Palabras leonesas pa'la tangada de nieve

Es un coche. Está sepultado. / Fotografía de José Á. Costales Méndez

Carlos J. Domínguez

Llegó esta semana el trave de fallusca a la montaña leonesa y resultó ser una tangada. Hay que remontarse a muchas décadas atrás no sólo para ver la ingente cantidad de nieve que ha dejado la nevadona sino para recuperar viejos términos, palabras casi olvidadas, sabia terminología leonesa que se refiere a tantos y tantos detalles de lo que en la tele han llamado ola de frío polar.

Comenzó la cosa por unos falampos, copos gruesos de nieve, hace justo una semana y estuvieron cayendo asgaya. Se trataba de fallusca, esa nieve seca que es la que consigue acumularse hasta crecer muchos, muchísimos centímetros, pero no llegaba sola.

El viento violento y racheado creaba enormes traves, montones ingentes que en algunos esquinazos alcanzaban más de tres metros –de ahí el nombre del puerto de Pandetrave- e impedía a multitud de leoneses de pueblos montañeses salir de sus casas. Al menos no sin espalar cada mañana para abrir una buena buelga, un blanco sendero, con cuidado de que del alerón de la casa no se caiga encima un afilado chupitel de los muchos y enormes que hay.

Por suerte, en la montaña siempre andan preparados para estos casos de temporal, cuando lo que cae es una tangada, una barbaridad de nieve. Y es muy raro el hogar que no tiene la gabitera, la despensa, bien llena.

Mejor, porque todavía faltan días para que el sol ablande la nieve, comience el desnevio y la ponga champa o trapazona, la enorme capa de nieve acumulada. Será entonces el momento de dejar de tirar de pala y pasar otros cuantos días sorteando las zonas más resbaladizas, los resbaletes y las resetinas que la helada nocturna forma. Por supuesto, bien calzadas las madreñas: no hay otra forma de afullancar con seguridad.

Somos conscientes de que muchos de estos términos tienen variaciones dependiendo de las comarcas montañesas de León en que las entonen, pero hemos apostado por destacar acaso las más usadas, aunque fuera sobre todo por nuestros abuelos. Porque se trata de una forma de relatar el invierno que, con los pueblos en franca fase de abandono, está en peligro de extinción.

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