La voz dormida de las mujeres de la guerrilla del Bierzo

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Hace un mes, coincidiendo con la celebración del Día de la Mujer, unas manos anónimas llevaron los nombres de algunas de las guerrilleras bercianas a las calles de Ponferrada. Amalia de la Fuente Peral, Herminia Arias Alba, Julia Macías Fernández, Elena Bayón Llamazares, Eduviges Núñez García, Rosa Cabezas Marín. Detrás de cada una de estas mujeres, y decenas más, hay una historia marcada por la Guerra Civil y la represión, por las huellas que dejaron en su carácter los años de huida y el paso por prisión, incluso hay alguna historia que termina prematuramente, con un final en el que la protagonista paga con la vida su “adhesión a la rebelión”.

Pero sobre todo son historias marcadas por el silencio, al que les condenó el franquismo y también una sociedad machista que despreció su papel y valentía, que tantas veces las menospreció como simples “mancebas” o las señaló como “las putas de los rojos”. “Aunque es cierto que el número de mujeres es muy inferior, la guerrilla, a pesar de que representa un espacio muy masculinizado, ya no puede considerarse como un ámbito exclusivo de varones”, apunta la historiadora berciana Alicia Prada, que en su investigación sobre 'Mujeres y resistencia antifranquista en el Bierzo (1936-1951): guerrilla, represión y supervivencia' analiza la experiencia de estas mujeres y sus motivaciones para implicarse en esa lucha.

Una lucha en la que algunas participaron directa y activamente como guerrilleras, mientras que otras lo hicieron como enlaces o ayudando a la guerrilla facilitando alimento o refugio. Prada cita a otra autora, Mercedes Yusta, para resaltar como las guerrilleras “llegaron a estos grupos a través de trayectorias complicadas, en las que lo personal se mezclaba con lo político y lo familiar con lo individual de modo que, en muchos casos, el parentesco tenía un papel tan importante como la política”. Y las mujeres, como ellos, se unían a la guerrilla cuando se encontraban en una situación de tal peligro que la única alternativa para salvar la vida era echarse al monte. Y las mujeres, como ellos, eran víctimas de las represión -unas 130 en el Bierzo entre 1936 y 1945-.

De 'La Penca' a 'Pandereta'

Aunque, como pasaba entonces en casi todas las esferas de la vida, las mujeres solían quedarse en un segundo plano y dejaban el protagonismo a otros, no hay duda que en la historia de la resistencia antifranquista en el Bierzo fueron muchas las que en silencio sirvieron de enlace y ayuda a los guerrilleros echados al monte y, llegado el momento, también fueron valientes para empuñar las armas. Ese es el caso de 'La Penca', Alida González Arias, que fue una de las principales guerrilleras del Bierzo aunque su papel quedó a la sombra de su compañero, el mítico Manuel Girón. Ella había nacido en 1915 en Salas de los Barrios y se había acercado a la política a través de su marido, el ugetista José Losada Yáñez, que se echó al monte nada más triunfar el alzamiento militar del 18 de julio de 1936 ante el temor de acabar 'paseado'.

Alida ayudaba a su esposo, le facilitaba comida, ropa y cartuchos. Y fue así como acabó detenida. Un consejo de guerra, prisión en el campo de concentración de San Marcos de León, más detenciones y el destierro a la localidad de Cantalapiedra (Salamanca) marcaron la vida de Alida durante los años siguientes, hasta que el 27 de abril de 1940 recibe la trágica noticia del asesinato de su marido y decide regresar al Bierzo para ser una de las enlaces más activas “en el llano” y unirse ya en 1945 a la partida de Girón, tras aparecer su nombre en la lista encontrada por la Benemérita en el episodio de la casa de Columbrianos -que sirvió para la detención de más de medio millar de personas acusadas de colaborar con la lucha armada-. Precisamente, la muerte Girón en 1951 marcaría para siempre la vida de Alida, siempre señalada como la persona que traicionó al guerrillero a pesar de haberse demostrado que su verdadero verdugo fue José Rodríguez Cañueto, en un plan urdido por el comandante de la Guardia Civil, Miguel Arricivitas.

