'Espacio-tiempo'

Título original: Morning Sun (Sol de la mañana) Autor: Edward Hopper

Susana Celis Tena

Tendremos que reescribir las fórmulas de nuestra experiencia vital, porque el tiempo se ha detenido estos días de confinamiento, pero el espacio que da cabida a nuestras vivencias se ha engrosado, engullendo una secuencia continuada de nuevas situaciones y sentimientos como un gigantesco agujero negro.

Hoy, que intentamos volver a la normalidad ―también tendremos que redefinir su significado―, queriendo entender todavía como tal, la vieja idea de poder movernos en las calles, aunque todavía no hayamos concretado un destino, y el dejar de sentir la gravedad que nos ha mantenido jugando como esferas anónimas en una variante del clásico Pong en los límites de nuestro hogar, quiero, como en la foto fija de los birretes de los estudiantes lanzados al aire tras finalizar una etapa transitoria, detener el aliento de la última inspiración en confinamiento, tras la cual, espiro el aire cargado de estas nuevas sensaciones que ya son viejas.

Por eso, cierro la ventana que me conectaba al mundo, intentando hacer rápidamente una captura de pantalla que atrape lo que aún no se ha esfumado de esta vivencia única, antes de que se contamine por la embriaguez de la «vuelta a casa», y perpetuar su imagen en mi álbum de recuerdos.

Mirando atrás, abro la ventana ymi ciudad tiene ecos de pueblo.Si, eco-luz de calles vacíascon presencia efímera de voces rebotadas en paredes en las que se abren otras ventanas. Ese silencio del que brota la palabra de una mujer en su casa, el piar breve de un pájaro que llega y se va, el zumbido del abejorro que no ha encontrado su flor, un niño balbucea... y otra vez, el silencio rebotando en la luz.

Noticias, rumores, ecos con su efecto mariposa encienden cada día los grupos de las redes sociales que nos unen como un gran cordón umbilical de una única madre desconocida que nos arropa a todos, aquí y allá, en una lengua y en otra, imágenes y vídeos que dan vueltas y vueltas al mundo como vigorosos brazos de Botero. Las videoconferencias nos permiten jugar en dameros de voces y gestos, acercándonos un poco más del metro y medio permitido, y cantar juntos para ahuyentar el miedo.

Desbordados por la velocidad de la cámara rápida, lo que hoy ni imaginamos, mañana forma ya parte de nuestra experiencia colectiva. Los números de la tragedia no dejan de asombrarnos. Desterrados, demasiados ojos se convierten en perlas cada día.

No nos queda casi espacio, pero tenemos tiempo. A la tarde, la ciudad abre sus balcones, de los que brotan aplausos asíncronos que se van acoplando con las sirenas al compás de una oda a los héroes de esta contienda. Al paso de los días, los acordes se transforman en canto al nazareno acentuando el vacío de una plaza DeChiriquiana.

Pero aún tenemos tiempo, mucho tiempo. Al anochecer, cuando se silencia la ciudad y se cierran por dentro los candados, dejando el paisaje libre de la huella humana, aunque haya superluna rosa, el círculo negro que nos aprieta se hace más negro. ¿Está pasando de verdad?

A la mañana, nos sentimos afortunados si volvemos a escribir la misma historia otro día más y asimilamos con naturalidad el nuevo relato que se nos cuenta. Y salimos, aún no habituados a los nuevos atuendos, al único lugar de contexto social que nos queda, para abastecer el invierno que se prolonga reiteradamente entre nuestras paredes.

Antes de volver a abrir esta ventana, me recuerdo en Jerusalén, mirando desde el Monte de los Olivos cómo la muralla-cinturón de la vieja ciudad aprieta fuertemente sus cuatro cuartos, obligando a sus moradores, diferenciados por las religiones que les separan, a mezclarse aunque no quieran, porque les une el mismo perímetro de lo sagrado. De igual modo, el lazo de la pandemia, atravesando fronteras, nos ha confinado, vulnerables, en el mismo planeta.

Ahora que se van desdibujando las sombras del delirio, deseosos de hacer reales los abrazos virtuales, siento el vacío que queda al desmontar el escenario tras el éxito de la obra, queriendo atrapar los mensajes que se van desvaneciendo, con tanta prisa, del simbólico sueño al despertar.

Vuelvo a abrir la ventana a sabiendas de que a partir de ahora ya no seremos conscientes de que respiramos sin respiradores y grito de nuevo ¡Resistiré!

* 'Espacio-tiempo' es un relato publicado dentro de la iniciativa lanzada por la asociación cultural El Pentágrafo e ILEÓN.COM para recoger escritos con temática relacionada con la actual crisis ocasionada por el coronavirus Covid-19.

Susana Celis es arquitecta y profesora de secundaria de Tecnología. Ha querido expresar con este relato de emociones la huella que habrán dejado estos díasde confinamiento en la memoria colectiva cuando volvamos a la “normalidad”.

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