Zapatero antes de ZP, 20 años después: el líder político que se curtió entre batallas en León sin perder el talante

José Luis Rodríguez Zapatero y José Giménez (a la izquierda arriba con camisa de cuadros), en 2003 en Valencia de Don Juan.

César Fernández

Muchos años antes de viajar a cumbres por medio mundo como presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero consolidó su liderazgo político en la provincia de León arrancando apoyos en pequeñas localidades como Cabañas Raras. “Fuimos de incógnito”, recuerda la concejala en Villablino y luego senadora Nieves Fernández, que a veces estuvo a su lado y otras en frente. Otra año en plenas fiestas de San Cristóbal en Toral de los Vados a principios de julio tocaba sumar avales en vísperas de una de aquellas encarnizadas batallas por los diputados provinciales, rememora José Giménez, que fue senador por designación autonómica tras ejercer como secretario de Organización del PSOE casi siempre a su lado y al menos en una ocasión en frente. “El poder no me va a cambiar”, sentenció la noche del 14 de marzo de 2004 cuando convirtió en realidad el logotipo de aquella campaña (ZP: Zapatero Presidente). Ahora que se cumplen 20 años de su toma de posesión en La Moncloa, políticos que fueron compañeros y adversarios (a veces las dos cosas) y periodistas retratan al Zapatero antes de ser ZP.

Nacido en Valladolid (de donde proviene su familia materna) en 1960, José Luis Rodríguez Zapatero se crio en León, donde su abuelo paterno, el capitán Juan Rodríguez Lozano, fue asesinado a las afueras en Puente Castro al principio de la Guerra Civil por mantenerse fiel a la República. Su padre, Juan Rodríguez, ya ejercía como abogado de prestigio en la ciudad cuando su hijo se fue encaminando por el Derecho mientras se despertaba su vocación política. Zapatero. Presidente a la primera, la biografía escrita por el periodista Óscar Campillo, lo sitúa en los albores de la Transición deshojando la margarita entre el Partido Comunista de España y el PSOE. Y lo pone en el verano de 1976 asistiendo en Gijón a un mitin de Felipe González, posiblemente el momento clave en el devenir político del joven en una casa en la que las tertulias políticas con su padre y su hermano Juan, también abogado, se prolongaban hasta la madrugada. Y así llegó a la mayoría de edad matriculándose en Derecho en la Universidad de León y afiliándose al PSOE.

Zapatero ya era secretario local en el PSOE de León cuando en 1985 su opción política salió victoriosa en un Congreso Provincial celebrado en Ponferrada frente a la que defendía el ya diputado nacional berciano Conrado Alonso Buitrón. “Tenía ya entonces una visión muy adelantada de lo que era el partido”, cuenta quien luego lo tendría a su lado en un escaño del Congreso de los Diputados. “Él tenía las cosas muy claras y no se alteraba. Sabía atraer hacia sí a la gente. Tenía don de gentes”, cuenta Alonso Buitrón, que pasó a ser aliado también en batallas internas como la que en 1988 situó al joven parlamentario nacional como secretario provincial del PSOE en virtud de un acuerdo entre corrientes en un partido tan diverso que integraba a parte del movimiento agrario en torno UCL (Unión de Campesinos Leoneses) y reflejaba el poder reivindicativo de la minería alrededor de agrupaciones del Bierzo y Laciana conjugándolo con otras sensibilidades como las que podía haber en León capital.

Fue de algún modo su virtud de “poder entenderse con todos” en un contexto tan atomizado la que lo fue encaramando hacia el poder orgánico pese a su juventud. “Lo acogen con vocación de destrozarlo a continuación”, señala el periodista Jesús Egido, que en aquella década de los ochenta pasó por Diario de León y La Crónica de León y ahora es editor del sello Reino de Cordelia. Egido había visto crecer políticamente a Zapatero sin dejar de reconocer cierta sorpresa: “No le pegaba ser de izquierdas”. Y aprovechó que el Congreso Provincial de 1988 del que salió como líder se celebraba en Astorga para acuñar en términos periodísticos una expresión que pasó a la historia: el Pacto de la Mantecada, en honor al típico dulce de la localidad. “Aquello no le hizo ni puñetera gracia. Y tuvimos nuestras discrepancias”, advierte Ejido sin obviar que luego muchas veces aquellas polémicas pasaban por el tamiz de desayunos o comidas en el Hotel Conde Luna sin llegar nunca a mayores.

