Se busca dueño para reforma: Cubillas de Rueda inicia expediente sobre la titularidad del Castillo de Villapadierna

Imagen reciente del Castillo de Villapadierna (Cubillas de Rueda).

César Fernández

La pista sobre la propiedad del Castillo de Villapadierna (Cubillas de Rueda) se perdió hace tiempo. “Nadie ha tenido interés en él. Y ahora, para poder hacer algo, hay que justificar de quién es”, dice el alcalde del municipio, Carlos Ángel Fernández Pascual, al dar cuenta del acuerdo plenario por el que el pasado mes de septiembre se inició el expediente de investigación sobre la titularidad de la fortaleza, que ha sido pasto del abandono durante siglos. Frenar su deterioro e impulsar una reforma para su rehabilitación son los objetivos últimos de este procedimiento administrativo.

“Nosotros tenemos claro que es del pueblo de Villapadierna”, proclama el regidor sin dejar de reconocer, sin embargo, que la titularidad del edificio no aparece ni en el Catastro ni en el Registro de la Propiedad. Situado a las afueras del pueblo, en el entorno de la iglesia, fue mandado construir por orden de Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla, que había recibido la villa de manos de Juan II en 1431, según consta en la página web de la Lista Roja de Patrimonio, una iniciativa de la Asociación Hispania Nostra para recoger aquellos elementos patrimoniales que se encuentren sometidos “a riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores”. El monumento entró en ese dramático listado en el año 2007 por su “degradación progresiva”.

El Castillo de Villapadierna pasó luego a la Casa de Alba. Y a finales del siglo XVIII pertenecía a la marquesa de Villafranca, quien en 1797 firmó un documento en el que autorizaba al vecindario a colocar en su torre las campanas de la parroquia “por hallarse de inmediato a la capilla que ha construido en la referida villa”, según se refiere en el mismo sitio web. La pista histórica se pierde entonces, si bien el alcalde se hace eco de un decreto de tiempos de la dictadura de Franco que haría al Ayuntamiento de Cubillas de Rueda responsable de la seguridad del inmueble, que quedó bajo la protección de una declaración genérica de 1949 y de la ley sobre el Patrimonio Histórico Español de 1985.

Siguiendo la lógica según la cual la fortaleza pertenece al pueblo, la propietaria pasaría a ser la Junta Vecinal de Villapadierna. El Ayuntamiento estaría en disposición de suscribir un convenio con la pedanía o, de no haber interés por parte de la entidad menor, municipalizar el Castillo, sugiere el regidor sin obviar el lamento por el hecho de que las instituciones locales no prestaran interés y dieran respuesta al progresivo deterioro del edificio, que apenas conserva la torre, parte del foso (tapado hace años, censura el alcalde) y la muralla, apunta la Lista Roja de Patrimonio. “Parece que la cultura no era el fuerte de mi antecesora”, desliza Fernández Pascual sobre su predecesora, la popular Agustina Álvarez, que saltó a los titulares de prensa el pasado diciembre por su propuesta para acoger los restos de Franco si se procede a su exhumación en el Valle de los Caídos.

El Castillo ya había acumulado maleza en el año 2003, cuando fue objeto de una intervención de limpieza por parte de vecinos del pueblo junto con la Asociación Promonumenta y la Asociación Cultural Deportiva Castillo de Villapadierna. De estilo gótico, tanto la muralla exterior como la torre y su primitiva construcción pueden datarse del siglo XV. La torre, en virtud de la autorización de la marquesa de Villafranca, sufrió en el siglo XVIII unas obras que la convirtieron en campanario parroquial.

“Ponerlo en valor como sea”

“Queremos que se ponga en valor como sea”, proclama el alcalde de Cubillas de Rueda al aludir a ejemplos de intervenciones patrimoniales en otros puntos de la provincia como en la Muralla de Almanza o en el Castillo de Balboa. Aterrizado en el cargo tras las pasadas elecciones de mayo, el regidor decidió acometer en verano una intervención de limpieza de un entorno en el que había crecido otra vez la maleza hasta límites insospechados. Consciente de que cualquier intervención pasa ahora por el tamiz de la administración pública, Fernández Pascual quiere primero certificar la titularidad del Castillo para luego ver el modo de rehabilitarlo y sus posibilidades de aprovechamiento futuro.

El alcalde tiene algún sueño relacionado con el Castillo. Ahora que impulsa una ordenanza sobre patrocinios privados, imagina la llegada de fondos fruto de un golpe de fortuna o de un mecenas interesado en la rehabilitación de la fortaleza. Más terrenal resulta el deseo de que algún día el interior de las piedras pueda acoger la celebración de una sesión plenaria en la que “los ecos se oigan a los dos lados de la ribera del Esla”. En cualquier caso, reconoce que lo primero pasa por tareas más prosaicas como eliminar los nidos de cigüeñas, recuperar el foso y habilitar una pasarela hasta hacer despertar las leyendas asociadas al edificio que todavía repiten los más viejos del lugar.

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