Pastores de León. Quijotes del campo

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Juan Daniel Rodríguez / Sahagundigital.com

Cumplen tres décadas de la edición del libro 'Mis pastores', un trabajo del periodista leonés Juan Daniel Rodríguez (Villeza, 1966) que recogía años de esfuerzo personal para retratar, con fotografías y con textos, a decenas de pastores que aún abundaban por los campos leoneses. El objetivo de su obsesión personal era hacer un guiño a esta noble profesión de Quijotes del campo, de sabios solitarios.

El proyecto ha sido rescatado este verano por Sahagundigital.com, que ha abierto un diálogo con sus lectores para actualizar en lo posible las vidas de los protagonistas de aquellas imágenes de antaño y avanzar en un censo más actualizado de los pastores tradicionales que aún sobrevivan a los tiempos de la ganadería 2.0. Pero la historia de este proyecto tan grande como los molinos contra los que Quijote luchaba merece la pena ser recordada. Y es Rodríguez quien la cuenta:

Cada vez cuesta más encontrarse a un pastor con su rebaño de ovejas a la orilla de la carretera porque, la verdad, ya casi no quedan ni de los primeros ni de las segundas.

Ahora pasas veloz con tu coche de gran cilindrada por una autovía vallada con la imposibilidad de parar y, encima, las pocas ovejas que quedan están todo el año estabuladas, condenadas a prisión perpetua.

Pero hace tres décadas aún se podía disfrutar de los pastores; podías parar cada poco a charlar y a fotografiar a estos ganaderos solitarios a lo largo de toda la geografía española. A eso fue a lo que me dediqué a ratitos durante cinco años de mi vida (1989-1993), a 'coleccionar' pastores, mis pastores, colección de la que una buena parte os traigo hoy ante vosotros. De los 96 pastores 'radiografiados', 36 pertenecen a esta bendita comarca del sureste leonés.

Reconozco que entonces sentía -y sigo sintiendo aún hoy- una especial admiración por los pastores, a los que yo prefiero llamar 'los quijotes del campo', por ese espíritu aventurero que encierra la profesión, porque, no me dirás que no es una aventura salir cada día al campo con el ganado, haga el tiempo que haga, y sin saber la ruta cierta que vas a trazar.

Y así, solos en el campo. Con lluvia o con un sol de justicia, con vientos huracanados y tormentas de las que calan, provistos de paraguas o de una manta, con la única compañía de sus perros y, claro está, sus ovejas a las que –cosa que me sigue maravillando- distinguen unas de otras a pesar de la gran cantidad y enorme parecido que hay entre ellas. Y solos también, casi siempre, en las majadas o cairizos mientras llevan a cabo la fase del ordeño.Esa vida contemplativa da mucho de sí para meditar, para reflexionar sobre la vida y sus acontecimientos. Asisten a la salida del sol y casi siempre son testigos de su puesta. También la luna los acompaña muchas noches.

La Virgen siempre se aparece a los pastores. Por algo será

Piel curtida por el recio viento; alma de lobos solitarios, filósofos a la fuerza. Si lo piensas bien, pastorear es guiar, ayudar a marchar por el buen camino, como parece que hizo Jesús de Nazaret. Fíjate si es importante esta profesión, que fueron los pastores los primeros que veneraron al Hijo de Dios tras su nacimiento en el portal de Belén. Y encima, la Virgen siempre se aparece a los pastores. Por algo será.

Antes de realizar este trabajo pasaba fugazmente por la carretera cuando veía a un pastor apostado en las proximidades viendo la gente pasar. Los veía y pensaba: ¿Qué tal le irá la vida a este? ¿Con quién vivirá? ¿Estará casado, tendrá hijos...? Hasta que por fin un buen día me decidí a pasar a la acción e invertir un poco de mi vida en averiguarlo.

El único esfuerzo que tenía que hacer era parar, bajar del coche y 'entrar' en conversación, es decir, empatizar, un término de psicología social muy de moda en estos tiempos. Os confieso que fue una experiencia formidable.

No sé muy bien cómo fue que empecé, tampoco sé cómo fue que lo abandoné. Sólo sé que durante estos largos cinco años tuve la conciencia de ir atesorando una colección muy especial, casi única diría yo, un material que guardé como un verdadero tesoro, hasta que hace 10 años me decidí a autoeditar un pequeño librito y que hoy me decidí a desempolvar.

