Habrá autogobierno leonés

El alcalde de León, José Antonio Diez, saluda a las personas concentradas tras la aprobación de la moción presentada por la UPL para pedir la autonomía de la región leonesa. / Carlos S. Campillo / ICAL

José Luis Prieto Arroyo

Habrá autogobierno leonés por una razón esencial: somos un pueblo. Uno, entre los quince históricos que la Antropología, la Cultura y la propia Historia ha venido reconociendo en España. Y si todos los pueblos de la nación española, salvo el leonés y el castellano, han podido acceder al autogobierno, no conozco anatema ni estigma que condene a leoneses o a castellanos a no poder acceder a él. Habrá autogobierno, porque ni siquiera en España las injusticias son eternas.

Alguno se pregunta qué es lo que ocurrió el 27 de diciembre de 2019 en el Pleno del Ayuntamiento de León con la aprobación de la ya célebre moción a favor del autogobierno para la Región Leonesa, sin duda, sorprendido por los apoyos y la trascendencia mediática que la iniciativa ha tenido. Buscando un término que de forma breve pueda resumir lo que significa la moción aludida, solo he podido encontrar el de “catalizador”; en su acepción química: “sustancia que acelera o retarda una reacción química sin participar en ella”. Así pues, mediante esta analogía convertiríamos a la moción en un catalizador positivo en la reacción química de disgregar el conglomerado castellano-leonés en sus dos componentes, Castilla La Rota y León, neutralizando con ello el aglutinamiento forzoso de 1983, realizado, entonces, mediante la aplicación de principios físicos: amenaza, chantaje y fraude democrático.

Alguien dirá que no he elegido bien la metáfora, dado que el catalizador no participa de la reacción química. Me reafirmo en la bondad analógica: previsiblemente, la moción del 27 de diciembre no participará, directamente, en la disolución del conglomerado castellano-leonés. Y es bueno que no lo pretenda, más allá del tiempo que necesita todo catalizador para que la reacción se produzca. Sinceramente, creo que sus meritorios autores la presentaron desde esa convicción, conscientes, no obstante, de que el objetivo del autogobierno se logrará por uno u otro procedimiento. Y hay razones para que así sea.

Psicológicas. Suelen ser ignoradas en todos los análisis de los procesos históricos, más centrados en argumentos jurídicos, políticos, económicos y sociales. En mi libro de reciente publicación, España necesita un nuevo Estado, generoso en argumentos jurídicos, históricos y políticos, apelo, sin embargo, a la razón psicológica para dar cuenta, justamente, del motivo que nos llevó a formar parte del conglomerado del que hoy nos urge salir. Dicho de otro modo, es en la psicología del personaje donde reside la verdadera razón por la que Martín Villa metió a León con lo que quedaba de Castilla para erigir el artefacto jurídico-político-administrativo que ninguno de los dos pueblos deseaba. No hubo razón política. La patraña de las “razones de estado” solo la creyeron los crédulos por obligación. Pero dejemos el pasado para esas lecturas.

Partiendo de la realidad esencial de que los leoneses somos un pueblo -sin la cual no valdrían razones psicológicas ni políticas-, la razón psicológica más común (la de la motivación básica del interés personal) será una de las que nos conduzca al autogobierno. Pedro Sánchez, un superviviente político que deja en mantillas a cualquier otro “ave fénix” que ose asemejársele acabará liderando este proceso. Porque es inteligente y por su trayectoria personal. Naturalmente, no estoy pensando en su camaleónica capacidad de mostrarse ante los demás, hoy de un color mañana de otro, pues lo considero capaz de afirmar que el diálogo-diálogo-diálogo solo vale para los que quieren separarse de España, pero no para con quien solo pretende ser tratado como los demás dentro de la unidad de la nación española. Que nadie se acoja a este argumento para pensar que el líder socialista no amenazaría con la expulsión a sus correligionarios leoneses, como en los 80, de hecho, hizo su antepasado en el cargo, Felipe González, con quienes no obedecieron la consigna pro castellano-leonesa. A lo que yo me acojo para pensar que Pedro Sánchez no expulsará del partido a los socialistas pro autonómicos leoneses es a que, de hacerlo, no volvería a resurgir de sus cenizas. Lo impediría un efecto holístico que se extendería por toda España. Él sabe que la moción del 27D solo ha venido a acelerar una reacción que comenzó al día siguiente de la aprobación del Estatuto. Los cambios químicos de la disgregación se vienen produciendo desde hace décadas, bien es verdad que de manera apenas perceptible. Pero la reacción ya estaba ahí, solo faltaba el oportuno catalizador.

