Acerca de la construcción del poder político leonés

Presión favorable a la moción en el Pleno del Ayuntamiento de León.

José Luis Prieto Arroyo

“No habrá Autonomía Leonesa sin la construcción de un poder leonés”. Expresión extraña y anómala, sin duda, y que nadie oirá fuera de estos pagos, pues ¿quién en Valencia, Aragón, Galicia..., duda de que, cada uno a su manera, con acierto mayor o menor, PSOE, PP o el resto de partidos trabajen en beneficio de sus respectivos pueblos? Mas no ocurre así en la sacrosanta Castilla y León, donde, salvo honrosa excepción, todos lo vienen haciendo contra una parte de ese territorio, cada cual haciendo méritos mayores para lograr la ruina de las provincias de la Región Leonesa. Hoy, después de los análisis de periodistas, columnistas, colectivos como Proyecto León o Iniciativa Autonómica Leonesa, entre otros, solo los completamente descerebrados osan llamar a esto “victimismo”. ¡Cuán atrevida es la ignorancia!

Tres son los pilares del poder de un pueblo: el cultural, el político y el económico. Básico el primero, aunque no suficiente, máxime cuando ese pueblo tiene todo en contra para para ejercer su derecho a la mera supervivencia. El pilar cultural es notoriamente robusto en nuestro caso, si bien no le vendría mal nervios de cohesión en el marco de una planificación estratégica compartida; no lo trataremos en esta ocasión. En cambio, el pilar político está agrietado, con el hierro carcomido y el mortero a punto de descomposición, por lo que no cabe erigir nada sobre él. Solo actuaciones de profundo calado, las cuales podrían ir desde modificaciones estructurales hasta la más contundente sustitución. El pilar económico, en nuestro caso, requiere de iniciativas singulares y bien diferenciadas, puesto que no puede compartir con el maltrecho pilar político, no ya el reparto de fuerzas para la consecución de la Autonomía, sino y sobre todo para sostenerla exitosamente en el futuro, que de eso se trata; lo abordaremos en otra ocasión, aun considerando que para muchos sea un intento absurdo, pues el poder económico (singularmente, el financiero) no tiene patria, ni chica ni grande, ni conoce otro interés que la plusvalía y el beneficio propio e inmediato de los agentes que lo ostentan.

Comencemos, pues, por el poder político. Que haya Asunto leonés, es decir, evidencia de capacidad de generar un conflicto político al Estado Autonómico, no presupone vía libre de acceso a la Autonomía, es decir, a la solución primera del conflicto. Una vía (no única) para saber hasta qué punto existe un poder político leonés consiste en poner de relieve qué hacen y qué cabe esperar de los partidos políticos con implantación en la Región Leonesa de cara a lograr su Autonomía. Al respecto, resulta obligado empezar por el que tiene mayor responsabilidad en que, hoy, los leoneses carezcan de autogobierno, el PSOE, dado que el otro responsable del actual mapa autonómico, la UCD, ya no existe.

La moderna andadura del PSOE en León comienza a través de la Federación Socialista Leonesa (FSL), tan autónoma como cualquier otra federación del PSOE de entonces. Miente la página web del PSOE de CyL cuando dice que el Partido Socialista de Castilla y León fue creado el 18 de diciembre de 1977, sin que sirva la matización que hace a continuación: “por entonces, como no estaba aprobado el mapa autonómico, los socialistas leoneses no estaban integrados en la estructura del partido a escala regional y se organizaban en la FSL-PSOE”, lo que no les impide reiterar que “desde 1977, el Partido Socialista de Castilla y León-PSOE ha realizado en total, doce Congresos Regionales ordinarios y tres Congresos extraordinarios”, aunque unos renglones más abajo, refiriéndose al 3º, celebrado el 19 y 20 de enero de 1981 en Valladolid, vuelve a matizar: “En este Congreso se incorpora a la organización regional del Partido la FSL, si bien sus representantes optan por no formar parte todavía de los órganos de dirección”.

