Montserrat Rodríguez: “La peor infección es la mental, y el índice de contagio es apabullante”

Montserrat Rodríguez.

Manuel Cuenya

Nacida en Barcelona, Montserrat Rodríguez lleva ya varios afincada en el Bierzo. En este caso lo de afincada tiene su sentido porque, aparte de escribir y publicar (que es el motivo esencial de esta fragua literaria), también cultiva la tierra, que algo extraordinario. ¿Qué haríamos los seres humanos sin el cultivo de las tierras? Tan importante la agricultura. Y en su caso la horticultura ecológica, que eso sí que es auténtica cultura.

Recuerda que, antes de arribar a la comarca del Bierzo, trabajó como maestra, gerente en un camping de montaña, dependienta en un herbolario... Y, en el entretanto, señala ella, conoció a su marido, “con un norte que reforzaba el mío. Nos retroalimentábamos (seguimos haciéndolo). Y, un buen día, un ERE en su empresa hizo posible que nos lanzáramos a caminar hacia donde siempre habíamos soñado: la Naturaleza”.

Relata que viajaron por varias provincias, buscando ese lugar amable, fértil, generoso donde poder cultivar una huerta ecológica, tener animales, elaborar su vino..., llevar una vida sencilla, hasta que lo encontraron: El Bierzo.

“Con cuarenta años recién estrenados, me convertí en Heidi. ¡Para que luego digan que no sirve de nada soñar! Siempre imaginé vivir en un pueblo pequeño, en el Norte, alejado de una ciudad, de ruidos y de grandes vías de circulación, en un terreno donde pudiera tener mi casa y la huerta, rodeado de bosques y montañas, con el vecino más cercano a un mínimo de veinte metros de distancia, donde, sobre todo, el agua no fuera un bien escaso”, se expresa con ilusión Montserrat, que acabó encontrando su lugar en el mundo en el Bierzo.

“Quien la sigue, la consigue, o, en versión más lírica, nunca pierdas de vista tu sueño, en el momento menos pensado, puede hacerse realidad. Durante treinta años siempre me imaginé viviendo esa vida con toda suerte de detalles, tal y como deseaba que fuera. Y, un buen día, se materializó. Hay que perseverar. El tiempo es muy, muy relativo”, nos desvela esta seguidora del escritor y humanista José Luis Sampedro, cuyo espíritu crítico, sensibilidad, amor por la Humanidad, por la Vida, han logrado emocionarla en muchas ocasiones.

Ya en la infancia se forjó su sentido de la orientación. Y supo hacia dónde quería caminar. A la edad de doce años, más o menos, supo cómo quería vivir su vida, que tanto deseaba, y esa vida empezó a existir como posibilidad en el campo cuántico, habida cuenta de que le fascina la física cuántica.

“Con la perspectiva que confiere el paso del tiempo, puedo ver que no he hecho más que seguir ese brujuleo hacia la Naturaleza, hacia una forma de vida sencilla... Una vez, escuché a Rosa Montero decir: 'la infancia es el espacio que habitas el resto de tu vida'. ¡Y vaya si resonó en mí! Soy consciente de que, desde entonces, desde mi infancia, sigo transitando veredas de luz que tienen el brillo de los mejores sueños, con la curiosidad y las ganas de explorar siempre cargadas en mi mochila de aventurera”, afirma esta autora, que ha publicado una ópera prima, 'Semillas en el cielo', dividida en dos partes: Libro I: 'Hijo del agua' y Libro II: 'Un humilde sol', aparte de cuentos y relatos cortos inéditos y algunas poesías de “otra vida (o eso parece cuando las releo)”, que reposan, según ella, en un cajón.

Siendo una niña, cada vez que su madre le leía un cuento, le fascinaba comprobar cómo aquella caligrafía era capaz de desplegar un mundo imaginario en su mente. Y fue entonces cuando descubrió que quería escribir esos mundos, escribiendo algunos cuentos cuyos personajes eran siempre animales. Y luego componiendo una especie de diario encubierto –apostilla–, porque inventaba personajes que encarnaban a personas reales de su vida cotidiana, incluida ella misma.

