Fermín Rodríguez Trabado: “El Bierzo me parece una joya natural de la que a veces hay que alejarse para valorarla”

Fermín Rodríguez Trabado.

Manuel Cuenya

Originario de Sésamo (precioso nombre para fabular), Fermín Rodríguez Trabado es el autor de un libro de microrrelatos titulado 'Terceras personas', su ópera prima, deudora a todas luces de la narrativa del escritor cacabelense Fermín López Costero, tristemente fallecido en febrero de 2018, aunque a buen seguro nos estará sonriendo desde la otra orilla al tiempo que nos hace gestos narrativos con la precisión de un orfebre del lenguaje: https://www.ileon.com/cultura/077509/fermin-lopez-costero-prefiero-fiarlo-todo-a-la-imaginacion-intento-que-la-realidad-no-estropee-mis-planes.

Fermín R. Trabado, berciano como su tocayo López Costero, es asimismo heredero, como lo fuera el autor de 'Teatro de sombras', de la retranca de un grande del cuento. Me refiero al genial Antonio Pereira, que hablaba como escribía. Con una excelente agilidad mental y mucho humor.

“Para bien y para mal, supongo que esta hoya geológica en la que vivimos habrá tenido algo que ver en mi carácter, aunque solo sea por esa ironía medio gallega que tenemos los bercianos”, afirma R. Trabado, para quien el Bierzo es paisaje, sangre y memoria.

“El Bierzo me parece una joya natural de la que a veces hay que alejarse para valorarla (o pasearla cuando hay tiempo y calma, como hizo Gil y Carrasco en su 'Bosquejo de un viaje a una provincia del interior'). Pero no dejan de apenarme el declive de estos años y ese pesimismo que se respira y que ahoga”, explica el profesor Fermín al tiempo que rememora su infancia feliz en Vega de Espinareda, adonde se trasladara su familia después de vivir en Sésamo (localidad conocida por sus pinturas rupestres).

“Feliz tuve la infancia allí (o así la recuerdo, que la memoria es tramposa). Fue feliz aquel tiempo porque dinero había poco pero a mí y a mis hermanas nunca nos faltó lo necesario (es la suerte de unos padres que saben trabajar y hacer mucho con poco). Y recuerdo, claro, aquella casa del barrio de La Barraca (qué nombre tan lorquiano, ¿verdad?); su patio, su corral, su huerta, su desván, su fragua, las lecturas infantiles subido en el regazo del cerezo de la huerta... Y mucha bicicleta”, recuerda Fermín, cuya vocación por la lectura le viene desde la infancia, pero su vocación creativa surgió no hace tanto tiempo.

“Aunque he escrito algo de poesía y de teatro, la 'llamada de lo literario' me viene a través del microrrelato... El congreso sobre el cuento que se celebró en Villafranca del Bierzo en 2017 fue el desencadenante de casi toda la micronarrativa que he escrito desde entonces. A veces uno no sabe si creer más en las causalidades o en las casualidades, pero lo cierto es que hoy para mí la escritura es alimento (espiritual, que esto no es fútbol), ya casi tan necesario como leer. Si fuera físico, quizá me acercaría al misterio a través de la cuántica; como no lo soy, lo hago a través de la literatura (no solo escribiendo, también leyendo)”, expone, a sabiendas de que la literatura puede darnos, a su juicio, muchas cosas: conocimiento, entretenimiento, aliento psicológico y moral... En todo caso, cree que lo más valioso, “su valor añadido, que diría un cursi mercantilista”, es la posibilidad de llegar donde la razón no llega y de explicar lo que la ciencia no explica, y eso es el misterio.

“No creo que la literatura sea mejor ni peor que la ciencia, sino que habitan universos diferentes (paralelos...). Quizá por eso tengo predilección por esos poetas que de cuando en vez conectan esas dos dimensiones a través de alguna puerta dimensional literaria; como Rafael Guillén en esa trilogía que culmina con 'La edades del frío', o Clara Janés en 'Orbes del sueño'. Por eso y porque pienso que en la ciencia más puntera (la tecnología es otra cosa) está el germen de la filosofía del siglo XXI. Además, creo que la literatura ha de estar siempre de guardia para evitar que la inteligencia artificial nos convierta en estúpidos sin retorno”.

