La víctima de pederastia pide a la Iglesia que revise su caso porque la condena al cura le “asquea”

Peio García / ICAL Exalumnos del seminario de La Bañeza (León) convocan una manifestación tras la denuncia de un caso de pederastia en Astorga

Una de las víctimas de los abusos pederastas perpetrados durante años por el sacerdote leonés José Manuel Ramos Gordón mientras ejercía como párroco en Tábara y en su caso posteriormente en el Seminario de La Bañeza, ambos enmarcados en la Diócesis de Astorga, se ha dirigido por carta a la Conferencia Episcopal, y en concreto a su presidente, el cardenal Ricardo Blázquez, para pedirle que “tengan la caridad de revisar mi caso”, que se saldó con una 'condena' eclesiástica inicial de apenas un año de retiro y posteriormente la decisión reciente de internamiento en un monasterio, sin poder oficial servicios religiosos. Y eso que posteriormente, como ha publicado Diario de León, también estos aspectos han podido ser contravenidos sin castigo alguno mientras ha recurrido aquella decisión.

Javier, que sufrió aquellos abusos junto a su hermano, hoy fallecido, trasmite a Blazquez que el resultado final de aquel proceso contra Ramos Gordón le ha hechjo sentir “asqueado, engañado y burlado”, algo que se une a que aquellos hechos “durante toda mi vida me han hecho sentir humillado como ser humano”.

Y más en concreto, relata en la misiva que en la investigación que abrió el obispo de Astorga “no se contó conmigo”, no dispuso de “un letrado que abogara por mis derechos, como sí ocurrió en el caso de mi verdugo” y finalmente se incumplieron los compromisos de que “mi abusador fuera castigado, que los que supieron y callaron serían sancionados y las víctimas reparadas”.

Por todo eso, le recuerda Javier a Blazquez que “no cesaré en mi empeño en la búsqueda de la verdad, justicia y reparación” frente a “la pasividad y el silencio en la Iglesia española y el abandono absoluto de las víctimas”, al contrario de la contudencia que el Vaticano ha anunciado, como la “expulsión de obispos encubridores en Chile, las acciones en la Conferencia Episcopal alemana o investigaciones a instancia de la Fiscalía de Estados Unidos”, menciona como algunos casos.

Por eso, le pide esta víctima al cardenal que le transmita “al Santo Padre -al que ya escribió hace años- mi decepción más absoluta de cómo se ha llevado el proceso en la diócesis de Astorga”, cuyo responsable, el obispo, Juan Antonio Menéndez, fue nombrado la semana pasada como máximo responsable de la nueva Comisión creada por la Conferencia Episcopal para actualizar los protocolos de actuación católicos frente a este tipo de hechos.

La carta concluye reconociendo que “no podemos pedir lo imposible, que sería que nos devolvieran nuestra infancia rovada, pero al menos tengan la suficiente humildad y decencia de escuchar, reconocer y responsabilizarse de sus actos e intentar por todos los medios aliviar nuestro dolor”.

Es fácil que esta carta y sus peticiones caigan en saco roto. Porque el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, ya aseguró hace escasas semanas que que el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, ha actuado de manera “competente” y “sosegada” en este caso y lo ha hecho en todo momento “en comunión” con el Vaticano.

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