Con cuarenta años recién estrenados, me convertí en Heidi. ¡Para que luego digan que no sirve de nada soñar! Siempre imaginé vivir en un pueblo pequeño, en el Norte, alejado de una ciudad, de ruidos y de grandes vías de circulación, en un terreno donde pudiera tener mi casa y la huerta, rodeado de bosques y montañas, con el vecino más cercano a un mínimo de veinte metros de distancia, donde, sobre todo, el agua no fuera un bien escaso

Tanto Félix Rodríguez de la Fuente, un caballo llamado Furia y, sobre todo, Heidi, contribuyeron de un modo decisivo a que Montserrat quisiera vivir en armonía con la Naturaleza. “En cuanto vi a Heidi supe que ya no quería ser la primera mujer bombero del país, ni veterinaria, ni enfermera..., quería ser como ella, vivir como ella, porque para mí era la encarnación de la sencillez, la alegría, la inocencia, la sensibilidad, el amor y el respeto por la Naturaleza. Además, era una niña curiosa, atrevida, resuelta a perseguir sus sueños. Y creo que, sin sospecharlo siquiera, comencé a convocar el poder de la visualización. Y el universo, lentamente, se fue confabulando con mis deseos”, especifica esta creadora, que también quiso estudiar Ingeniería Agrónoma, pero sus padres no podían hacer frente a esos estudios, ya que era necesario que se desplazara a otra provincia.

Al final, se licenció en Antropología cultural. Y ahora vive el Bierzo, una tierra que fue amable en cuanto a la acogida, y lo sigue siendo, en su opinión.

El Bierzo, tierra amable, fértil y generosa

“El Bierzo es fértil en aprendizajes: he aprendido a trabajar la tierra con tracción animal (tengo un asno zamorano-leonés, Peruco), a cuidar de una huerta y de una viña ecológica, a podar árboles frutales, a hacer conservas de hortalizas, mermeladas de frutas, a elaborar vino y orujo, y quesos y yogures, porque también tengo un pequeño rebaño de cabras, a tratar un par de colmenas y obtener miel”, precisa esta autora catalano-berciana, que tiene a su familia en la capital condal, pero como siempre fue 'nidífuga', y sigue siendo un poco descastada -matiza ella-, no le importó alejarse de su familia. Además, económicamente hablando, ese sueño era del todo inviable en Cataluña.

El Bierzo es no sólo generoso en los frutos que le proporcionan la tierra, las abejas o las cabras, sino en los frutos personales, dice ella, porque le ha devuelto la escritura, que había dejado aparcada durante unos años. Y le brinda la auto-indagación; “me ayuda a soltar miedos e inseguridades; me invita a conocerme un poco más a mí misma; favorece que aprenda a ver con la mente más abierta; me regala certezas, paz”, manifiesta la autora de 'Semillas en el cielo', que brotó fundamentalmente, según ella, de su conciencia de unidad con la Madre Tierra a la vez que rememora las acertadas palabras del escritor Eduardo Galeano: “los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad”.

Con la perspectiva que confiere el paso del tiempo, puedo ver que no he hecho más que seguir ese brujuleo hacia la Naturaleza, hacia una forma de vida sencilla... Una vez, escuché a Rosa Montero decir: 'la infancia es el espacio que habitas el resto de tu vida'. ¡Y vaya si resonó en mí! Soy consciente de que, desde entonces, desde mi infancia, sigo transitando veredas de luz que tienen el brillo de los mejores sueños, con la curiosidad y las ganas de explorar siempre cargadas en mi mochila de aventurera