Tras la lectura de Terceras personas, lo que llama la atención es que su creador es un devoto de este género en sí mismo llamado microrrelato, caracterizado por la economía narrativa y la precisión verbal, pero también por la intertextualidad, el humor y la parodia, la elipsis, los finales sorpresivos, entre algunas otras características.

Aunque he escrito algo de poesía y de teatro, la 'llamada de lo literario' me viene a través del microrrelato... El congreso sobre el cuento que se celebró en Villafranca del Bierzo en 2017 fue el desencadenante de casi toda la micronarrativa que he escrito desde entonces. A veces uno no sabe si creer más en las causalidades o en las casualidades, pero lo cierto es que hoy para mí la escritura es alimento (espiritual, que esto no es fútbol), ya casi tan necesario como leer

“Al microrrelato se le presume brevedad y un lenguaje muy medido. Sin embargo, la cantidad de información que en él se da es como el alambre de un funambulista: territorio para un ejercicio de riesgo. Este es un género que juega mucho con la elipsis porque sabe que al lector de microficción se le puede pedir un esfuerzo mayor; es, al cabo, el 'lector implícito' del que habló Iser. Pero es muy difícil conocer la medida exacta de información (hay una serie de implicaturas sociales, históricas, literarias...) que se ha de dar al lector. Demasiada información puede dar al traste con el microrrelato, hacerlo torpe de tan obvio; información demasiado escasa puede hacer que el microrrelato no se entienda o se entienda mal (aunque no todos los microrrelatos están hechos para ser 'entendidos'). Esta es una decisión arriesgada que debe tomar el escritor, y debe hacerlo con todas las consecuencias”, puntualiza, convencido de que a los microrrelatistas se les escapa siempre una variable, al menos una, en la fórmula del microrrelato: el lector, “quizá porque lectores hay muchos y cada lector es varios lectores”, apostilla.

“En todo caso, en la micronarrativa como en la poesía (será por esa sutil conexión entre ambas) no me gusta lo opaco ni lo transparente; prefiero lo traslúcido”, comenta este admirador de Cortázar, Borges, Gabo, Monterroso, Ana María Shua, Mateo Díez, Merino, Aparicio, Pereira... y, sobre todo, Miguel Cobaleda y Fermín López Costero.

“Y, para ser justos, conviene recordar aquí que, así como el microrrelato está viviendo una edad de oro (que no sé si habrá tocado techo o no), creo que el cómic y la novela gráfica están en un momento histórico. Aquí, en León precisamente, en su Universidad, se cuida mucho de estudiar y divulgar ese tema el profesor José Manuel Trabado”.

Terceras personas

En 'Terceras personas', cuyo título se refiere a que los minicuentos incluidos en este volumen están escritos en tercera persona, el profesor de Lengua y Literatura Fermín R. Trabado nos ofrece 99 historias en las que hay referencias a múltiples escritores como el mencionado Pereira (cuando leemos 'Turrón del duro', de R. Trabado, es como si estuviéramos leyendo 'Las peras de Dios' del maestro villafranquino).

Asimismo, también percibimos claros ejemplos de intertextualidad (o mejor dicho metaliteratura) en 'Los inicios', donde hace referencias explícitas al Quijote, al Gabo de 'Crónica de una muerte anunciada', 'La Regenta' de Clarín, 'La metamorfosis' de Kafka y el dinosaurio de Monterroso.

No creo que la literatura sea mejor ni peor que la ciencia, sino que habitan universos diferentes (paralelos...). Quizá por eso tengo predilección por esos poetas que de cuando en vez conectan esas dos dimensiones a través de alguna puerta dimensional literaria; como Rafael Guillén en esa trilogía que culmina con 'Las edades del frío', o Clara Janés en 'Orbes del sueño'. Por eso y porque pienso que en la ciencia más puntera (la tecnología es otra cosa) está el germen de la filosofía del siglo XXI

Se nota que Fermín “se ha chutado literatura en vena”, señala el director del Teatro Bergidum de Ponferrada Miguel Ángel Varela, que es el prologuista de 'Terceras personas'.