¿Pastor o periodista?

Tanta era y es mi admiración por la profesión que reconozco que en algún momento pensé dedicarme a pastor, justo cuando mi etapa de periodista en La Crónica pasaba por una importante crisis y justo también cuando en Villeza se acababan de establecer en cooperativa Alipio, José y Primo -JAP-.

Recuerdo una charla con el primero de ellos en León donde le llegué a sugerir la posibilidad de sumarme a aquella más que digna aventura. Él pensaba que no se lo decía en serio, pero vaya si iba en serio. Al final resistí en el periodismo. Más que admiración creo que era envidia lo que sentía. No creo que me hubiera ido del todo mal, pues estos tres socios siguen manteniendo la empresa, trabajando mucho, pero unidos y creo que con aspiraciones de continuidad.

Como decía, durante aquellos años adquirí la sana costumbre de parar cada vez que veía algún pastor; primero saludaba, entablaba conversación y, al final, con el pertinente permiso, disparaba la foto con mi cámara y les pedía los datos mínimos para poner en el pie: nombre y apellidos, edad y población. Yo le añadiría también la fecha de la entrevista.

96 pastores en la 'colección'

En mi colección de pastores, 96 en total, conservo momentos irrepetibles de distintos puntos de España, fruto de viajes que hice por esos mundos de Dios, como un viaje a Cataluña y otro a Andalucía, pero sobre todo atesoro pastores de la comarca de Sahagún, de los de mi pueblo, Villeza, y los de todos los alrededores.

De todas aquellas conversaciones guardo bellos recuerdos. Fueron conversaciones breves pero muy intensas y sobre todo enriquecedoras. Después de interesarse brevemente por mi persona y condición, siempre con la verdad por delante, la mayoría de los pastores se lanzaban a contar su vida: sus penurias económicas dentro de un sector primario en crisis continua, pero también me contaban su vida personal resumida: si estaban casados y tenían hijos, me decían lo que estudiaban o si trabajaban y dónde lo hacían.

“Sinceridad, sencillez y confianza”

Los que estaban solteros me hablaban de su rebaño o si eran pastores a sueldo me relataban otros destinos que habían tenido. Puedo decir que todo el colectivo se caracterizaba por su sinceridad, sencillez y confianza. Se abrían, se lanzaban al vacío una vez que comprobaban que no era ningún controlador del fisco. De todos con los que entablé esta fugaz relación que os cuento, solamente uno, en Saldaña, se negó a darme el nombre porque estaba convencido de que yo era un inspector de Hacienda. No le guardo rencor. Estaba en su derecho de desconfiar de mi persona.

Eran (son) personas muy necesitadas de conversación, precisamente por esas largas horas que pasan en soledad. Necesitan a alguien que los escuche, tanto los lamentos como los éxitos; de las fiebres de malta que pasaron o de la hija que estudió para maestra y casó muy bien. Yo los escuché y, en compensación, ellos se dejaron inmortalizar para la perpetuidad.

Guardo anécdotas graciosas de muchas de ellas, realizadas en todas las estaciones del año, en días también señalados como un 24 de diciembre y otras en Jueves Santo o Viernes Santo. Hice una el seis de junio del 92 a la misma hora que nacía mi sobrina María en el hospital de León, mientras mi madre esperaba impaciente en el coche.

Transistores como única compañía

Me topé con pastores que portaban las más variopintas vestimentas: con capas de paño a cuadros de las de antes para resguardarse del frío; con paraguas para ocultarse del calor; pastores fotografiados en las llanuras, junto al monte o en el fresco pasto de alguna ribera de río; ganaderos que llevaban un borriquillo y todos ellos acompañados de sus inseparables perros. Muchos fumadores, casi todos con la piedra en la mano para lanzar al perro, algunos con transistores de radio como única compañía (entonces no había teléfonos móviles como ahora).

Fueron varios los que me pidieron posar junto a su perro amigo, que de todas las razas los hay. La forma de posar la elegían ellos, yo sólo encuadraba la cámara y disparaba. En todos los casos hacía una sola foto, raramente disparaba dos, y que fuese la suerte la que quisiera que saliera bien, mal o regular.

Hay que tener en cuenta que entonces no era como ahora con las cámaras digitales y los móviles, que tiras todas las que te da la gana. Entonces había que revelar y positivar y costaba su dinero. La foto de Alipio, el de Villeza, que aparece de escorzo, sirvió de cartel de presentación de la pastorada o La Cordera que se representó en el pueblo en diciembre de 1990 que rescaté tras más de 40 años de olvido.