Es verdad que durante décadas ha habido más conciencia de cargo que de pueblo, pero dos generaciones han bastado para invertirla: hoy los jóvenes socialistas leoneses, no solo no son arribistas, sino que no soportan el compadreo ni la corrupción; no se venden. Más aún, en esta ocasión, salvo las habituales excepciones de los cabecillas, creo que tampoco lo harán los que superan en edad al propio secretario general. Ciertamente, son los leoneses más jóvenes los más cabreados, pues recién acaban de descubrir que su formación histórica ha sido un enorme engaño, que nunca ha existido la Comunidad histórica de Castilla y León, ni tampoco una cultura ni una identidad castellano-leonesa -como pretende ese falso catecismo al que llaman “Estatuto de Autonomía para escolares”-, y que 1230 no es otra cosa que un mito tan falaz como otros mitos. Ciertamente, descubrir que te han examinado de mentiras no ha sentado nada bien a los jóvenes políticos leoneses que hoy militan en el PSOE y en Podemos. Empiezo a pensar que tampoco a los jóvenes leoneses del Partido Popular. Y el futuro es de los jóvenes. Por eso habrá autogobierno.

Hay más, vinculadas con la Psicología de masas y también con los fenómenos mediáticos (como el cúmulo de desvaríos, posturas de prepotencia y desprecio exhibidos por quienes argumentan contra la moción, se burlan de la lengua y de la apelación a la historia tratando de ridiculizar en los leoneses lo que para otros pueblos constituye un orgulloso “hecho diferencial”, etc., que abundan en la misma dirección y a quienes animo a que persistan en la labor, pues no saben hasta qué punto ayudan a la causa), pero que la limitación de espacio no permite abordar.

Políticas. Hay que volver al catalizador. Cierto que la moción 27D fue presentada por la UPL, pero a nadie se le escapa que era una moción de antemano compartida. Y no creo que por razones políticas coyunturales, como la gobernabilidad del Ayuntamiento, sino por otras más profundas. En cualquier caso, hoy, la moción por el autogobierno se ha convertido en una moción “de izquierdas”. No solo de izquierdas, sino de izquierda estatal, que es lo que verdaderamente ha conferido a la moción el carácter catalizador, sobre todo en su dimensión mediática. Habrá autogobierno porque este catalizador concreto generará reacciones en cascada. Puede que, incluso, abriéndose paso en el Partido Popular -que no debería ser el último en llegar-, lográndose así la necesaria y bondadosa transversalidad.

Podemos y PSOE no van a cometer el tremendo error de cerrar a cal y canto este edificio que ya ha dejado de ser un laboratorio, porque acabaría estallándole en las narices. Y no está el horno para bollos, lo saben mejor que nadie. Soy de los que creen que esta Legislatura durará algo más de lo que alguno quisiera. Pero dependerá no solo de cómo se gestione el Asunto catalán, sino también la Cuestión leonesa. Nadie castigará el fracaso del Asunto, dada su complejidad; pero nadie perdonará cercenar la Cuestión. Desde luego, yo no veo a Pedro Sánchez emulando al ínclito Mariano Rajoy, pues si éste pasará a la Historia como el gran generador de independentistas catalanes, no creo que a Pedro Sánchez (tampoco a ninguno de los “Pablos”) les interese hacerlo como desencadenadores del “nacionalismo leonés”, en el que, muy probablemente, recabarían todos los socialistas, populares y podemistas leoneses frustrados por una hipotética expulsión orquestada desde los aparatos centrales de sus respectivos partidos. Izquierda Unida sigue engrillada en su “internacionalismo”, hoy encubridor del cálculo electoral practicado, en 1983, por Santiago Carrillo, que le llevaría a apoyar el conglomerado castellano-leonés.

Solo la miopía política impide ver que el autogobierno leonés no solo es una reivindicación justa ante un atropello histórico, sino un proceso imparable, en esta o en otra Constitución, dentro del Estado Autonómico o en un nuevo Estado Federal. Y coincido con el presidente Sánchez: en ningún caso no se va a romper España.

Y una razón última, a la par psicológica y política: habrá autogobierno, porque Mañueco (el leonés que nunca falta cuando se trata de arruinar a este pueblo) ha dicho que él solito se basta para impedirlo. ¡Cuitao, no sabe que la fiesta no ha hecho más que empezar!

José Luis Prieto Arroyo es profesor universitario y escritor

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