Cuenta Varela que en 'Terceras personas' hay crónicas ficcionadas y ciencia ficción distópica. Como el minicuento 'Efectos colaterales', en el que no lograremos zafarnos, como seres humanos, de la esclavitud, ni siquiera en el 2045. Orwell y Huxley, por ejemplo, fueron unos visionarios acerca del mundo que estamos viviendo.

Destaca Trabado que Varela, “como 'concejal de las artes 'in pectore'” viene realizando desde hace años una tarea inteligente y minuciosa en el Bierzo, con una estupenda oferta no sólo teatral, sino también musical.

Entre los microrrelatos, que conforman 'Terceras personas', también encontramos algunos que nos recuerdan a Cunqueiro y sus crónicas del Sochantre y aun otros que retoman cuentos clásicos, como el de Caperucita, pero al que su autor le ha dado una vuelta de tuerca, un giro sorprendente. Algo que se me antoja un buen ejercicio de estilo, lo que hace recordar, cómo no, los ejercicios de estilo del polifacético Queneau, que es un auténtico manual de escritura creativa. Cómo escribir un único relato de 99 formas diferentes: en estilo macarra, pasota, paleto, subjetivo, olfativo, táctil...

Asimismo, Trabado hace referencia a algunos de los grandes microrrelatistas y fabulistas contemporáneos como el leonés Aparicio con su mini microrrelato 'Luis XIV. Yo.', que introduce su cuento 'Microcuántica', en el que nos muestra algunas de las características de un microrrelato como la condensación narrativa y la elipsis. O bien referencias explícitas al guatemalteco-mexicano Tito Monterroso, conocido por su dinosaurio: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Cuento que, hasta hace algún tiempo, era el más breve de la historia de la literatura, ahora superado por el de Aparicio, o incluso por uno que se le ocurriera a Trabado titulado 'Amnesia', seguido de un folio en blanco, a partir de otro título: 'Fantasma', seguido también de un folio en blanco. Algo que en verdad resulta ingenioso. Y entronca por vía directa con la posmodernidad.

'Terceras personas' es, en su opinión, un pacto entre el lenguaje y el misterio, “entendido el misterio en un sentido ontológico, no gótico, aunque a veces este último también asoma”, puntualiza con humor.

Un volumen en el que encontramos, según él, no sólo humor sino lirismo y reflexión, además del lado metalingüístico y el metanarrativo... “En más de una ocasión me han señalado el ingenio de sus páginas, he pretendido que el ingenio no fuera ingrediente único. Camilo J. Cela decía que el ingenio era lo contrario que el talento. No sé si ambos conceptos son contradictorios, pero coincido en que, si al ingenio no lo respalda el talento, entonces estará bien para compartir un café o unos vinos, pero poco más”, precisa Fermín, consciente de que un libro de microrrelatos que no sugiera más de lo que dice, que no 'descoloque', que no incomode en ocasiones, que no haga 'comprender' más que 'entender', que no sorprenda, que no mime la sutileza... es prescindible. “Y, desde luego, el lenguaje del microrrelato hay que pesarlo en báscula de precisión”, matiza, sorprendido de la cantidad de buenos escritores que ha dado la provincia de León, que están en el subconsciente colectivo, además de las nuevas generaciones. No obstante, echa en falta la visibilidad en la dramaturgia, más allá de algún nombre reconocido como el de Fermín Cabal.

Perplejo, como tantos de nosotros, se muestra R. Trabado con la situación vírica que estamos viviendo. “Creo que es una distopía hecha presente y por eso nos ha pillado con el pie cambiado. De hecho, desde el 2001, tras las torres gemelas, cada vez somos más conscientes de que lo que no podía ser sí puede ser. Y no puedo evitar pensar en las grandes distopías del siglo XX, pero sobre todo en '1984', una novela por la que no solo no pasa el tiempo, sino que rejuvenece”, glosa Fermín, que tiene la impresión de que el control social aún no ha alcanzado 'el pico' y después de esta pandemia seguirá subiendo.

