Bar 'La Mina' de Villablino, la única galería en pie tras más de un siglo de minería

Chuso (izquierda) y Servando formalizando el traspado del Bar La Mina el 12 de abril de 1975.

Luis Álvarez

En el año 1992, cuando se declaró la quiebra de la MSP, en un acto multitudinario de los muchos que se celebraron en Laciana por aquel entonces, Un líder político arengaba a las masas, con el argumento de que, si ahora nos decían que la empresa y su futuro no existían, deberían darnos al menos un plazo de entre 15 y 20 años para reordenar nuestra comunidad.

El diagnostico era claro, acertado y hasta sensato. Pero superado ese arrebato inicial de cordura y lógica, perdieron el sentido mendigando unos votos en cada cita electoral echándose en cara quien defendía y quien no defendía a los mineros. Mientras, el cuerpo de los mineros era cada vez más menguado, hasta que el cáncer terminó por devorarlo.

Sólo ahora -¡Aleluya, aleluya!- la clase política ha asumido que la minería está finiquitada. Les ha costado 27 años de mentiras, asumir algo de lo que tenían constancia y sabían desde 1992, al fatídico año de la quiebra de la MSP. Ahora crean una asociación para defender ayudas para las zonas afectadas ante la UE, por dios, si lo hubieran hecho en su momento y hubiesen dejado de usar mentiras para arañar votos cuanto mejor nos iría. Y si por supuesto las ayudas se utilizasen con sensatez y criterio, que las hubo y multimillonarias.

Pasaron 27 años desde que sabían que el tratado CECA le ponía fecha de caducidad a la minería del carbón en Europa, el año 2002. Después hubo dos prórrogas nuevas, la primera hasta el 2006, luego hasta el 2018. Pues pese a todo y siendo ellos (me refiero a la clase política que nos gobierna en los distintos ámbitos) parte de la definición contextual del finiquito, siguieron vendiendo el humo de un futuro halagüeño para el carbón, los mineros y sus vidas. Incluso si echamos una ojeada a las hemerotecas, hace escasamente un mes aún se peleaban por defender ese futuro de humo, nieblas y mentiras.

No fuimos capaces a escuchar los que votamos el estruendo del rayo que los apeó del caballo del embuste, solo leímos en los medios de comunicación que ahora habían cambiado las premisas y se daba, de golpe, por liquidada la minería del carbón.

Por suerte, los que votamos, ya creemos muy poco en las opciones de futuro que pretenden vendernos y sabemos que el futuro no existe, que es una quimera, una utopía diseñada para que tengamos la sensación de que el cielo está al alcance de nuestras manos. Sabemos por amarga experiencia, que el futuro se hace cada día, cuando el reloj determina que pasamos al mañana.

Por eso, después de estos años de fábulas, los que votamos y los que no, aún podemos disfrutar de un rincón de sosiego y recuerdos. La única galería que no ha sufrido quiebras en sus más de sesenta años de vida y aún se mantiene abierta y activa es la del bar La Mina en Villablino.

Que como cualquier otra concesión minera pasó de unos propietarios a otros. Primero Chuso, el que encontró las capas del cabrito, las mollejas, el hígado y el picadillo. Luego Servando, que siguió explotando esos recursos. Y ahora Benito y Deli, hijos de este último, que han heredado la concesión, buscaron una capa nueva, la de los callos. Todas estas delicias mineras están hoy al alcance de cualquiera que se acerque a encargar media o una “tonelada”.

Como los grandes templos con espacios amplios invitan en su interior a la reflexión y el encuentro con nosotros mismos, o como decía el genial Castelao nos invitan a “profundar”, palabra inventada por él para definir ese interiorismo personal. Así, al traspasar la puerta de 'La Mina', entramos en otro mundo que nos reclama una ojeada al pasado y al recuerdo, más si cuando lo haces suenan en la televisión los 'Diplomáticos del Acordeón' cantando estas coplas “tu dices que cantas bien / pero la jarjanta non te axuda / que pareces a miña porca / cando chucha a verdura”, como me ocurrió a mi antes de ayer.

Podemos sentarnos en la barra a tomar cualquier refrigerio y comentar con Benito o los clientes que estén en el lugar los acontecimientos del día, las novedades y vicisitudes de la vida. Pero entre fotografías antiguas, achiperres colgados o clavados en los postes y las trabancas, que sostienen la galería, inevitablemente terminamos evocando el pasado, recordando la hora del bocadillo en la mina real, cuando aún se comía en grupo y se entraba en amena, jocosa y en ocasiones rijosa tertulia, entre bocados y tragos.

Un remanso para el recuerdo esta bendita 'Mina', para contarnos y recontarnos una y mil veces entre los veteranos “historias de la puta mina”. Porque disfrutando del recuerdo del pasado se logra que el futuro de mañana sea más llevadero, pese a que hasta a Santa Bárbara se la hayan llevado de peregrinación al geriátrico.

Un poco de historia

El denunciante de la concesión, Chuso, en su origen fue minero de profesión, jubilado por silicosis. Ofició durante años de pescadero a caballo de su isocarro por los caminos y escasas carreteras lacianiegas y compartió oficio con el de chigrero, después de abrir la víspera de San Roque de 1964 el bar 'La Mina'. Para esta nueva empresa contó con dos entibadores de lujo 'El Coyote' y 'Fabariega', su trabajo aún se puede admirar en el local, apto para llevarse de calle cualquier concurso de los actuales.

Después del traspaso de 'La Mina', Servando amplió un poco el local dotándolo de un comedor y como su antecesor, buscó en las buenas artes de 'El Coyote' y Silvino la garantía para hacer que la entibación de la nueva galería fuese duradera, y para ello solo hay que ver el excepcional crucero que montaron esos dos en tan solo 9 horas de trabajo, apenas poco más de una jornada laboral. Un hito excepcional que hoy perdura como la última galería de Laciana.

Bar La Mina de Villablino
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