Por su parte, Alberta Viñales Martínez 'La Chata', se une también a la lucha en el monte en 1945 por razones de seguridad. Esta joven de Santo Tomás de las Ollas también estaba en la lista de Columbrianos. De esta manera vuelve al lado de su compañero Hilario Álvarez Méndez 'Bienvenido', un socialista que había participado en el recordado encuentro celebrado en los montes de Ferradillo que sirvió para la creación en 1942 de la Federación de Guerrillas León-Galicia y que falleció en combate con la Guardia Civil el 17 de marzo de 1949 en Arroyo de Capeloso en Villasinde (Vega de Valcarce). Tras su muerte, 'La Chata' logra huir a Francia con el guerrillero comunista Oliveros Fernández Armada 'Negrín'.

Precisamente, ese 17 de marzo de 1949 también fue asesinada, junto a Hilario Álvarez y Abelardo Macías, la guerrillera Alpidia García Moral 'Maruxa'. Esa mujer de Sobrado había comenzado a prestar su ayuda a la guerrilla tras la muerte de su marido y, tras ser descubiertos varios combatientes en una redada en su casa en 1943, decidió huir al monte y unirse a la partida en la que estaba su compañero Victorino Nieto Rodríguez. Una historia similar, también con final trágico, fue la de Asunción Macías Gallego 'Pandereta'. Ella era de Paradela de Muces (Priaranza) y había quedado sola con un hijo y una hija tras perder a su marido en el frente. Así se acabó uniendo a la guerrilla siguiendo los pasos de su compañero por aquel entonces, el veterano Enrique Oviedo Blanco 'Chapa'. Los dos ya habían tomado la decisión de hacer las maletas y huir a América. Todo estaba listo para ese 27 de noviembre de 1950, sin saber que un día antes su yerno los delataría. La Guardia Civil prendió fuego a su casa mientras dormían y Enrique y Asunción decidieron quitarse la vida antes de morir asfixiados.

El paso por la cárcel

Tal vez estas fueron algunas de las más conocidas, pero en la guerrilla en el Bierzo también aparecen otros nombres. El de Herminia Arias Alba, nacida en 1917 en Bembibre, que pasó al menos dos años en el antiguo balneario de Saturrarán, convertido en cárcel de mujeres durante la Guerra Civil, tras ser condenada a 30 años de reclusión menor por adhesión a la rebelión. Por ese mismo delito fue encarcelada Amalia de la Fuente Peral, de Magaz de Arriba. Tras el 18 de julio de 1936, afiliada como estaba a las juventudes de la CNT trabajando en la mina en Fabero, decidió huir por el monte hacia Asturias. Cuando finalizó la guerra regresó al Bierzo y finalmente se cumplieron sus peores temores. Fue detenida. No importó que tuviera una hija de tres años y estuviera embaraza de ocho meses.

En una entrevista realizada por la periodista Ana Gaitero en 2012, Amalia recordaba como dio a luz en la cárcel de Astorga, de rodillas y apoyada en una silla, en 1940. «Se me murió a los dos meses. Eso se lo tengo que agradecer a Lobato. Quien lo pagó todo fue la criatura», contaba entonces con tristeza. Después tuvo que separarse de su hija, que durante un tiempo estuvo recluida junto a ella, y tras el Consejo de Guerra su destino fue la cárcel de mujeres de Amorebieta, donde cumplió cuatro años hasta que llegó el esperado papel con la libertad condicional.

También había cruzado a Asturias la joven de Fabero Elena Bayón Llamazares, que como Amalia regresó al Bierzo tras su caída y fue encarcelada, o Eduviges Núñez García, de Folgoso de la Ribera, que con apenas 30 años “marchó detrás de su marido a las montañas en el mes de agosto de agosto de 1936 y después, por Matarrosa, pasaron a Asturias, en donde estuvo de refugiada y en la asistencia social, hasta que hundido el frente rojo se trasladó a su domicilio”. Así lo recoge el expediente de la causa por la que la condenaron a 30 años de reclusión mayor por adhesión a la rebelión.

