Sinfonía de Praga. Desgraciadamente, me temo que así es este mundo de posverdad y transvarguardia en el que vivimos.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

El papel que asumo como creador de una obra literaria, de una obra de arte, que, parafraseando lo que he escrito en 'Sinfonía de Praga', es el papel del dios todopoderoso y eterno -fama y fortuna- que a trancas y barrancas va haciendo avanzar su creación y su obra (Pág. 371) para solaz y disfrute de los lectores.

¿Por qué escribes?

He plantado unos cuantos árboles, he criado a dos hijos y he escrito algunos libros. ¿Qué más se puede pedir? ¡La felicidad, ya pleno y realizado!

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Las redes sociales me sirven para acercarme a los demás, para compartir, para comunicar. Aunque la realidad es que en las redes sociales hoy día hay mucho mirón, que si muchas veces le da al “Me gusta” de manera acrítica en otras saca su espíritu vitriólico a campear por el espacio sideral.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Los clásicos, siempre hay que volver a los clásicos -incluidos los clásicos de la literatura moderna-.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

En estos tiempos posmodernos, no podemos ignorar internet, las webs o los blogs. Por ello 'Sinfonía de Praga' -que se presenta como una nowwwela o nowebla- está íntimamente ligada a la web, de manera que es posible y deseable complementar la lectura de la obra con el acceso a una página web propia, donde el lector activo y curioso podrá encontrar mucho y bueno, y al blog asociado a la misma.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Lo haré parafraseando una frase de 'Sinfonía de Praga': La vida es corta, el tiempo apremia y cuando tengamos puesto ya el pie en el estribo y con las ansias de la muerte, como Cervantes escribió, yo solo quiero, aunque de manera anónima -si es que no apócrifa-, dejar fama y fortuna de lo que ha sido (Pág. 371).

Así es; así será, si así os parece.

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