Respecto al título de su obra, aclara que es toda una metáfora, que tiene que ver con un mensaje transformador. “Pese a su carácter distópico, es una novela más esperanzadora que aterradora, que siembra la idea de que sí es posible cambiar las cosas... Mi novela es amor y es provocación. Utilizo la ciencia ficción, la fantasía, la magia, la filosofía como recursos para reivindicar la necesidad de que se produzca un cambio interior importante en cada uno de nosotros... Muchos de mis personajes no son héroes porque tengan poderes especiales... sino porque se atreven a pensar por sí mismos, a cuestionar lo que conocen y dan por hecho, a descubrir más de sí mismos. Son valientes porque se atreven a desaprender, a dejar de vivir en modo automático, en base a programas insertados que te dicen qué aceptar y qué rechazar, qué sentir, qué pensar, qué decir, cómo actuar y reaccionar, qué desear, qué soñar... Mis personajes deciden desprogramarse, despertar un poco más, tomar conciencia”, resalta su creadora, convencida de que sin soberanía mental nunca conseguiremos soberanía de la tierra, ni soberanía alimentaria, ni soberanía educativa, ni soberanía de ningún tipo.

Siguiendo lo que dijera en una entrevista la filósofa y escritora india Vandana Shiva, que es una “luchadora por la soberanía alimentaria y la agroecología”, a Montserrat lo que le da energía para moverse en la vida es el amor por la diversidad en este planeta, el amor por la verdad, por la gente con la capacidad de cuidar de los demás, amor por la humanidad.

Tanto en el libro I como en el II su autora nos habla de tres tipos de semillas: las transgénicas, patentadas por las corporaciones agroquímicas que ostentan el monopolio mundial de la alimentación; las semillas locales, autóctonas, las de toda la vida, las que se han ido preservando de generación en generación de campesinos y son garantes de la biodiversidad, y, por último las 'semillas', la información, que recibe la mente (el cielo).

“Si esas 'semillas' caen en una mente lo suficientemente fértil, no tardarán en desarrollarse y dar fruto: la conciencia de Ser aumentará, actuaremos menos desde el subconsciente. El pueblo lakota (Norteamérica) dice que una persona 'camina en la belleza' cuando su 'cielo' y su 'tierra' están en armonía; es decir, cuando la conciencia de Ser y su manifestación están en armonía”, nos muestra Montserrat, que siente admiración por escritores que le marcaron en su adolescencia como Manuel de Pedrolo, Montserrat Roig, Mercè Rodoreda, Hermann Hesse, Aldous Huxley, Rosa Montero, Michael Ende; o los poetas Miguel Hernández, Antonio Machado, Walt Whitman. Y ahora le sucede lo mismo con Arundhati Roy, una escritora y activista política india, que se mueve entre el realismo mágico de sus novelas y el crudo realismo de sus ensayos y artículos, “donde puede apreciarse su compromiso en la lucha por los derechos humanos y de protección del medio ambiente en la India”.

Acaso su novela sea como un caballo de Troya, que entra muy fácilmente, pero luego, una vez dentro, algo se desata y te transforma, como le dijera uno de sus lectores.

Antes de llegar al Bierzo, confiesa haber leído a escritores de la talla de Josefina Aldecoa y Julio Llamazares. Y, una vez en el Bierzo, fue cuando empezó a conocer las obras de otros autores leoneses como Antonio Pereira, Pablo Andrés Escapa y, más recientemente, Emilio Gancedo, con quien pudo conversar acerca de su novela, 'La brigada 22', en el club de lectura de Ponferrada que dirige Ester Folgueral.

“Al leerlos, me ha llegado su minuciosidad, su plasticidad, su sensualidad descriptiva, su recrearse en los detalles, tanto de los paisajes exteriores como de los interiores de cada personaje, su saber hacer de lo sencillo y cotidiano algo fantástico, su licencia para jugar con los sentidos. Tengo la impresión de que así suelen escribir los autores con un profundo sentido de arraigo en su tierra, con mucha querencia al mundo rural y su tradición oral. Y digo esto porque, curiosamente, antes de llegar al Bierzo, estuve viviendo unos años en El Campello (Alicante), y fue allí, en una tertulia literaria, donde tuve la suerte de que me recomendaran leer la obra de Gabriel Miró. Me quedé prendada de sus escritos. Y la narrativa de los autores leoneses me recuerda muchísimo a la de este autor alicantino que formó parte de la Generación de 1914 y que tanto amaba su terruño. Gabriel olía los colores del paisaje, saboreaba las palabras de los lugareños y palpaba sus emociones, escuchaba con la mirada, respiraba la luz”, destaca Montserrat, que no escatima palabras acerca de la situación vírica que estamos viviendo en estos momentos.