“Solo puede ser así, porque, en el fondo, nos prestamos gustosos a ese control (si bien, en parte, también nos fuerzan a ello) y supongo que no acabamos de ser conscientes de su realidad (como ha pasado con el COVID-19)”, según el profesor Trabado, el cual tiene pocas respuestas, “quizá equivocadas”, y muchas preguntas. Preguntas muy incómodas, a su parecer.

“¿Cuántos muertos podemos permitirnos? ¿Qué nivel de descalabro económico podemos permitirnos? ¿Cuál es nuestro nivel de saturación psicosocial ante semejante avalancha de cadáveres?”, se plantea a la vez que hace un repaso a la historia más reciente: “El 11 de marzo de 2004 hubo 192 muertos en Madrid, y aún recuerdo el impacto que me causó durante un par de semanas; el coronavirus ha matado cien veces más (y ya me quedo corto). En los peores momentos, la peste del coronavirus ha matado tanta gente en un día como la peste de ETA en 42 años. Y sobrecoge pensar en lo que supone echar el cierre a un pequeño negocio de un día para otro, y ver que los ingresos caen a 0. Y sobrecoge pensar en el momento de tantas muertes que habrán llegado en soledad forzada”.

En cuanto a lo que él denomina la vida on line, cree que dará un paso de gigante y la mercaduría del silicio hará su agosto. “Pienso en si es posible una verdadera educación a distancia. En ello estamos con numerosas dificultades, sorteando brechas digitales y caos políticos... la percepción del concepto 'libertad' se resentirá; la libertad de expresión mermará en proporción inversa al crecimiento del mercado de los bozales y del Ministerio de la Verdad; la conciencia de vulnerabilidad crecerá exponencialmente; y algunos usos y costumbres habrán llegado para quedarse”.

¿Cuántos muertos podemos permitirnos? ¿Qué nivel de descalabro económico podemos permitirnos? ¿Cuál es nuestro nivel de saturación psicosocial ante semejante avalancha de cadáveres?

Escéptico, incluso nihilista, no cree que vayamos a salir reforzados de la pandemia, ni que esta vaya a hacernos mejores, porque el virus ataca a las vías respiratorias, “pero no cura la estulticia. No aprendemos, solo escarmentamos”. No obstante, lo que sí espera que interioricemos es que en momentos hipercríticos como este no vale que cada uno haga la guerra por su cuenta, “aunque nuestro siglo es un siglo de soledad, no estamos 'solos', para bien o para mal. Y deseo que esto sirva para que la nuestra deje de ser una sociedad adolescente. Y espero que se entienda el valor y la necesidad de lo público en lo esencial. Y la importancia de la sostenibilidad de lo público. Eso espero, pero también de la crisis del 2008 íbamos a aprender...”, se lamenta al tiemplo que se pregunta: “¿Qué es más nocivo, un virus o la negligencia? Ya digo, sobre todo tengo preguntas. Incómodas. Las respuestas las dejo para los expertos...”.

En estos momentos, fiel a la narrativa breve, sigue trabajando en una especie de 'alter ego' de 'Terceras personas', que tardará en ver la luz, “no solo por la circunstancia actual, sino porque suelo emplear en la reescritura y en labores de revisión casi tanto tiempo como en la escritura misma”, aclara. También está con otro proyecto colectivo del que prefiere no adelantar más datos por ahora.

Entrevista breve a Fermín Rodríguez Trabado

“Escribir me divierte del mundo tanto como me acerca a él”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

'Rayuela', que para eso está.

Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).

Creonte. Se equivoca en un aspecto crucial y posiblemente Sófocles lo tuviera en menor estima que a Antígona, pero si nuestros políticos supieran anteponer los intereses públicos a sus intereses personales, este sería otro paisaje.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

Seamos elegantes... ¡Qué diantres, vamos allá! La prosa de Juan Benet y santa Teresa de Jesús son un dolor de muelas. Rechazo la idea de que la de Teresa de Cepeda sea una prosa limpia; y adoro la sintaxis, pero lo de Benet casi exige, para su lectura, si me permites la broma, la anfetamina que tomaba Sánchez Ferlosio durante sus estudios lingüísticos. En todo caso, respeto mucho a estos dos autores, porque creo que son valientes y honrados. En el fondo, los admiro, por eso los cito.

