Casimiro Alonso, el primer fotógrafo que abrió estudio en León

Autorretrato de Casimiro Alonso.

Por su original, cultísima y peculiar personalidad, es hoy en día otro ilustrísimo desconocido leonés. Porque uno de los más influyentes leoneses de su época fue Casimiro Alonso Ibáñez, uno de los hijos del matrimonio de comerciantes Blas Alonso y Bárbara Ibáñez de las Vallinas.

Casimiro nació en 1836. Comerciante, industrial minero, viajero, fotógrafo, anticuario y propietario. Hermano de María, Lisandro (abogado), Venancio (comerciante, depositario de la Diputación, concejal y alcalde de León), Manuela, Faustino (comerciante) y Arsenio (arquitecto).

Arsenio Alonso Ibáñez redactó el plan del ensanche de la ciudad hacia el ferrocarril. Porque en esa década de los sesenta, el ferrocarril y la fotografía fueron dos de las grandes novedades que se impusieron en la ciudad de León.

Casimiro tenía una importante colección de objetos arqueológicos que legó en su totalidad a su sobrino Faustino Alonso Tudela (hijo de Arsenio y de Ángela Tudela Rodríguez. Gran aficionado a la fotografía, con estudio en la Calle Nueva (actual Mariano Domínguez Berrueta, en los números 3 y 4 de la calle). Está considerado como uno de los primeros fotógrafos leoneses y, salvo nuevos descubrimientos, el primer fotógrafo leonés con estudio y establecimiento fotográfico estable y público en la ciudad de León.

Otro fotógrafo, José María Cordeiro, llegaría a León unos años más tarde (1869) para instalar otro 'estudio profesional' de fotografía. Muchos años antes, Pedro Fernández Blanco y Sierra-Pambley, quien había nacido en 1833, ya había traducido del francés el manual de Belloc sobre la fotografía de colodión. Pedro, como Casimiro, fue un gran coleccionista de arte y antigüedades, viajero incansable y estudió en Madrid Bellas Artes en la Escuela de Pintura y Escultura.

Propietario de muchos derechos de minas

Casimiro fue propietario de numerosos derechos en minas; se tiene constancia de que participó en la exposición de Minería y Antigüedades de Madrid en 1882, así como en diversas exposiciones regionales, e incluso en las universales de  1867 y 1878 en París (el archivo de la Banca Fernández-Llamazares dispone de numerosa correspondencia entre la familia Alonso Ibáñez, la familia Fernández-Blanco Sierra-Pambley, la familia Pallarés y la propia familia Fernández-Llamazares, entre otras, pues todas ellas viajaban con cierta frecuencia más allá de nuestras fronteras, particularmente a París). Falleció en junio de 1892.

La Historia de buena parte de los siglos XIX y comienzos del XX en León no puede ser interpretada sin el estudio de estas dos familias: Blas Alonso, por una parte, y Llamazares (Isidro y Bernardo Llamazares), por otra, así como con el resto de familias con las que emparentaron (familias Tudela Medina Bertía, Lobato, Lescún, Merás, Balbuena Iriarte, Díaz Otazú, la mencionada familia Llamazares…).

En un artículo anterior publicado en ILEÓN se menciona a Casimiro junto a su padre Blas, pues ambos fueron a la exposición Universal de París- como uno de los muchos representantes de nuestra provincia en aquel extraordinario evento: mientras Blas (Hierros Blas Alonso y padre de Casimiro) exponía chocolates que fabricaban en sus casas de la actual calle Domínguez Berrueta, su singular hijo Casimiro se dedicaba a exponer un elixir “de composición secreta del propio fabricante (Casimiro)” para combatir la fiebre, o diversas piezas de arte (en otra faceta de Casimiro como coleccionista de arte) tales como una vidriera de la escuela alemana, una tabla de pintura holandesa, una cigarrera flamenca y escritorio del siglo XVI, o un joyero de estilo oriental…

Sobre arte antiguo, el leonés Francisco García expuso un anillo romano procedente de las excavaciones que se habían realizado en La Milla del Río. Y Pablo Uriarte, párroco de San Marcelo, presentó en París una caja de reliquias de estilo bizantino con figuras talladas en hueso procedente del convento de San Claudio.

Uno de los primeros coleccionistas de León

Y es que Casimiro puede considerarse uno de los primeros coleccionistas y arqueólogos de León, pues, por ejemplo, Casimiro nos aparece ya en 1872 ofertando al Museo Arqueológico Nacional un arca florentina y otra de madera con esmaltes, un vaso ibérico y un torques de oro macizo, procedente de las proximidades de la ciudad de Astorga adquirida el 27 de junio de 1872 y que quedó inventariada con el número 16.854.