“La peor infección es la mental, y el índice de contagio es apabullante. Creer que la vida es esto, que no es posible un mundo mejor para todos, es la pandemia más aterradora que existe. Por eso, en mi obra hago tanto hincapié en la importancia de tomar conciencia, de conquistar la soberanía mental... Hace muchos años que he reparado en que la élite poderosa no deja nada al azar. Las crisis, las guerras, las pandemias..., no son fortuitas, son el resultado de un complejo cálculo, obedecen a un plan. El coronavirus existe, no cabe duda; que se trata de un engendro de laboratorio, cada vez hay menos dudas; y que toda esta puesta en escena forma parte de una cruel maquinación, yo no tengo duda alguna. Estoy harta de ver cómo la mentira conduce a las guerras, a los genocidios y ecocidios, a las crisis, al aumento de la represión, al dolor inútil, a sembrar odio entre nosotros, a hacernos creer, por ejemplo, ya que también estamos hablando de mi novela, que la agricultura industrial iba a reducir considerablemente el hambre en el mundo”, subraya Monserrat, consciente de que esta vez el coronavirus justificará una brutal intervención en todos los ámbitos de nuestras vidas, y no para hacernos personas más libres, sino más temerosas del poder. “Y obedeceremos...”, porque a buen seguro nos han metido el miedo en el cuerpo. “Y el miedo siempre paraliza, anula, es tremendamente limitador, reduce la vida a una mera supervivencia, porque te impide crecer, evolucionar como persona”.

Ahora, con el coronavirus, en un tiempo de mucho miedo, Montserrat cree que la gente no se une, ni se solidariza, ni se hermana, porque cuando el miedo es lo que une, no hay una verdadera unión, “ni verdadera, ni duradera, diría Mercurio, uno de mis personajes”.

Tras la estabilización de la pandemia, pasaremos un tiempo como en una especie de duelo, pero no para recuperarnos (emplear el tiempo en la recuperación va a resultar del todo inútil, porque nada va a volver a ser lo mismo, ni nadie la misma persona de unos meses atrás), sino para reinventarnos, para desaprender y aprender a ser y a manejarnos en la vida de otra manera. Todos tendremos esa oportunidad“.

Actualmente, está trabajando en una nueva novela, radicalmente diferente a 'Semillas en el cielo', porque le encantan los desafíos, y uno de ellos lo constituye la versatilidad.

“Aparco la ciencia ficción y me sumerjo en el romanticismo, en la posguerra española. Creo que encaja en el género romántico, pero también podría ser un romántico libro de 'viajes', porque para recordar hay que viajar de vuelta al corazón, y, como dice Rosa, la protagonista, 'nadie viaja al corazón de la misma manera'. Es una suerte de ofrenda a mis ancestros, en especial a mis abuelas”, apunta Montserrat, cuya vena de escritora se desarrolló cuando ingresó en el instituto, porque era, en sus propias palabras, una adolescente muy tímida, a la que costaba mucho hablar, pero que sobresalía cuando escribía una redacción y la leía en clase. Entonces, todos la escuchaban con atención, sin interrupciones. Y eso le producía una satisfacción adictiva.

Al leer a determinados autores leoneses, me ha llegado su minuciosidad, su plasticidad, su sensualidad descriptiva, su recrearse en los detalles, tanto de los paisajes exteriores como de los interiores de cada personaje, su saber hacer de lo sencillo y cotidiano algo fantástico, su licencia para jugar con los sentidos. Tengo la impresión de que así suelen escribir los autores con un profundo sentido de arraigo en su tierra, con mucha querencia al mundo rural y su tradición oral

“Teniendo en cuenta que casi todos los jóvenes en el mundo buscan la aceptación y el reconocimiento de los demás, la pertenencia al grupo, conseguí esa integración gracias a mi prosa, que se convirtió en mi dimensión preferida”.

