31 de diciembre de 1987, el último día del valle de Riaño

Activistas pintando 'Demolición' sobre la presa de Riaño, antes de la inundación. Foto: De LuisAGonzalezV. Licencia Wikicommons CC BY-SA 4.0.

A. Vega | Gráfico: Dativo Rodríguez

Jueves. 31 de diciembre de 1987. El último día del año es el elegido para culminar de una de las mayores afrentas medioambientales que impulsada desde los poderes públicos ha sufrido la provincia de León, el cierre de la presa del embalse de Riaño. En esa jornada se inicia el llenado de los casi 650 hectómetros cúbicos de agua que puede llegar a contener el proyecto hidráulico que inundó siete localidades totalmente y afectó parcialmente a otras dos.

Pero lo cierto es que el agua no inundó pueblos porque lo que quedaban ya era solo restos de las casas, ya que tras los últimos desalojos llevados a cabo en el verano de 1987 se procedió a derribar todas las viviendas para impedir su ocupación. Solo quedaron en pie elementos patrimoniales de Riaño, Anciles, Salió, Huelde, Éscaro, La Puerta y Pedrosa del Rey. El resto arrasado hasta los cimientos.

Precisamente estos días están de actualidad las casas que se quedaron por encima de la cota de 1.100 metros en Burón y Vegacerneja, localidades afectadas parcialmente por la creación del pantano. Fueron expropiadas en su momento al situarse en la zona de seguridad pero nunca se tiraron y han permanecido habitadas algunas de ellas, principalmente como segundas viviendas. Confederación Hidrográfica del Duero ha instado a sus habitantes a desalojarlas en un mes y las imágenes de los desalojo forzosos de hace 30 años han vuelto a la memoria colectiva local.

El último día del año empezaba la última fase del proyecto de pantano en el valle, que fue diseñado a finales del S. XIX con el nombre de pantano de Bachende. En 1963 el Gobierno del dictator Franco retomó el proyecto aprobando su construcción en 1966 y levantando el muro de hormigón de la prensa; fue el Gobierno del PSOE de Felipe González el que reactivó de manera definitiva las obras ya que con la entrada de España en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) implicaba empezar a asumir compromisos legales como nuevas normativas medioambientales que habrían imposibilitado su construcción.

Precisamente a esas normas se achaca la rapidez con que en 1987 se desalojaron las localidades, se arrasaron los pueblos y se inició el llenado del pantano, que tardó prácticamente un año en llenarse por completo. Haber finalizado las obras antes de que llegara 1988 evitaba que éstas fueran analizadas con nuevos criterios medioambientales que podrían haberlas paralizado. Por eso, a toda prisa, el 31 de diciembre se cerró la presa.

Lo precipitado del llenado se reflejó en que no se había terminado ni siquiera las vía de comunicación para salvar el pantano, al estar inconcluso el viaducto ni muchas de las viviendas del nuevo Riaño. Confederación Hidrográfica del Duero ostuvo entonces, en teletipos de agencias ante el hecho, que el cierre de la presa había tenido que aplazarse tres semanas como consecuencia del aumento del caudal de los ríos Esla y Yuso por las nevadas y lluvias de diciembre.

La construcción del pantano se motivó en la necesidad de regular el Esla y proporcionar agua a regadíos de la provincia de León, con supuestas 84.000 hectáreas de nuevos cultivos que nunca se han completado y que si se han construído ha sido muchos años después de haber llenado la presa. Precisamente este año el agua de Riaño hacia las vecinas provincias de Palencia y Valladolid, en un trasvase habitual de 70 hectómetros cúbicos, les ha salido gratis a los regantes de la zona por las medidas contra la sequía aprobadas por el Gobierno. El agua que dividió por entonces a la sociedad leonesa entre quienes creyeron las promesas de regadíos y quienes se horrorizaron ante el desalojo y destrucción de un valle entero.

El pantano de Riaño es, junto al del Porma que cumple justo 50 años desde su construcción, el protagonista de una doble exposición en el Musac y la Fundación Cerezales Antonino y Cinia sobre la transformación del territorio provocada por la construcción de los embalses. En la parte de Cerezales del Condado se puede ver en el exterior lo restos de una arquería del antiguo Palacio de los Allende, de Burón, que fue desmontado piedra a piedra con la promesa de 'renacer' como Parador años después. Las piedras fueron trasladadas como parte de una obra artística y colocadas para la muestra. En la localidad montañesa siguen tiradas el resto de las piedra del Palacio, para un proyecto que nunca ha llegado 30 años después.

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