El milagro rural de un pueblo leonés de 20 vecinos y una dinamizadora semana cultural

Un pequeño de Andiñuela de Somoza aprende a jugar al bolo maragato ante la mirada de los más veteranos.

Andiñuela de Somoza suma a día de hoy 21 vecinos empadronados. Pero en realidad son seis almas las que viven en lo crudo del otoño y el invierno. Andiñuela parece que dejó atrás su futuro.

Sin embargo, este pueblo de la profunda Maragatería leonesa, perteneciente al municipio de Santa Colomba de Somoza, no se resigna a que “en diez o quince años ya no quede nadie”, como su nuevo alcalde pedáneo, Víctor Simón (independiente), sabe que es la segura condena del pueblo si nadie hace nada por remediarlo.

Por eso, este minúsculo y rico en historia pueblo maragato ha iniciado una reconversión, un último y desesperado esfuerzo en busca del milagro rural. Por intentarlo no será. Y uno de los síntomas de que Andiñuela quiere reverdecer es, entre otros, la celebración de una de las semanas culturales más nutridas y participativas de la provincia leonesa, que se celebran estos días junto a las tradicionales fiestas de agosto.

¿Qué ha sido capaz de organizar una Junta Vecinal en apenas dos meses para dinamizar el verano de Andiñuela? Pues nada menos que diez actividades, entre juegos tradicionales, recitales poéticos, talleres de minerales en una zona de gran riqueza de oro desde tiempos romanos, una conferencia sobre el misterioso hallazgo de un cráneo, exposición de fotografías de uno de los 'ilustres' vecinos históricos, el mítico Bandido Maragato retratado por Goya, inauguración de una escultura y corte de cinta de un centro sociocultural que se había perdido, y en el que además abrirá una biblioteca de más de 1.000 volúmenes. Todo eso, aparte de las fiestas del Corpus.

“Al 99% gracias al esfuerzo personal de mucha gente”

La pregunta es inevitable: ¿Cómo puede un pueblo tan diminuto, al borde de la despoblación total, ser tan activo? Y lo tiene claro el voluntarioso pedáneo Simón, que a sus 48 años y a pesar de vivir y trabajar en Valladolid tomó el bastón de mando de una junta vecinal que desaparecía por la avanzada edad de su anterior composición. Le acompañan en el esfuerzo Trinidad Simón y Pedro del Palacio. Y todos y cada uno de los habitantes.

Asegura que “esto sale adelante con ilusión y al 99% gracias al esfuerzo personal de mucha gente”, explica. Porque todos tienen claro que el objetivo último, aunque “a lo mejor es soñar”, es que el pueblo no se quede vacío en 10 y 15 años“.

No hay una fórmula mágica, tan sólo voluntad y ganas. Porque “nadie ha cobrado por venir a dar una charla”, y casi todos se han volcado en buscar, hasta en Madrid o en la Biblioteca Pública de León, volúmenes donados para el nuevo espacio público de lectura en una vieja escuela que hace décadas que no escuchaba las voces de los niños, esos que ahora, una vez rehabilitada entre todas las manos del pueblo, llenan los talleres o ríen jugando al tute junto a sus mayores.

Si no puede haber campeonato de bolos porque casi nadie sabe, pues se enseña

Y es que la transmisión generacional es considerada aquí “esencial”. Como muestra, el ejemplo del campeonato de bolos maragatos que se quería incluir en el programa cultural de este año, hasta que comprendieron que “casi nadie sabía jugar ya, sólo quedaba uno”. Ni cortos ni perezosos, impulsaron un taller de aprendizaje donde el conocimiento casi perdido fue impregnado en numerosos participantes. Así, un fin de semana después, y a buen seguro por muchos años, ese campeonato ya se puede celebrar.

Andiñuela ha comprendido que aunque sean pocos, el único futuro reside en ser bien avenidos. Por eso ha resucitado el viejo espíritu de los concejos, de las hacenderas. Así han limpiado escombros y hasta electrodomésticos que se apilaban en algunos paisajes hermosos. Así han arreglado puertas y ventanas, retirado vegetación que se comía edificios comunes y olvidados.

Concejos juveniles, que aprendan las nuevas generaciones

Así, “todo de manera colaborativa”, dice orgulloso de todos ellos Víctor Simón, han recuperado no sólo los concejos para decidir que se hace en Andiñuela sino “también concejos juveniles, para que los chavales aprendan cómo funcionaba la toma de decisiones en común y no pierdan aquella costumbre” ancestral.

Han sido apenas unas semanas de la nueva Junta Vecinal pero más fructíferas se antoja imposible. Y sin embargo nadie se relaja en este pueblo de esencia maragata, pueblo arriero cuyo esfuerzo para ganarse la vida por los caminos de aquella España infranqueable es casi mitológico. En la lista ya está arreglar el viejo molino y poderlo hacer visitable; poner en valor los petroglifos, milenarias inscripciones talladas en piedra; sacar partido turístico a algunas de las mejores canteras romanas de oro de la provincia; o incluso, por qué no, acoger a cambio de casa a algún artesano o artesana llamado por el proyecto del Ayuntamiento de Santa Colomba de Somoza de crear un Centro de Formación Artesanal Maragato.

Quién sabe. La ambición de un pueblo que no tenía nada más que perder que su último aliento no parece hoy tener límites. Y se resume en una frase del nuevo presidente del pueblo: “Hacerle a nuestra gente la vida más fácil”. Andiñuela de Somoza, como algunos otros meritorios pueblos de una provincia atacada de despoblación, es un excelente símbolo de la ilusión y la resistencia.

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