Teletrabajo y fraude: un agujero inmenso

Regular el teletrabajo es más complicado de lo que parece. // Lukas Bieri / Pixabay

Javier Pérez Fernández

Y después de anunciar a bombo y platillo la obligación del control horario para todos los trabajadores, con sanciones enormes incluidas, resulta que llega el teletrabajo y volvemos a estar como estábamos. O mucho peor.

Que sí, que suena muy bonito eso de que sea obligatorio mantener un registro horario de las jornadas laborales, que ese registro cuente con una serie de medias de seguridad para que no se pueda manipular a gusto del empresario, y que los inspectores tengan ese registro a su disposición para las comprobaciones oportunas. Suena tan bonito que, en la práctica, es pura música celestial de querubines tocando el arpa.

¿Qué pasa ahora cuando parte de las jornadas son en teletrabajo?

Y no me refiero sólo al registro, sino a las jornadas en general. ¿Qué ocurre cuando la jornada se presta en el domicilio del empleado y el inspector no puede acceder a ese lugar, porque la inviolabilidad del domicilio sigue siendo sagrada? ¿Quién controla ahora si se declaran y se cotizan las horas extraordinarias?

Así, de rebote, creo que nos estamos encontrando con una gatera como el túnel de Pajares. Estamos hablando de un coladero de proporciones tremendas para todo tipo de prácticas fraudulentas, desde la contratación irregular, hasta los horarios falseados o incluso a seguir en ERTE y trabajar desde casa, haciendo un bingo negro. ¿Quién va a poder controlar eso? ¿Quién va a poder controlar si se contrata por diez horas y se prestan cuarenta, pagadas bajo mano? Si en España teníamos ya una economía sumergida del 25% del PIB, la llegada del teletrabajo puede hacer que batamos todas las plusmarcas.

Regulación pensada para funcionarios

Y no es que me oponga al teletrabajo, que puede ser la última esperanza de algunas localidades pequeñas, pero tengo la impresión de que todo se ha hecho deprisa y corriendo, por los de siempre y pensando en los de siempre. O dicho de otra manera, para que no se diga que tiro la piedra y escondo la mano: el teletrabajo lo han regulado funcionarios pensando en los trabajadores del sector público, de modo que, como a ellos les conviene, les importa un carajo los efectos que esa regulación pueda tener sobre ese otro mundo de la empresa privada y sus enanitos, un mundo que visitan sólo de vez en cuando, si no queda más remedio.

Y el caso, amigos, es que lo que no salga de un sitio tendrá que salir de otro. De pagar por autopistas, de impuestos a la electricidad o de una tasa de tres mil euros por renovar el carné de identidad si no hay otra manera.

Pero de las cotizaciones de los teletrabajadores no va a salir, de eso podéis estar seguros. Porque en cuanto quieran endurecer un mínimo los costes sociales, veréis, con el tipo de control que se está quedando, cual será la respuesta inmediata: reducir horas sobre el papel y tirar para adelante.

¿O alguien lo duda?

Etiquetas
stats