Ateo y papón: la otra tradición de la Semana Santa de León

Foto: Carlos S. Campillo/Ical

ileon.com

Que la Semana Santa trasciende de lo meramente religioso y espiritual es algo que a nadie se le escapa. La celebración de esta fiesta está muy arraigada en muchos lugares de España y cobra un especial protagonismo en la ciudad y provincia de León donde se suceden los actos sacramentales, procesiones y vía crucis a lo largo de los diez días intensos de la Semana de Pasión que dan comienzo el Viernes de Dolores y no terminan hasta el Domingo de Resurrección y que suman hasta 60 en la capital leonesa.

Quien más y quien menos no puede escapar del ambiente que se vive estos días y que lo inunda todo, desde los medios de comunicación, los escaparates de las tiendas, las calles engalanadas y que, incluso, toma los bares en forma de marchas procesionales de trompetas y tambores.

Se estima que en la ciudad de León hay en torno a 20.000 papones, personas que durante estos días se enfundan en su traje procesional, se ponen su capuchón y se disponen a vivir intensamente la Semana Santa en alguna de las 16 cofradías que toman las calles leonesas para el disfrute de muchos, aunque también para la desesperación de otros. Pero, ¿todos ellos son creyentes? Ni mucho menos, hablamos con varias personas que son orgullos papones, pero que, sin embargo, se confiesan ateos, una confesión que no quieren expresar en voz alta, pero que tampoco es ningún secreto.

Foto: Peio García/Ical

Se trata de una enorme contradicción a simple vista, pero que se fundamenta, sobre todo, en una tradición que se pasa de padres a hijos y que convierte a la Semana Santa también en una tradición y en un evento cultural que, como decíamos antes, trasciende mucho más allá de la religiosidad.

No quieren dar su nombre, y tampoco decir a qué cofradía pertenecen, pero fundamentan su razonamiento en razones que trascienden más allá de lo divino y se acercan sobre todo a lo humano, y, ¿Hay algo más humano que la familia? Un comportamiento heredado que sobrepasa toda lógica y que hace que personas que no pisan la iglesia durante todo el año y que no cumplen muchos de los preceptos divinos, por no decir ninguno, estas fechas se conviertan y defiendan a ultranza lo que el resto del año critican.

“Me gusta, me gusta ver las procesiones y me gusta vestirme de papón”

No es que tenga devoción, ni nada de eso, pero para mí es una tradición a la que no quiero renunciar, insiste.

“Me gusta, me gusta ver las procesiones y me gusta vestirme de papón”, así se expresa una de las personas entrevistadas por ileon.com que se reafirma en su sentimiento por la Semana Santa, aunque dice no encontrar motivos, más allá de que lleva vistiendose de papón desde que levantaba apenas un palmo del suelo y que cada año repite esta acción casi de forma inconsciente. La única especie de justificación que puede dar es que a sus familiares, a su abuela en concreto, le hace mucha ilusión verle procesionar. “No es que no tenga devoción, ni nada de eso, pero para mí es una tradición a la que no quiero renunciar”, insiste.

Así otro papón, en este caso papona, lo tiene mucho más claro, lo suyo ha sido provocado, según ella misma explica, por la presión familiar lo que le ha llevado incluso a ser bracera, algo que dejó no por su ausencia de fe, algo que tiene muy claro, sino por problemas de salud. “Llega la Semana Santa y me visto, no es por creer o no, es otra cosa, me pongo el traje y salgo, ya está”, asevera.

Esta leonesa asegura que nada le hará renunciar a disfrutar de la Semana Santa porque es algo que “lleva dentro” y no comprende que se cree tanta controversia porque disfruten de esta fiesta también las personas que no son creyentes. “No es algo raro, más entre la gente joven”, recoce. Además, asegura que seguirá manteniendo esta costumbre porque de lo contrario para ella “no sería Semana Santa”.

Un acto de tradición, que no de fe, sin más justificación, quizás, que haber crecido en un entorno en el que la Semana Santa lo envuelve todo y que lleva a hacer cosas que, para el resto de las personas resultan totalmente ilógicas, pero que en León, una ciudad de Semana Santa, tampoco resultan tan extrañas. Porque en León, ¿Quién no tiene un amigo, conocido o familiar que sea ateo y papón? Una lucha entre la razón y el corazón que, en este caso, gana la Semana Santa.

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