Es curiosa la descripción que hacen de ella los diferentes informes de la Guardia Civil: “Era de buena conducta, pero al casarse con David de la Mata (procesado en rebeldía, como Jefe Comunista de Folgoso y al parecer ya muerto en el campo rojo) se hizo muy mala, haciendo gran propaganda entre las mujeres sobre las que cobró ascendiente. Iba al frente de manifestaciones portando la bandera roja y se la considera peligrosa para el orden público”.

Por su parte, Julia Macías Fernández, de Lago de Carucedo, pagó su relación con la “rebelión” con tres años de reclusión correccional y Herminda María González Otero, de Palacios del Sil, con seis años y un día de reclusión menor. Por su parte, Rosa Cabezas Marín, de Matarrosa del Sil aunque nacida en México, siguió los pasos de su hermano Ismael en la guerrilla y fue condenada a 20 años de reclusión menor por adhesión a la rebelión.

En rebeldía

También intensa fue la vida de Adoración Canedo Canedo, que se reunió en las montañas con su marido Dalmiro Alonso García -desertor del Ejército sublevado en 1937- tras el combate de Canedo, según recoge Santiago Macías en 'El Monte o la muerte'. Los dos estuvieron implicados en el encuentro del 27 de octubre de 1948 con la Guardia Civil en Castiñeiras (Balboa) en el resultó muerto Sabas Andrés Salazar (de la Policía Armada) y que llevaría a la detención y asesinato de los dueños de la casa donde estaban escondidos, Vicenta López Digón y su hijo Jesús Camuñas López -cuyos cuerpos fueron recuperados hace cerca de cuatro años en el cementerio de Villafranca-. Adoración se declaró en rebeldía en las dos causas en la que aparece su nombre, una por un delito contra la seguridad del Estado y otra por el asesinato de Sabas Andrés Salazar.

Si se sentó ante el juez Esperanza Gavela Rodríguez, una joven de origen asturiano que vivía en Páramo del Sil y cuya condena a pena de muerte por adhesión a la rebelión aparece entre las causas que guardan los archivos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Esa misma condena fue a la que sentenciaron a Áurea Prieto Álvarez, de Albares de la Ribera, aunque después se la conmutaron por 30 años de prisión. Y hay otros nombres que figuran en la documentación de la ARMH y de la que también se hace eco la investigación de Alicia Prada.

Más nombres

Es el de Avelina Moreda Rodríguez, de Chano (Peranzanes) y que apenas tenía 30 años cuando estalló la guerra. Como otras, paso un tiempo por la cárcel de mujeres de Saturrarán tras ser condenada a 30 años por adhesión y auxilio a la rebelión. Es el de Severina Quindós López, de Lillo del Bierzo (Fabero), o el de Filomena Ochoa Quindós, de Villabuena (Cacabelos) también con una pena de 30 años. Filomena tuvo que responder además por el asesinato del falangista Arturo Álvarez y a la prisión sumó el pago de una indemnización de 30.000 peseras. Obtuvo la libertad condicional en 1950.

Es el de la maestra nacional Josefa González Magadán, que enseñaba en Palacios del Sil y que además “es acusada de actuación durante la guerra en el frente rojo”. Hay otras mujeres vinculadas a la guerrilla en el Bierzo, aunque ellas eran de origen gallego, como las hermanasAntonia y Consuelo Rodríguez López que permanecieron en el monte desde 1945 (tras el incidente de Columbrianos) hasta 1948 y 1949, cuando pudieron exiliarse a Francia.

No corrió esa suerte otra joven gallega, Claudina Calvo Álvarez, en las filas de los resistentes en los montes de Casaio junto a su pareja, el maqui Francisco Fernández 'Chaval'. Los dos aparecieron muertos, con otro guerrillero Manuel Fernández Vázquez, en el interior de una choza en las inmediaciones de la ermita de San Xil. Santiago Macías señala que, aunque la Guardia Civil en sus diligencias hace referencia a un encuentro armado, los tres habrían sido asesinados por sus compañeros de la guerrilla como represalia por sus acciones indiscriminadas contra la población civil, inclumpliendo sus propios estatutos.

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