Él tenía las cosas muy claras y no se alteraba. Sabía atraer hacia sí a la gente. Tenía don de gentes. Siempre pensé que iba a sustituir a Felipe

Conrado Alonso Buitrón Exdiputado nacional del PSOE

El Pacto de la Mantecada se había cocinado a fuego lento con algún sobresalto. Nieves Fernández recuerda desde Laciana aquel viaje “de incógnito” a Cabañas Raras para recabar el apoyo de otra corriente interna, la Unidad Socialista, a través de un acuerdo con Daniel García. “Creo que era, y es, una persona muy cercana y muy observadora”, apunta Fernández, que otras veces las tuvo tiesas en citas orgánicas que acabaron como el rosario de la aurora. “Éramos más jóvenes. A veces me cabreaba y discutía con él”, admite al destacar su “tenacidad” sin obviar que en ocasiones las batallas en la provincia eran la pura traslación de luchas internas nacionales cuando el partido se dividió a principios de los noventa entre sus dos almas de entonces, entre Felipe González y Alfonso Guerra, entre renovadores y guerristas. “Él nos advertía de que no se podía ser críticos con Felipe. Y de la noche a la mañana se posicionó renovador. O se dejó querer”, sugiere.

José Giménez venía de la UGT cuando en 1992 Zapatero le ofreció entrar en la Ejecutiva Provincial del PSOE, primero como secretario de Relaciones Económicas, Sociales y Sindicales. Fue en 1994 cuando ascendió a la Secretaría de Organización. “Él era bastante confiado. Y más de un susto nos dieron porque se fiaba de la gente”, advierte Giménez, que se consolidó entonces como uno de sus colaboradores más cercanos, casi siempre a favor, pero al menos una vez en contra: cuando hubo que elegir candidato a la Alcaldía de León y Zapatero apostó (y ganó, como casi siempre) por Miguel Alejo y Giménez lo hizo por Francisco Fernández. Secretario provincial y secretario de Organización viajaron juntos en la antesala de aquella batalla a un magosto en Barjas, lindando ya con Galicia. “Y estuvo todo el viaje de ida y de vuelta intentando convencerme”, recuerda ahora entre risas Giménez sin dejar de anotar un agradecimiento: “Luego no me pasó factura. En todo momento tuvo una actitud muy positiva hacia mí”.

“Un hombre muy convincente”

“¡Mamá: ya te ha llamado otra vez Zapatero!”. Los hijos de la pediatra Charo Velasco eran adolescentes en 1999 y no querían ver a su madre en el escaparate de la política municipal en Ponferrada como concejala o alcaldesa. Velasco dio el paso aquel año para ser cabeza de lista del PSOE en la capital berciana. Ella ya tenía entonces una buena imagen del en esa fecha todavía secretario provincial del PSOE: “Me parecía un hombre muy hábil en la negociación, con una gran capacidad para gestionar conflictos y de palabra”. Cuando el trato se volvió personal, descubrió otras características: “Era tímido, pero con sentido del humor”. Y tenía un as en la manga: “Era un hombre muy convincente; de hecho, me convenció”. Para los hijos pudo ser un disgusto ver a su madre en los carteles electorales de 1999. Velasco todavía no sabía lo que le esperaba. “Me ha dado los mejores momentos de mi vida política”, cuenta para situarse en aquel Congreso Federal de 2000 en el que un paisano ascendió al liderazgo nacional del PSOE: “Fue una sensación de aire fresco”.

La experiencia no resulta muy distinta desde otras filas. Mario Amilivia había sido compañero en el departamento de Derecho Constitucional de la Universidad de León. “La relación siempre fue muy cordial”, cuenta sin dejar de mencionar la figura aglutinadora entonces de Manuel García Álvarez, luego Procurador del Común. La política los puso en contra: enfrentados como líderes provinciales de los dos principales partidos (Amilivia en Alianza Popular, reformulado como Partido Popular) y en bancadas opuestas en el Congreso de los Diputados, al que acudían a veces en el mismo coche. Guillermo Murias se recuerda visitando la sede provincial del PSOE tras asumir en 1995 con Izquierda Unida la Alcaldía de Villablino: “Independientemente de que los planteamientos fueran diferentes, era una persona con la que se podía hablar”. Luego los avatares políticos los hicieron aliados cuando en 2000 PSOE e IU se presentaron a las generales con un acuerdo previo y hubo actos conjuntos de campaña como al menos uno de la sede de los sindicatos en León. ¿Cuál era entonces su talante? “Su forma de actuar sí facilitaba abordar posibles soluciones a los problemas”.

Lo de Bambi obedecía a los antiguos dirigentes del PSOE; a la mala política de descalificar sin argumentos. Él estaba curtido en peleas internas aquí. Y los métodos no eran muy suaves...

