'A Juan Goytisolo'

Juan Goytisolo

Manuel Cuenya

Lloro la muerte de Juan Goytisolo como si fuera un padre, que lo era, un padre espiritual, literario (aún tengo reciente el fallecimiento de mi padre). Se nos van todos los grandes, todos mis maestros: mi padre, por supuesto, Gustavo Bueno, que tanto me enseñara, y ahora Juan Goytisolo, que me ayudó, con sus libros, a descubrir el mundo islámico, por el que siento afecto, a pesar de que su religión, como la nuestra, sean un engañatolos; y sus gobernantes se revelen como auténticos psicópatas, pero es que los mandamases tienen por lo general ese perfil psicopático, sin el cual, por lo demás, no podrían ejercer altos cargos. Así funciona esta vida de caníbales y reyes.

Descubrí la literatura de Juan Goytisolo durante mi estancia en Almería. Allí me adentré a sus 'Campos de Níjar', que es un magnífico libro de viajes por la Almería profunda de los años 60. Y en esa tierra de luz y azul marino conocí 'La Chanca', ese barrio pintoresco, gitano, que da título a otro de sus libros. Trepado a la alcazaba de la ciudad contemplé el horizonte marroquí, al que decidí aproximarme, después de sumergirme en la obra de este talentoso narrador y ensayista, que ahora acaba de decirnos adiós.

Crucé el estrecho en busca de un mundo que me resultaba tan lejano y exótico y a la vez tan familiar: Nador como punto de destino: Nador dream, al que seguirían Fez, Meknés y Marrakech, además de Tánger, ciudad que en tiempos acogiera a Goytisolo, como a tantos escritores, entre otros Truman Capote, Tennesse Williams; Paul Bowles, Allen Ginsberg, Jack Kerouac o William Burroughs de la Generación Beat, o bien su gran amigo Jean Genet, que está enterrado en el cementerio de Larache, como también ha querido para sí el autor de 'Paisajes después de la batalla'.

Tánger como escenario de esa memorable obra titulada 'Reivindicación del Conde Don Julián'. Y a partir de este instante me quedé prendado de la cultura árabe, del mundo berebere, al que he viajado en diversas ocasiones, y al que espero seguir viajando, aunque ahora, que ya no estará físicamente el mago de las palabras y buen conocedor del árabe, nada será igual.

Tuve la ocasión de verlo, incluso de hablar con él, en el famoso café de France, situado en la Plaza Jemaá-el-Fna de Marrakech, la “ciudad ocre-rosada”. Cabe recordar que, gracias a este singular escritor, la Plaza de Jemaá, que es todo un microcosmos de hechizo y espectáculo al aire libre, se convertiría en Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

Nunca olvidaré aquella tarde, en compañía de mi amiga marroquí Hayat, tomando un té a la menta con Goytisolo mientras conversábamos sobre temas varios, en su mayoría relacionados con la literatura, el periodismo, la política y hasta de la provincia de León, que dijo no conocer, después de invitarlo a que viniera a dar una charla a la Escuela de cine del Campus de Ponferrada. “Las únicas provincias que no conozco de España son Lugo, Zamora y León”, me advirtió, él que siempre fue un trotamundos, un danzarín, un derviche giróvago, que nos hipnotizara con su prosa, con su prosodia, con la musicalidad de sus palabras, con la belleza de su lenguaje, sobre todo por tierras islámicas (imprescindibles se me antojan 'Makbara' o 'Aproximaciones de Gaudí en Capadocia') pero también por los Balcanes (ahí está su 'Cuaderno de Sarajevo', por ejemplo), Cuba, Estados Unidos o México, país por el que sentía devoción, y así me lo manifestó: “¡Lástima que esté tan lejos!”. En México, además, contaba con su gran amigo, el escritor Carlos Fuentes (otro coloso de las letras).

Aquel encuentro me fascinó. Y Hayat se quedó impresionada con el dominio del Premio Cervantes de la lengua árabe. “Habla muy bien árabe el señor Juan”, me dijo. Sí, hablaba y conocía la lengua árabe, el árabe dialectal marroquí, como no lo ha hablado ningún otro escritor español. Y por eso solía decir que en nuestra lengua castellana contamos con unos cuatro mil vocablos de origen árabe.

No hace tanto tiempo, en noviembre de 2015, volví a verlo en el Festival Eñe de Madrid, después de que le hubieran concedido el Premio Cervantes en 2014. Pero en esta ocasión ya no pude hablar con él, ni siquiera saludarlo. Me gustó escucharlo, lo mismo que me encantó el discurso que hiciera con motivo de su Cervantes, que aceptó, según él, porque era de nacionalidad cervantina.

Ahora nos queda su sustanciosa obra, a la que volveremos de vez en cuando, siempre que la vida nos siga sonriendo, y nos permita, al menos, seguir en pie, con dos gotas de sangre en las venas, porque vivir, como me dijera mi enfermera Beatriz, es casi, o sin casi, un milagro, rodeados como estamos de agentes patógenos, todo tipo de virus, bacterias, enfermedades varias... y como dijera, más o menos, el propio Juan Goytisolo hace años: “cuando uno llega a los 70 años tienes que aceptar cada día como un regalo. Y yo así lo hago yo. Vivo con quien quiero, en el sitio que quiero, escogiendo la familia o los niños que quiero. Vivo al día”. Sí, hay que vivir al día, en presente, incluso cuando uno se está acercando al medio siglo.

Lástima que hoy el creador de 'Coto vedado' y 'Telón de boca' ya no pueda decirnos ni siquiera que vive al día, porque estará acompañando a su mujer Monique Lange y a su gran amigo Jean Genet.

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