Entrevista breve a Montserrat Rodríguez

“Me revuelve el estómago cada vez que la oigo: '¡Es lo que hay!'”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Tengo varios en la lista, pero el que me resulta más entrañable, tal vez por la época temprana en que lo leí y lo mucho que me reveló, es 'Narciso y Goldmundo', de Hermann Hesse.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Sin duda, yo, la que colapsa la realidad, la observadora de un personaje al que ahora le ha dado por ponerse a escribir en serio y cuyo nombre es Montserrat Rodríguez Segura.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

¡Ufff! ¡Tanto como insoportable...! Bueno, recuerdo la lectura de 'La posibilidad de una isla', de Michel Houellebecq, bastante cargante. Lo que sí me viene sucediendo de un tiempo a esta parte, y reconozco que estoy pecando de prejuiciosa, es que no me apetece leer nada de autores o autoras que a nivel personal, en cuanto abren la boca, me provocan rechazo. Uno de ellos es Mario Vargas Llosa.

Un rasgo que defina tu personalidad.

La alegría. Una alegría serena, profunda, que nace de la capacidad de agradecer lo que la vida me da. Quizá por eso sonrío tan fácilmente.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

El respeto, que sea capaz de sentirse unida a todos y a todo.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

La política siempre me ha parecido un refinado espectáculo de ilusionismo, el arte de hacerte ver lo que no es, de ocultarte siempre la causa. Y para que los trucos resulten exitosos, los políticos necesitan de las habilidades de los medios de comunicación. No puedes separar la política de sus órganos de propaganda o medios de comunicación. Son un tándem indisociable. Y lo que me tiene en vilo es que, en la actualidad, este espectáculo de ilusionismo se está llevando a extremos totalmente deshumanizadores, de una perversidad aterradora.

En cuanto a la sociedad, me parece: “irresponsable”. Mucha gente utiliza una frase, o una exclamación, que a mí me revuelve el estómago cada vez que la oigo: “¡Es lo que hay!”. Es una frase que supongo que sirve para conjurar los miedos, la ignorancia, el conformismo, la indiferencia... Es una frase que se suelta como si lo que sucede no tuviera que ver con nosotros, no fuera responsabilidad nuestra. ¿Acaso no tendríamos otro tipo de sociedad si fuéramos conscientes de que lo que hay es lo que queremos que haya?

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Curiosear, explorar, descubrir, sorprenderme a mí misma.

¿Por qué escribes?

Porque, cuando lo hago, me siento en consonancia con el universo, me expando. Siento que muchos límites se desvanecen, que, a la vez que descubro más de mí misma, entiendo un poco mejor la Vida.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

No, en mi caso. Teniendo en cuenta lo reservada que soy (casi una anacoreta según mis amig@s), no va conmigo toda esa exposición pública. Hay quien me dice que son una buena herramienta de marketing, que me facilitarían la labor de dar a conocer mi obra, el hacerme visible... Sé que son útiles para mucha gente. Sin embargo, de momento (no voy a caer en la trampa de decir “nunca jamás”), me quedo en la intimidad de mi “cueva”.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

La Naturaleza, las historias de vida, mi propia vida, la filosofía (Spinoza, Kierkegaard, Thomas Troward), las obras de autores afines a lo que tenga entre manos: Ursula K. Le Guin, Daniel Quinn, Ernest Callenbach, Günther Anders, Jeanette Winterson, Howard Fast, Vandana Shiva son algunos de los que dejaron huella en mi bilogía. Y gracias a la Red también he podido escribir sobre lugares a los que nunca he viajado.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

No. Ni lo uno, ni lo otro. Solo “picoteo” de vez en cuando, en función de lo que necesite averiguar, fisgar, contrastar...

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

“La mente crea el abismo, el corazón lo cruza”. Es de un pensador hindú, Sri Nisargadatta Maharaj. ¡Creo que expone de forma tan sublime nuestro caos existencial! ¿Cuántas veces no hemos sentido lo fácil que sería vivir desde el corazón? ¿Qué nos lo impide?

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