Guillermo Murias Exalcalde de Villablino por Izquierda Unida

La periodista Angélica Rubio tenía un comodín para llenar el tramo informativo matinal de los lunes como jefa de Informativos y Programas de Radio León-Cadena Ser en los años noventa. “Lo llamaba los domingos por la tarde porque sabía que me iba a atender”, cuenta para definirlo como “muy trabajador” al recordar una semana tipo por entonces: martes, miércoles y jueves en Madrid como diputado, viernes de rueda de prensa en León y fin de semana recorriendo la provincia. Cuando Zapatero se postuló en 2000 a la Secretaría General del PSOE, Rubio fue la única enviada especial de un medio de la provincia. “Consideré que era histórico que un político de León aspirara al liderazgo”, dice la actual directora de El Plural para entender que su trabajo en aquellos días resultó luego clave para que el ya nuevo secretario general del PSOE le ofreciese un cargo en su área de comunicación, que luego trasladó con responsabilidades en La Moncloa durante sus dos mandatos.

El caso es que Rodríguez Zapatero se vio aupado al liderazgo nacional del PSOE apenas unos meses después de ser duramente cuestionado tras la severa derrota del partido en las generales de marzo de 2000, de las que el PP de José María Aznar salió con mayoría absoluta. El dirigente leonés, que ya había vivido momentos complicados entre 1993 y 1994 en un contexto en el que confluyeron las disputas internas en Ferraz y una polémica por afiliaciones irregulares en distintos puntos de la provincia, era la diana de las críticas de un frente crítico abierto cuando ya acumulaba 12 años al frente del partido y 14 como diputado nacional. Y pasó de que le intentaran mover la silla en León a subirse al estrado en Madrid como el aspirante menos conocido frente a sus tres rivales: José Bono, Rosa Díez y Matilde Fernández.

¿Fue una sorpresa o no tanto que Zapatero aspirase entonces a la Secretaría General del PSOE? “Yo quedé sorprendido porque el PSOE de León venía de un muy mal resultado. Y él empezaba a estar cuestionado”, responde Mario Amilivia. “Sorprendió un poco porque la fuerza del PSOE estaba entonces en Andalucía y otros territorios”, aporta Guillermo Murias. “Él tenía su propia y legítima ambición”, contesta Nieves Fernández, a quien llamó el luego secretario de Organización, José Blanco, para pedirle su apoyo a Zapatero. Con Blanco precisamente se coordinaba desde León José Giménez: “Le dábamos vueltas a todos los escenarios posibles. Él consultaba mucho y era muy reflexivo”. A Charo Velasco la llamó Rosa Díez a pedirle su apoyo. Su respuesta resultó premonitoria. “Él es feminista. Y va a propiciar un cambios importantísimos”, respondió años antes de las leyes sociales que marcaron sus mandatos. Para Conrado Alonso Buitrón fue la constatación de un augurio: “Siempre pensé que iba a sustituir a Felipe”. Y la mente de Jesús Egido regresó a 1988 para hacer un paralelismo: “La Mantecada otra vez”.

José Luis Rodríguez Zapatero había forjado una alternativa orgánica denominada Nueva Vía, una opción que integraba a nombres que luego se sentaron en el Consejo de Ministros como José Blanco, Jesús Caldera, Juan Fernando López Aguilar, Trinidad Jiménez o Carme Chacón. Apenas unas horas antes de salir a la palestra, “no había un discurso estructurado más que en su cabeza”, cuenta Giménez. “Al final hizo un discurso basado en cuatro notas. Fue muy espontáneo. Y eso fue clave”, añade. La frescura (“no estamos tan mal” fue una de las frases más celebradas) se conjugó con un intenso trabajo previo. “Nueva Vía era un proyecto político perfectamente estudiado”, señala Angélica Rubio para citar cuatro premisas que se convirtieron en bandera: el “cambio tranquilo”, el “talante”, la “oposición útil” y “lo mejor está por venir”. Con José Bono como favorito tras acumular mayorías absolutas en Castilla-La Mancha, el vencedor acabó siendo aquel joven diputado leonés.

