La reina Urraca I, una pionera 900 años antes de la Ley contra la Violencia de Género

Peio García / ICAL Escultura de Urraca I reina de León.

Juan López/ ICAL

Año tras año Castilla y León recuerda a las víctimas. Lamentablemente la cifra nunca es cero y la sangría continúa. Tres mujeres han sido asesinadas en lo que va de año en la Comunidad por violencia de género. 51 en España, todas a manos de sus parejas o exparejas. La cifra duele escucharla, leerla o escribirla. Son 1.027 desde que empezó este registro en 2003. Y aunque el término literal 'violencia de género' es más bien contemporáneo, los regímenes antiguos ya establecían diferencias dominantes entre hombre y mujer, que alcanzaron su grado más cruel en la Edad Media.

El lunes, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres. La categoría de género tendría sus raíces, según los expertos, en los debates antropológicos y sociológicos de la primera mitad del siglo XX, que indicaban que la conducta humana era aprendida y no se encontraba predefinida por los genes.

Pero no fue hasta 2004, con la aprobación de la actual ley contra la violencia de género, cuando el término paso a ocupar los titulares de los periódicos, de las radios y las televisiones. Todo ello, con el fin de aumentar la protección de las mujeres que sufrían malos tratos por parte de sus parejas y exparejas y sensibilizar a la sociedad acerca de este problema.

Pero esa violencia de género ya existía como tal. Las mujeres eran las víctimas de quienes se creían superiores. Hay que ponerse en situación. George Duby, considerado el mejor medievalista francés, asegura: “La mujer en la Edad Media era el lazo más estrecho que unía a dos hombres”. La profesora de Historia Medieval de la Universidad de León, Margarita Torres, argumenta la frase. “A ojos medievales, la mujer solo servía para tener hijos, tener familia y rezar por todos ellos, es decir, ser memoria espiritual de la familia, ser buena esposa, madre y cristiana”, sentencia en declaraciones a Ical.

La legislación de la época “buscaba que las mujeres aceptaran ese rol”. En ese sentido, por ejemplo, si ella tenía relaciones sexuales fuera del matrimonio “era una adúltera y se la podía matar”. Sin embargo, “si lo hacía el hombre no solo se pasaba por alto, sino que era considerado un machote”, relata. Asimismo, cuando el varón descubría una infidelidad, “aparte de matarla a ella, también lo hacía sobre su amante”. “Si la perdonaba, que a veces también ocurría, se utilizaba un documento jurídico que se denominaba 'Perdón de cuernos', pero no era lo habitual, porque las injurias contra el honor lo era todo para los hombres”, remata Torres.

Es más, prosigue, la peor violencia de género, además de provocar la muerte, claro está, era que la Justicia obligaba a una mujer a regresar al hogar “a pesar de que ella lo hubiera abandonado por las palizas que recibía”. “Y eso ocurría por que el concepto de violencia de género no existía”, sostiene. Con ello se intentaba que “regresara por lo que era considerado el buen camino”. Como ejemplo, narra cualquier historia de “un maestro que pegaba a un alumno porque se suponía que era un correctivo necesario para que la persona volviera a hacer las cosas bien”. “Con las mujeres lo mismo”, exclama Torres.

Es más, para ellas estaban “fuera de lugar” los actos sexuales que no se vinculaban a la concepción, “como la masturbación y el sexo con otros fines”. San Alberto Magno, indica Torres, señala que “cuando una mujer tiene gemelos es porque había disfrutado mucho en la cópula”.

Urraca I, una pionera

Margarita Torres apela a la figura de la reina leonesa Urraca I como la primera que aparece en las crónicas medievales y que sufrió malos tratos reconocidos. “Que se sepan, ella es la primera”, explica. ¿Ello significa que antes no sucedía? Todo lo contrario, con anterioridad ocurría de forma más brutal, pero no se encuentra recogido en el papel.

Así, Urraca I se casó en segundas nupcias en 1109 con Alfonso el Batallador, rey de Aragón, en Monzón de Campos (Palencia), “que era homosexual, pero quería ejercer como rey y, por lo tanto, tapó su condición sexual, ya que en la época estaban perseguidos”. El matrimonio ya nació tensionado y “ambos chocaban en carácter, lo que terminó por agresiones físicas por parte del rey”. Urraca no soportó el matrimonio y lo rompió, relata la medievalista. La reina llegó a decir, según la Crónica Compostelana: “Cualquier persona noble ha de lamentar que mi rostro haya sido manchado por sus sucias manos y que yo haya sido golpeado por sus pies”, es decir, prosiguió Torres, que le propinaba “patadas y puñetazos”, a veces en público.

Por ello, Urraca, apodada 'La temeraria', fue la primera reina de Europa a pesar de una vida marcada por maltratos, misoginia e infidelidades de Alfonso I. Durante los momentos más tensos del matrimonio ella se refugió en el monasterio de San Benito de Sahagún, pero finalmente la encerraron en Castellar en 1111. A partir del año siguiente y después de que los aliados de la reina alegaran vínculos de consanguinidad entre los monarcas, Urraca empezó a gobernar en solitario durante 14 años.

Mencía pidió el divorcio

Aunque no era lo habitual, también en la Edad Media se registraron divorcios. En 1511, la infanta Mencía de la Vega, de orígenes palentinos, le impone un pleito a su marido, el infante Fernando de Granada, hermano de Boabdil, al que pidió la separación por “malos tratos de palabra y de obra”. “Es decir, de insultos, maltrato verbal y de que le pegaba”, relata Torres.

Si la violencia de género estaba instalada en la monarquía, no lo era menos entre las clases que se situaban por debajo en el escalafón jerárquico. Existe un pleito, recogido en el Archivo de la Chancillería de Valladolid y que ocurrió en 1556, de un “personaje deleznable” llamado Diego Gómez, que “a base de dar palizas a su mujer, María de Ran, la mató”. “El marido y sus padres cogieron el cuerpo de la víctima y la arrojaron a un pozo para ocultar el cadáver. El hermano de la víctima, López de Ran, que era el tutor de los hijos, les exigió explicaciones”, narra la catedrática, quien llama a una reflexión por las similitudes con el caso de Diana Quer.

En conclusión, este tipo de crímenes “siempre estaban vinculadas al honor”: “Si el marido, después de una infidelidad de su mujer, solo mataba al adúltero, estaba considerado un asesino; pero si los mataba a los dos no tenía pena ninguna”. Existe una frase en el libro de los Foros Viejos de Castilla, desvela Torres, en el que se lee literalmente: “Cuando el marido burlado pilla a los amantes, a la primera que debe matar es a la mujer, y si la mata a ella no comete crimen ninguno”.

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