De los 'insoportables' de verdad, en todos los sentidos, ni me acuerdo.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Responsable, perfeccionista, introspectivo y analítico. ¿Cuántos me has dicho...?

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Responsabilidad. Quien es responsable te asegura, de paso, varias virtudes más.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Vivimos un grandísimo reto: superar la mayor crisis que a los de hoy nos ha tocado vivir sufriendo a la clase política más [rellene el lector a voluntad con adjetivos feos] que hemos tenido en muchas décadas.

¿La sociedad?; no nos engañemos, es la misma que sostiene a esta clase política.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Lo mismo que a todo el mundo: jugar.

¿Por qué escribes?

Por necesidad y por diversión. Si no necesitara escribir, no lo haría, pues no vivo de ello. Y escribir me divierte del mundo tanto como me acerca a él.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Escasamente. Raras veces ejercito mi estilo en redes sociales.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Las fuentes con varios caños. Quizá no muchos pero selectos. Me siento deudor, entre otros, de Miguel Cobaleda y Fermín López Costero. Por eso les dedico, en parte, mi libro. Y a otros muchos los admiro y de algunos aprendo.

Como adoro el teatro, mencionaré a cuatro clásicos de las tablas: la inmarcesible universalidad de Sófocles; la pulida y honda arquitectura barroca de Calderón (con el permiso del innovador Lope); el bisturí del alma que tan bien blandía Shakespeare (o quien fuera...); y la lucidez del jovencísimo Fernando de Rojas, que, con 'La Celestina', quizá anticipó en un siglo el desengaño barroco. También admiro a Juan Mayorga. Obras como 'La paz y perpetua' o 'El cartógrafo', por poner solo dos ejemplos, únicamente pueden ser escritas por un iluminado (en el buen sentido) o por un dramaturgo en trance. Y, aunque más antiguo, nunca olvido regresar a 'Pedro y el Capitán', de Benedetti, que me sigue 'golpeando'.

Y en estos años últimos, por tocar diferentes géneros (aunque esto no le haría gracia a Cortázar): la verdad desarmante de 'Patria', el novelón de Aramburu; ese Lazarillo moderno que protagoniza 'El azar y viceversa', de Felipe Benítez Reyes; o la disección social, humana y lingüística que, con mirada casi de entomólogo, hace Chirbes en 'Crematorio'. También me impactó 'Los girasoles ciegos', de Alberto Méndez, a medio camino entre el relato y la novela. Es cierto que emotivamente hay ciertas obras que en su momento me dejaron huella: es el caso de 'El embrujo de Shanghai', de Juan Marsé, con ese final tan revelador y desasosegante.

En poesía, me cuesta más elegir, pero admiro los poemas dolidos y asfixiados/asfixiantes de Juan Gelman; y la mansedumbre panteísta de los versos de Antonio Colinas (me alegra que algunos de esos versos del poeta bañezano reciban al visitante en el Centro e-LEA Miguel de Delibes, de la Villa del Libro, en Urueña).

Del ensayo, me vienen a la cabeza Pedro Olalla, autor de la sabia 'Historia menor de Grecia'; también Gregorio Luri, quien en 'La escuela contra el mundo' ensaya contra corriente sobre la educación; y también a Vicente Luis Mora, autor del reciente 'La huida de la imaginación', muy bien escrito, con criterio y amplísimo baje cultural, y valiente y comprometido por cuanto toma partido sin ambages.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

He 'blogueado' (si me permites el palabro) en alguna ocasión, pero ya no lo hago. Y como lector de blogs, picoteo aquí y allá. El blog puede ser una herramienta literaria como también de otro tipo. Lo que no soporto son los blogs de quienes desconocen la existencia de la gramática.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Permíteme dos:

-Soy incapaz de concebir el mundo sin mí, como incapaz soy de concebir la nada, el infinito o la materia oscura, lo cual me da una vaga idea de mis abismales limitaciones.

-Lo que no te mata te hace más fuerte, pero lo que sí te mata no te hace más fuerte.

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