Asentado ya como líder en Ferraz, Zapatero pasó a la esfera nacional con el PP de Aznar encastillado en su mayoría absoluta y el PSOE lamiéndose sus heridas. Llegó ofreciendo al Gobierno pactos en materias como la política antiterrorista o migratoria. El estereotipo lo dibujaba como un “blando” hasta ser etiquetado de Bambi. Angélica Rubio niega al mayor al circunscribir esa descalificación a los antiguos líderes del PSOE. “Querían una guerra total contra Aznar y él decide que va a hacer su oposición”. Charo Velasco ahonda en esa línea. “Recuerdo cosas que promulgaba”, dice poniendo como ejemplo la despolitización de Radio Televisión Española, “que en la vieja guardia del PSOE parecían poco operativas para los resultados del partido”. Guillermo Murias añade: “Lo de Bambi obedecía a los antiguos dirigentes del PSOE; a la mala política de descalificar sin argumentos. Él estaba curtido en peleas internas aquí. Y los métodos no eran muy suaves...”. Frente al guiñol que lo tacha como Sosomán y que ofrece acuerdos donde Aznar pone huevos, emerge una figura con aristas. “Él era un rival duro; flexible pero duro. Dirigía férreamente el PSOE de León”, señala Amilivia. Y hubo decisiones audaces que lo situaron en las antípodas del personaje, refresca Rubio con la imagen de Zapatero sentado al paso de la bandera de Estados Unidos tras la Guerra de Irak.

El PSOE, que venía de caer en 2000 a 125 diputados, ganó por mayoría simple las elecciones del 14 de marzo de 2004. Zapatero lanzó aquella noche, tres días después de los atentados del 11M que convulsionaron al país, otra de sus frases célebres ante el “no nos falles” de los simpatizantes. “El poder no me va a cambiar”, sentenció. “Es que no cambió. Siempre fue el mismo Zapatero”, ratifica Angélica Rubio, a su lado durante su etapa de Gobierno. “Aun siendo presidente, era muy cercano”, cuenta Giménez al recordarlo tomando café en el Senado. Conrado Alonso Buitrón lo veía “muy pendiente de lo que pasaba en León” aunque, evidentemente, tenía que delegar. Charo Velasco, que en 2004 había saltado a los carteles de las generales, fue diputada nacional. Y rescata la imagen de una reunión tras los comicios en la que Zapatero ya hablaba de “geometría variable” para afrontar la acción de Gobierno. El dirigente socialista había rehuido siempre la batalla por los cargos públicos municipales, provinciales o autonómicos. “Yo quería ser presidente del Gobierno”, le diría luego a Ejido. “Y a mí al principio me dio un poco de miedo”, confiesa el periodista al considerar natural el paso previo por la gestión en otras esferas de la administración.

La gente no lo valoró lo suficiente. Tampoco en la provincia de León. Pero ya se sabe que nadie es profeta en su tierra. Y es el expresidente más digno de este país

Charo Velasco Exdiputada nacional del PSOE

Zapatero fue presidente entre el 17 de abril de 2004 y el 21 de diciembre de 2011. El político que ganaba batallas internas midiendo los tiempos y “sin hacer prisioneros” en el PSOE seguía y sigue siendo un hombre “muy cariñoso y muy amigable”, apunta Jesús Egido antes de lanzar otras dos reflexiones. “Fue el primer político profesional que hubo en el socialismo leonés”, dice para atribuirle otro mérito “ahora que hay mucha gente que añora tiempos pasados”: “La España de los ochenta era triste y gris. Ahora es más justa y más libre. Y José Luis Rodríguez Zapatero fue de los que contribuyó a limpiar la casa”. Egido vio crecer políticamente a Zapatero y Amilivia, que elogia que el colega del PSOE con el que volvía en coche de Madrid “hablando de fútbol o de cine” hiciera “bandera del diálogo” como presidente del Gobierno.

“La gente no lo valoró lo suficiente. Tampoco en la provincia de León. Pero ya se sabe que nadie es profeta en su tierra”, sostiene Charo Velasco, que lo califica como “el expresidente más digno de este país”. “Hoy tiene más fuerza por no tener la responsabilidad de gobernar como presidente. Y la tiene siendo leal al partido y a sus siglas, no como otros expresidentes”, argumenta Guillermo Murias, que apela a su “influencia” en Pedro Sánchez para abordar una “deuda pendiente” como la construcción del prometido Parador de Turismo en Laciana. Allí, en una comarca minera que hoy busca alternativas, quedaban bendecidos los políticos. “Se lo dijimos a Zapatero y a Pedro Sánchez. Tenían que venir a Laciana para ser presidentes”, cuenta Nieves Fernández, que ve con “muchísimo agrado” la implicación de Zapatero con Sánchez en las últimas generales tras declararse “totalmente decepcionada” cuando respaldó en 2017 a Susana Díaz para ser secretaria general del PSOE. “No lo podía entender porque él fue elegido contra el poder establecido (...). Este de ahora es el Zapatero de siempre, el que conocíamos”, contrasta Fernández para concluir con una frase que denota la cercanía que hubo cuando iban juntos a buscar apoyos: “Le gustaba que le llamásemos Zapa”. 

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