Casimiro escribió en 1888 un manuscrito titulado Calcos Epigráficos, con detallada relación de piezas arqueológicas de la zona de Astorga y Riaño (entre otras). Algunas de estas piezas se conservaron en el Museo Provincial de León (por entonces situado en San Marcos) gracias a las donaciones de Casimiro Alonso, como una lápida griega entregada en 1875. Casimiro, por poner otro ilustrativo ejemplo, encontró un ladrillo romano de Gordiano III que terminaría en manos del paleógrafo y archivero provincial Ramón Álvarez de la Braña. Casimiro fue igualmente un gran comprador de tapices. Casimiro fue vocal Académico de Bellas Artes y correspondiente de la Real Academia de San Fernando.

Cuando el 30 de mayo de 1885 todo León sale a la calle para protestar por la injerencia de Alemania en las Islas Carolinas y se concentra una gran manifestación patriótica, en la prensa del momento se lee:

Los balcones de las casas se veían adornados con caprichosas y elegantes colgaduras, casi todas de colores nacionales, mereciendo especial mención las que pendían de los balcones de la casa de nuestro amigo don Casimiro Alonso. Tres ricos y antiguos tapices les adornaban, representando respectivamente, el triunfo de Salomón, una batalla de César a orillas del mar y otra dada por los franceses.

En un balcón se veía una preciosa bocina de marfil de época bizantina: en otro un gran trofeo militar, compuesto de una panoplia con ricas armas antiguas, y una armadura antiquísima, que perteneció a un caballero leonés, valiente guerrero; y en el otro balcón algunas armas que fueron conquistadas de la India.

Porque, en la Calle Nueva (actual Mariano Domínguez Berrueta), los números 4, 6, 8 y 10 eran propiedad de la familia de Blas Alonso, por antiguas compras realizadas a las familias de Mariano Solís y Petra Valencia. 

Comerciante de éxito 

Aparte de todas estas actividades, Casimiro seguía comerciando en la Calle Nueva para él mismo y su familia con la venta de aceite, aguardiente, vino, manteca, y con otra tienda dedicada a la venta de hierro y otra más de confitería con molino y obrador de chocolate propios.

No solo disponía de propiedades en la Calle Nueva: dos huertos en el arrabal de Renueva y terrenos en Trobajo del Camino, y un huerto en la calle de La Torre, adquirido a Antonia Selva y a Dionisio Díez Curieses en 1864. La familia de Blas Alonso, en 1877 disponía del nada despreciable capital de 330.000 pesetas. 

Casimiro, soltero como su amigo y también fotógrafo pionero Pedro Fernández Blanco y Sierra-Pambley, era una verdadera institución en la ciudad, recordado por su gran sentido del humor, que reiteradamente ponía a disposición del resto de leoneses en el conocido Café La Estera, donde a partir de 1880 se instaló El Liceo Leonés, situado en la esquina de la actual calle Fernández Cadórniga con la calle Cascalería, en donde el piso de arriba les servía de sede. Era una sociedad que representaba, entre otras actividades, obras teatrales en las que el Ayuntamiento cedía al Liceo sus instalaciones del Teatro Principal, anexo al propio Ayuntamiento, en la plaza de San Marcelo. Casimiro era uno de los asistentes más esperados y deseados por la concurrencia.

Arquetipo de la burguesía leonesa del momento

A Casimiro se le puede considerar como el arquetipo de una parte de la burguesía del momento. Propietario, culto, ingenioso, atrevido, industrial, comerciante, coleccionista, multifacético, y políticamente republicano. No solo fue Casimiro un amante y coleccionista de las pinturas flamencas, tablas góticas, tapices candelabros, monedas, cofres, minerales y orfebrería variada.

Hubo muchos más (familia Argüello y Vigil, Azcárate, Sierra Pambley, Dantín, Díaz-Jiménez Moleda, López Castrillón, Saavedra, Torbado y otras muchas), pero queda claro que el legado de Casimiro fue importante. De hecho, en 1906, con motivo de la Exposición que se hizo en San Marcos, se publicó en la prensa sobre el legado de Casimiro a sus sobrinos que: 

“Si fueran dos o tres expositores como D. Faustino Alonso Tudela, habría que buscar otro edificio más grande que S. Marcos; tal es la cantidad de objetos que ha comenzado a presentar. Es acaso el particular que mayor colección de antigüedades posee, y la sola redacción de lo por él presentado, nos ocuparía una columna”. 

Eduardo Dato, presidente del gobierno y tan vinculado a los intereses de nuestra provincia, recomendaba a grandes personalidades del momento que visitaran la colección privada de la familia Alonso Tudela para disfrutar de las piezas que, en gran medida, había adquirido este carismático y polifacético leonés (hoy olvidado) llamado Casimiro Alonso Ibáñez.

Así era el inquieto y extravertido Casimiro Alonso. Ante todo, propietario. Simpático y extravagante Y comerciante. Y fotógrafo. E industrial minero. E inventor de remedios para combatir la fiebre. Y viajero y soltero impenitente. Y coleccionista de Arte. Culto, muy culto, como el resto de sus hermanos y buena parte de la variopinta y extensa burguesía de la época. Casimiro Alonso, a quien ninguna calle recuerda su nombre, paradigma de la frágil memoria de los leoneses…

   

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