Algo más de la mitad de las fotos las hice con una compacta de Sony y las últimas con mi Nikon 501 réflex con objetivo 35/70. Varias instantáneas aparecen en blanco y negro porque las hice con la cámara del periódico en mis salidas a cubrir alguna noticia por la provincia de León, fotos que positivaron los fotógrafos de La Crónica totalmente comprometidos con mi causa.

Y pastoras

Va alguna foto también de mujeres pastoras, como el caso de Justina, de Villeza, que salía sólo en ocasiones cuando Cruz andaba enfermo o cuando tenía que ir a podar los majuelos.

Algunos de 'mis pastores' pidieron que les enviara una copia de la foto, para lo que me facilitaron su dirección, siempre con la recriminación generalizada de que otros muchos conductores, sobre todo extranjeros, les habían fotografiado y que una vez hecha la correspondiente petición nunca les llegó el encargo. Yo puedo decir bien alto que a todos ellos les envié una copia de su foto con mi sincero y correspondiente agradecimiento. Desde aquí les vuelvo a dar las gracias a todos ellos sin excepción.

90 años y con 90 ovejas

Guardo bastantes anécdotas de aquellos encuentros que no voy a reproducir aquí, pero sí quiero destacar el caso de Jesús Rodríguez, de Villaverde de Arcayos, con 90 años y 90 ovejas. Me encandiló tanto este personaje, su forma de hablar, su serenidad, su dulzura... que aquel 11 de marzo del 91 (fatídicamente recordado 13 años después) le acompañé a encerrar en la majada y después fui con él hasta su casa donde vivía solo a pesar de su avanzada edad.

Le acompañé en la cena y otros días de mi descanso laboral en La Crónica me acerqué a charlar con Jesús con quien aprendí cómo vivir con humildad y sencillez en una casa fría y antigua. Su hijo, Jesús Rodríguez (junior) también era pastor y le había fotografiado casualmente un mes antes ataviado con el traje típico pastoril, incluida zamarra, leguis o zurrón.

¿Qué hacer con este 'tesoro'?

Durante varios años consideré que este 'material' era suficientemente digno de hacer una exposición monográfica, con un catálogo añadido y que la gente pudiera disfrutar de estas imágenes en gran formato tanto como yo gocé a la hora de hacerlas. Os confieso que presenté el proyecto a Caja España, que me lo rechazaron de entrada. Hice varias pruebas de marcos y ampliaciones.

Del mismo modo se lo ofrecí al Instituto Leonés de Cultura, de la Diputación. El director entonces, Jesús Celis, me dio esperanzas de poder montar una exposición en el Museo Etnográfico de Mansilla. Después de varios años de 'largas' presupuestarias fue el técnico del museo, Francisco Javier Lagartos, quien fuera durante dos legislaturas alcalde de Vallecillo, el que después de mostrar interés y ponderar mi colección me confesó con meridiana sinceridad que no daba para una exposición monográfica.

Sin embargo, lo que sí hizo por su propia iniciativa fue escanear las fotos para guardarlas en formato digital. A cambio me pidió la cesión de los derechos de autor para poder reproducir en el futuro algunas de las imágenes, derechos que cedí sin pedir nada a cambio como precio que consideré justo por el tratamiento y la consideración hacia mi trabajo. Además, uno de los fotografiados de El Burgo Ranero, era su abuelo ya fallecido.

Dada la avanzada edad que tenían la mayoría de estos pastores, de seguro que una gran mayoría hayan muerto ya. Que sirva esta publicación como homenaje a ellos, porque son los verdaderos protagonistas y ya se han ganado de sobra el cielo bajo el que tantas horas han pasado. Otros eran jóvenes, han crecido y puede que estén deseando que llegue la fecha de la jubilación para abandonar esta profesión tan sacrificada, aunque seguro que otros muchos lamentarán el día que tengan que vender el rebaño porque les puede pasar lo mismo que a Cruz, el de Villeza, que por su gran fortaleza prefería trabajar antes que quedar en casa sin nada que hacer por lo que optó por seguir pastoreando hasta que la salud pudo finalmente con él.

De este modo sigo rindiendo homenaje a los 'Quijotes del campo', a mis pastores.

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