El Club Xeitu edita 'Vida y milagros de San Justo del Villar'

Ermita de San Justo en Villar de Santiago. Club Xeitu

ileon.com

Un nuevo libro de la colección de 'Breviarios del Cuvachín' del Club Xeitu acaba de llegar a las librerías. Se trata de 'Vida y milagros de San Justo del Villar', trascripción y edición facsímil del opúsculo 'Vida i Milagros de San Justo del Villar, confesor de Jesu-christo'. Un texto con más de trescientos años de antigüedad y que hasta ahora ha permanecido inédito.

Marta Prieto Sarro, profesora y autora de varios libros sobre historia y tradiciones leonesas, se ocupa de la edición de este manuscrito datado en 1686. El original fue escrito por Isidro García de Moya, párroco de la aldea omañesa de Salce, y de él se conocen al menos dos ejemplares conservados.

La tradición que en él se narra, transmitida oralmente a lo largo de los siglos, sitúa en los montes de El Villar de Santiago, en el Valle de Laciana, la vida de un eremita llamado Justo, llegado aquí para recluirse del mundo, explicándose la caridad que se le presta en el pueblo, su vida de oración y penitencia y su extraordinaria muerte. Una muerte tan extraordinaria como su origen, en la que confiesa, a través de un papelillo que se encuentra en el puño de su mano, ser nada más y nada menos que hijo del rey de Persia. En la conocida como braña de San Justo, existe una pequeña ermita restaurada en los últimos años, en la que se dice está enterrado el que los lugareños consideran santo y a la que antiguamente acudía una procesión desde el pueblo.

El texto del siglo XVII que ahora ve la luz, en edición del Club Xeitu con la colaboración del Instituto Leonés de Cultura, aporta además de esta curiosa leyenda, información de varias palabras que remiten al modo de nombrar ciertas cosas por los naturales de la zona hace varios siglos, así como jugosos párrafos en los que se habla de la vestimenta o modos de vida totalmente desaparecidos.

Del capítulo I

Hay en estas montañas de León un lugar llamado Villar de Rioscuro ya más conocido por Villarquemado, nombre que le ha dado el vulgo por las calamidades de fuego que ha padecido diversas veces. Es lugar de algunos veinticuatro vecinos poco más o menos. Está en un recuesto desapacible en el camino real que va de Castilla la nueva y vieja al principado de Asturias, y principio del reino de Galicia, por la parte de la insigne villa de Cangas de Tineo de la cual dista ocho leguas poco más o menos. Y de las ciudades de León y Astorga doce leguas de cada una con poca diferencia, y de la de Oviedo (de cuyo obispado es dicho lugar) otras doce leguas. [...]

Del capítulo IV

[...] Muy poca luz nos da la tradición de sus ejercicios porque solo he sacado de ella que en el tiempo que se siegan los prados de san Justo (que así se llama el valle donde está la ermita) salía el siervo de Dios y platicaba con los segadores, tratando siempre de cosas de Dios y bien de las almas, y en esto gastaba algún rato, hasta que llegaba la hora en que las mujeres habían de traer de comer a sus maridos o a sus obreros, porque antes que llegasen se retiraba a su choza o aposento y allí se encerraba hasta cuando le parecía se habían vuelto las mujeres al lugar, sin que bastasen ruegos de algunos que le pedían que esperase y que comería con ellos, de donde se saca cuán dotado estuvo de la virtud de la castidad, y cuánto amaba el retiro, el silencio, pues aun ver mujeres no quería. [...]

Del capítulo IX

[...] Habré de referir algunos de los milagros que ha hecho el santo porque todos es imposible. Y lo primero advierto que aunque en el lugar de Villar y las Babias y tierra de Laciana ha mucho tiempo que tienen por santo a nuestro Justo, hacia la parte de Castilla no corría la fama tanto hasta el año de mil seiscientos ochenta y hasta ahora. Bien es verdad que yo ha más de treinta años que, pasando por el dicho lugar del Villar, oí decir que había un santo en una ermita que estaba en unos montes que hacía milagros y que no era el santo patrón de la ermita, sino un santo ermitaño que estaba enterrado en ella, y no hice mucho aprecio de ello. Después el año de ochenta que había algunas calenturas por estas jurisdicciones de Omaña y Riyello, comenzaron algunas personas a ir con sus calenturas a visitar al Santo, y experimentaron su favor y socorro. Uno de estos fue Domingo Álvarez, vecino de Senra del Concejo de Omaña, que teniendo unas recias calenturas, fue al Santo y llamó al licenciado don Francisco de Sabugo, cura de dicho lugar de Villar, para que le dijese misa en la ermita, y habiéndola oído, se echó sobre el sepulcro del Santo y allí durmió y sudó tanto que pasó el vestido y humedeció las losas del sepulcro y quedó sano. Así me lo han testificado los dichos señor cura y Domingo Álvarez y el sudor no se puede atribuir a que sea el sitio del sepulcro caliente, porque dicha ermita y donde está el sepulcro es muy frío porque está en parte húmeda y la puerta del Norte. [...]

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