Villablino despide a Daniel Morales

El primero de arriba por la izquierda es Daniel con 17 años, y un equipo de San Miguel (cedida por Miguel Blanco).

Luis Álvarez Pérez

La mañana del sábado se tornó gris en Villablino, cuando el sol jugó al escondite con las nubes plomizas de un otoño prematuro, que trajo un fresco inhabitual en el viento que nos envolvió a todos, para suscitar el escalofrío generalizado. Era el momento de la despedida, de decir el último adiós a Don Daniel, como le llamábamos los que fuimos sus alumnos en el Instituto Obispo Argüelles de Villablino.

Era el escenario del ultimo adiós a Daniel Morales López, en el atrio del templo parroquial de Santa Bárbara, lugar de reencuentro de cientos de personas asistentes a la cita, cada una con sus razones ineludibles para estar allí en ese momento. En el aire se respiraba esa bonhomía, que el señor Morales siempre exhaló allá por donde estuvo, lo que logró hacer mucho más asumible el adiós.

Esto no pasa de ser un resumen de sensaciones, imágenes, y algo de realidad social. Lo cierto es que el funeral de Daniel Morales en Villablino el sábado, hizo evidente que la gente, cuando se ve afectada en su interior espiritual por motivos diversos, es capaz a superar temores de pandemias, de alarmas y de previsiones de riesgos. Cuando, además casi la totalidad de los asistentes superaban el medio siglo, no se si de edad o de antigüedad, pero de los cincuenta para abajo apenas dos o tres.

Daniel Morales López nació, por azares de la vida de sus padres en Palencia, donde su padre Serafín ejercía de veterinario. Pronto llegó a San Miguel, su pueblo de siempre allá por el 1925, cuando San Miguel aún era un pueblo, antes de ser absorbido por Villablino en 1956.

Se fue a estudiar fuera a León. Bachiller, veterinaria y regresó a su tierra. Mientras, de joven, defendió el orgullo de sus convecinos dando patadas, no a lo Kung Fu, si no de futbolista. Jugó con el equipo de San Miguel y luego cuando se creó el Laciana (1960), jugó algunos partidos con el nuevo club, fue miembro de la directiva y hasta entrenador del equipo.

Como veterinario ejerció por libre durante muchos años, peregrinando por los pueblos del entorno, no solo de León, también de los que aquí conocemos como de las cabeceras de Asturias, los de las bajadas de las vertientes norte de la cordillera hacia el Cantábrico (valles de Cerredo y Degaña, Ibias, Cangas, Somiedo y Ventana), lo que le hizo sin duda muy popular, y como todo en esta vida con defensores y detractores, pues “cada uno habla de la feria según le va en ella”.

La vena política le llegó ya en los años 60. En concreto toma posesión de su primer cargo de concejal el día cinco de febrero de 1967, al que renuncia en abril de 1970 por incompatibilidad con el cargo de juez de paz sustituto, para el que le nombran en esas fechas. Vuelve a tomar posesión del cargo de concejal el siete de febrero de 1971 y tres meses más tarde, en mayo, es nombrado alcalde por el Ministro de la Gobernación, Tomás Garicano Goñi, después de la muerte del anterior alcalde Manuel Barrio Valcárcel a finales del mes anterior.

En este cargo ejerció hasta la transición democrática y el nuevo periodo constitucional el 19 de abril de 1979, donde volvió a ser concejal de la primera legislatura democrática formando parte de la Agrupación Independiente. Repite en la siguiente legislatura como integrante de la lista de Alianza Popular y al finalizar la misma en mayo de 1987 abandona definitivamente la actividad política.

Por el camino estaba ejerciendo como profesor en el Instituto Obispo Argüelles de Villablino, donde se mantuvo hasta su jubilación a principios de los años 90. Actividades vitales, que le han hecho ser una persona muy popular en toda la comarca de Laciana y sus alrededores.

A lo que ha añadido su forma de ser, abierta, coloquial, siempre accesible para cualquier consulta. Como anécdota personal puedo comentar que tenía apalabrada con él una grabación para un documental sobre el fútbol de antes (recuerdos, anécdotas, experiencias), con el documentalista bañezano Óscar Falagán; que la pandemia ha obligado a ir posponiendo una vez tras otra, hasta dejarlo solo en una deseable y atractiva idea.

Daniel se hacía visible cada día, gozaba de una memoria envidiable para su edad y un día antes de su muerte, aún lo pude saludar acompañado de un grupo de habituales sentados en una terraza del centro de Villablino. Descanse en paz, y como decía en uno de sus bordados de cintas fúnebres Anxeliña de Prado (personaje ficticio de Álvaro Cunqueiro), “Deica a volta, compañeiros” (Hasta la vuelta, compañeros).

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