Gilberto Suárez, el leonés de acero, suma a su gloria los 113 kilómetros de Baréin

Gilberto Suárez en el Bahrein 70.3 Middle East 2017.

Marta Cuervo

“Cuanto más perdido se tenga algo, más hay que luchar”. Esta frase fue determinante en los momentos de penuria que sufrió el triathleta y aventurero leonés Gilberto Suárez, durante su prueba en Baréin 70.3 en Oriente Medio, la semana pasada, y en la que incluso llegó a plantearse abandonar. Pero la tenacidad y la luz de este pensamiento que tantas veces había oído de los labios de sus padres, resonó en su interior proporcionándole la energía que le impulsó a obtener el puesto número 49 de su categoría.

Recién llegado de la intensa prueba, con 113 kilómetros más acumulados en el podio de sus superaciones y éxitos deportivos -1,9 km de natación, 90 km de ciclismo y 21,1 km de atletismo- Gilberto describe su aventura árabe, tan inolvidable como dura. “Me resultó más duro que el Ironman de Zurich, a pesar de que se trataba exactamente de la mitad de recorrido. En Zurich conseguía recuperarme más rápido, lo que significaba que estaba más preparado”, reconoce el atleta leonés, que los últimos dos meses antes del Ironman se vio sometido a un estrés muy alto por trabajo y sin haber podido entrenar y descansar lo suficiente,

Para poder llegar al 'half Ironman', Gilberto viajó durante 13 horas hasta la isla del golfo pérsico, donde llegó sólo con 24 horas de antelación a la competición: el Ironman 70.3 Middle East Championship Baréin 2017. “El viaje me trastornó mucho. Tenía un tiempo muy justo para el descanso tras el traslado, para la aclimatación y preparación”, apunta.

Tuve grandes dudas de poder llegar a la meta, pero la persona más importante de mi vida me ha enseñado a luchar cuando la batalla está casi perdida y era el momento de sacar el arsenal más importante: la mente

En la parrilla de salida junto a grandes como Javier Gómez Noya

A las 6.30 horas de la mañana del sábado 25 de noviembre se dio la salida. “Me coloco en la cajonera de los participantes que saldrán del agua en menos de 30 minutos, más o menos el tiempo que tardaré en recorrer 1.900 metros a nado. Se trata de la primera cajonera con los mejores nadadores. Debido a las crestas y olas en el agua por el viento, salgo del agua en 31 minutos, dando brazadas en vacío pero con buenas sensaciones”, detalla el triathleta, sintiendo todavía cada segundo. “Hago una transición rápida a bici, donde adelanto algunos de los nadadores que salieron antes que yo. Y aquí comienza el calvario de la prueba. El viento en la bici se hace más palpable, y en cuanto salimos de la cuidad es mucho más fuerte, cambiando de dirección constante. Esto hace que no encuentre un ritmo cómodo, ya que en algunos momentos voy a 45 km/h y en otros a 24 km/h entregándome al máximo. Estos cambios tan bruscos me torturan la musculatura de tal manera que siento las piernas muy vacías en el km 45”, continúa Gilberto, que justo a esa altura de la prueba realizó una vuelta completa en el circuito d Fórmula 1 Sakhir, algo de lo que más le impresionó dentro del recorrido. “Intento recargar energía, comer y beber para reponer e intentar disfrutar de lo que aún quedaba, que era mucho”.

Gilberto Suárez en el Bahrein 70.3 Middle East 2017.

Gilberto a este punto insiste en que este tipo de competiciones son pruebas de gestión, “de gestionar sensaciones, transiciones, el poder mental en definitiva”; y prosigue con su relato: “Salgo del circuito, me vuelvo a acoplar y se complica, las piernas no van y me dan guerra. No doy los watios que acostumbro a dar en el sector bici. Pierdo bastantes más posiciones en bici de las que yo logro recuperar, aún así logro sacar una media de 33 km/h, siendo un circuito muy rápido sin viento, pero con el dios Eolo golpeando fuerte, que lo convierte en extremo. Una agonía hasta llegar a la transición final y ponerme a correr. Después de lo sentido en la bici, sabía que se me iba a hacer eterna la media maratón”, confiesa.

Últimos kilómetros antes de alcanzar la gloria del 'half Ironman' árabe

“Me cambio a toda prisa, me pongo en movimiento, y no me siento del todo mal hasta que en el km 2, vino el hombre del mazo en toda su extensión. Me empezaron a salir ampollas en las plantas de los pies, me rozaba el tritraje haciéndome heridas en ambas ingles y empezaron las náuseas debido a un gel que tomé, también se sumaron los calambres”, declara el aventurero leonés.

Todos los que cruzamos la línea de meta somos ganadores, desde el primero al último, nos sentimos así

Pero nada hace que Gilberto se rinda. “Cuando te pasa esto, no hay más opción que intentar pensar en las cosas bonitas que te hayan pasado en la vida con objetivo de engañar a la mente de tantos focos de dolor abiertos. Las náuseas me obligaron a parar dos veces unos minutos, los calambres a cambiar de ritmo constante, y el resto era pura supervivencia. Tuve grandes dudas de poder llegar a la meta, pero la persona más importante de mi vida me ha enseñado a luchar cuando la batalla está casi perdida y era el momento de sacar el arsenal más importante, la mente”.

Y así, Gilberto Suárez volvió a convertirse, de nuevo, en el hombre de acero al que nos acostumbró con su experiencia en Zurich. “Crucé la meta, en un puesto 49 de mi categoría y el 300 de 900, de los cuales 150 se habían retirado”, expone feliz, asegurando que uno de sus objetivos principales es “remover a la gente”, para que se animen a hacer realidad sus suelos. “Se trata de una experiencia enriquecedora y única. Me junté con los mejores del mundo en la parrilla de salida, entre ellos Javier Gómez Noya”, declara el deportista asegurando también que en este tipo de pruebas se produce una especie de hermanamiento entre los corredores, que se preocupan los unos de los otros. “Todos los que cruzamos la línea de meta somos ganadores, desde el primero al último, nos sentimos así”, finaliza Gilberto que, seguro, ya prepara en su mente la próxima aventura.

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