Cuando la moda se escapa de la estética para contribuir en los problemas sociales

La diseñadora leonesa Ana Martín.

Marta Cuervo

¿Te imaginas un vestido capaz de avisar a la Policía si su dueña sufre malos tratos? ¿Y un jersey que advierta a los familiares de un enfermo de Alzheimer que se está alejando demasiado de su domicilio? Ana Martín, diseñadora leonesa, estudia y trabaja en estos nuevos usos textiles para conseguir que se vuelvan una realidad.

Siempre había diseñado prendas convencionales, pero cuando hace tres año y medio conoció Fab Lab, su idea de percibir y crear moda dio un giro total. “Me gusta mucho la idea de jugar con la ropa y hacer cosas divertidas. Ahora a mis diseños les pongo luces y motores, para que interactúen con las personas”, explica la diseñadora, dando un paso adelante en su profesión.

Patrones de moda cortados con vistas sociales

Juntar la moda con luces y con movimiento es algo llamativo que Ana imagina para pasarelas, teatro o videoclips, por ejemplo, ya que se tratan de outfits llamativos y muy vistosos, pero que no están concebidos para la gente de a pie, aunque su investigación va mucho más allá: “Trato de crear dispositivos que puedan ponerse en la ropa para gente enferma de Alzheimer, por ejemplo. Una de nuestras ideas es integrar en una camiseta interior un sensor que active una alarma a la familia cuando la persona afectada por la enfermedad se aleje de su casa X metros, indicando la posición de dónde está. También estamos investigando con telas, que son muy conductivas, y que cuando las estiras actúan con sensores. Se utilizarían para mujeres víctimas de maltrato, por ejemplo, para en el caso de ser agredidas, al estirar la ropa, ese gesto provoque un aviso inmediato a la comisaria de Policía”, explica Ana que añade el uso de este tipo de tejidos y dispositivos también para otros casos como enfermedades pediátricas, y personas con problemas de corazón. “Existen infinidad de sensores que se pueden aplicar a la ropa. Un ejemplo que ya existe son las camisetas para deportistas que te dicen el ritmo cardíaco”, recuerda la leonesa, centrada en estos proyectos sociales.

Cristalización de azúcar, kombucha y bioplástico en el máster Fabricademy

En estos momentos, Ana se encuentra cursando el máster Fabricademy, que es la primera vez que se realiza en el mundo de los Fab Lab, y está centrado en moda y tecnología. “Es lo que yo siempre he querido aprender”, apunta la diseñadora, que se esfuerza mucho por aprender y seguir avanzando en su proyecto. “Sigo investigando, no es mi mundo, yo lo que sé es coser; hacer un patrón y confeccionar. No he estudiado estas tecnologías, lo que hace que vaya lenta”, confiesa sin tapujos.

Aún así, Ana ha conseguido crear diseños paramétricos con impresoras 3D y corte láser, y también ha elaborado maniquís de cartón y polipropileno con la misma técnica.

Otros de sus modelos se han realizado a través de cristalización de azúcar para crear adornos, y con bioplástico biodegradable y kombucha, que se trata de un hongo que se alimenta de té negro y azúcar y al fermentar crea una capa de celulosa que se deja engordar, después se seca y su apariencia es muy similar a la piel. “El mundo de la moda contamina mucho y queremos concienciar también en ese aspecto. Para ello, nosotros teñimos con tintes de frutas y verduras, ya que lo natural no contamina”, declara.

Compartir conocimiento, el alma de Fab Lab

A pesar de que Ana desconocía todo lo relacionado con la mecánica, informática y demás ciencias que ahora poco a poco va introduciendo en sus vestidos y camisetas, decidió dar este paso debido a su carácter curioso, y un poco inconformista. “Me aburría de hacer siempre hacer lo mismo. Llevaba muchos años haciendo lo mismo; las faldas pueden ser largas, cortas, pueden tener la cremallera en un lado o en otro, pero quería aprender cosas nuevas. Este máster me llamó mucho la atención porque yo quería hacer algo diferente”.

En cuanto a las diferencias que existen entre sus diseños de ahora y los tradicionales, Ana confiesa que no hay muchas, aparte de las luces y los mecanismos evidentes. “El proceso es el mismo; hago un patrón con papel, se pone en la tela y lo corto con la tijera igual. Lo único que hay que tener en cuenta es que para colocar todos estos sensores se necesita una doble capa, en una falda el forro, por ejemplo. Es necesario tener otra capa porque no me gusta que se vea la tecnología, que ya viene muy preparada con luces preparadas para textil e hilo conductivo”, explica la artesana.

“En Fab Lab he aprendido a usar las máquinas que hay aquí, y he querido experimentar con las telas para ver los resultados. Lo bueno del corte láser es que es como fuego, cuando va cortando las telas las cauteriza y entonces nos se deshilacha. Se pueden hacer diseños increíbles, cosas que no se pueden hacer con una tijera por el tiempo que te llevaría. Es un avance”.

Por otro lado, Ana asegura que si no fuese por Fab Lab, no podría realizar su trabajo. “En Fab Lab es donde está todo el conocimiento que necesito. Interactuamos entre nosotros, nos ayudamos, cada uno tiene una función. Nuria es ingeniera, y muchas veces necesito su información, por ejemplo para saber cómo funciona un motor. Si ella necesita algo sobre costura yo la ayudo. Aquí intercambiamos información: hay quien sabe programar, informática..., y todos te ayudan”.

Vídeo de Ana interactuando con uno de sus vestidos

Etiquetas
stats