Ciertamente, la historia del socialismo leonés entre 1977 y 1981 está por escribir, aunque sí sabemos algunas cosas. Entre ellas, que la FSL heredera del socialismo histórico republicano recibió un primer golpe de mano del sector social cristiano -los llamados “vaticanistas”- dirigido por el entonces diputado por Valladolid, Gregorio Peces-Barba, y secundado por socialistas leoneses recién salidos de los seminarios, que supieron anticipar el futuro del Partido a la muerte de Baldomero Lozano y valorar la oferta de dos puestos para León en la futura ejecutiva castellano-leonesa, obviamente, reservados para ellos, en garantía de buena colocación para futuras listas electorales. Fue así como el inicial planteamiento de la FSL de que debía ser el pueblo leonés quien decidiera su futuro autonómico (fracasado el intento de reeditar el “Gobernín” republicano de León con Asturias) acabaría en la unión con los restos de Castilla La Vieja. Con esto queremos dejar clara una cosa sustancial: la unión de los socialistas leoneses y castellanos se decidió antes de la configuración del mapa autonómico y lo predeterminó. El mapa, concebido a raíz del fiasco del Referéndum de Iniciativa Autonómica de 28F de 1980 andaluz que daría origen del acuerdo entre Suárez y González, fue establecido en los Primeros Pactos Autonómicos de 31 de julio de 1981 (Calvo Sotelo-González), o sea, después del Tercer Congreso (días 19 y 20 de enero de 1981), cuando se incorpora -a regañadientes y con el brazo retorcido- la FSL a la FSC-L). Es decir, primero fue el hecho partidario y después el hecho autonómico, o, lo que es lo mismo: antes las razones personales y de partido que los intereses del pueblo leonés, no en vano, con la unión, Peces-Barba pretendía estar en mejores condiciones de “negociar” con Alfonso Guerra en la federal. Como ven, “razones de Estado” de similar catadura a las del inefable Martín Villa, compadre del pacto castellano-leonés. Repare el lector en que esos Primeros Pactos Autonómicos, responsables del mapa que dio lugar a la CA de CyL, se hicieron al margen de la Constitución.

Con la arrolladora victoria del PSOE en 1982 desaparece el planteamiento de la FSL, la Autonomía para la provincia de León, quedando esta reivindicación estrictamente en manos de los diputados provinciales de la UCD -que descubren la luz autonómica cuando se cae del caballo del poder político Martín Villa- y de una Alianza Popular (AP) muy combativa, que la llevará hasta el Tribunal Constitucional, cuya STC 89/1984, de 28 de septiembre, si bien abre camino al Estatuto de Castilla-León de 1983, deja también las puertas abiertas a una futura segregación de León.

Desde 1984, con un poder político leonesista débil, el edificio reivindicativo es sostenido enteramente por el robusto pilar del asociacionismo cultural, entrando aquél en un letargo del que no “despertará” hasta 2004, con la llegada de Zapatero a la Presidencia del Gobierno español. Como es sabido, Zapatero llega a la Presidencia con ánimo de dar un impulso al Estado Autonómico. Menos sabido es que entre sus planes hay uno con el que se siente personalmente concernido: la segregación de la Región Leonesa de la Autonomía de Castilla-León. Ciertamente, algunos sabemos que en cuanto llegó a la Presidencia dio instrucciones para que ese plan surtiera efecto, pero lo que no sabemos (aunque lo imaginamos) es por qué el plan de un secretario general que además es presidente del Gobierno respaldado por 11.026.163 votos y 164 diputados acabe en un ensayo de nula iniciativa política para sacarlo adelante y que culminaría en la tímida maniobra de Ángel Villalba -en el debate (comienzos de 2005) para la reforma del Estatuto de 1983- para conseguir el reconocimiento de la Región Leonesa en el nuevo Estatuto de Autonomía de Castilla y León, frustrada en cuanto los socialistas de Valladolid, Burgos y Soria le mandaron callarse. Honradamente, creo que Zapatero debe una explicación al pueblo leonés acerca de qué fuerzas frustraron su pobre iniciativa, aunque nos bastaría con que se lo explicase a los socialistas leoneses de hoy. Dado lo ocurrido en la reunión del Comité provincial del 20 de febrero, en la que mayoritariamente exigieron a su secretario provincial un debate que esclarezca la posición del Partido respecto del hecho autonómico, parece obligado que en la próxima reunión Cendón invite a Zapatero y a Villalba a explicar por qué siendo mayoritaria la militancia socialista leonesa en la Comunidad Autónoma siempre se haga lo que quiere Valladolid, Burgos o incluso Soria. ¿Dónde y para cuándo la dignidad?

La verdad es que la reunión provincial de los socialistas ha tenido consecuencias en el resto de partidos. Así, en el PP, ha dejado de ser tabú el tema autonómico y, aunque había habido una reunión antes del 20 de febrero con la participación de algún coronel, no me cabe duda alguna de que no tardará en incorporarse a las que han de venir algún general, siguiendo el símil castrense. Como tampoco se puede descartar que el papel desempeñado en los primeros años de la Transición por la extinta AP sea retomado por Vox. Al igual que en AP, en Vox no figura el autonomismo como objetivo político acorde con su ideología, pero en ambos casos tampoco forma parte de su ideario que el pueblo castellano tenga preeminencia sobre el leonés en este artefacto administrativo que es la CA de CyL. Si a ello se suma la coyuntura política por la que pasa la derecha, creo que no tardaremos en ver a Vox abanderando la defensa de la Autonomía Leonesa, lo que sin duda obligará al PP a posicionarse en primera línea, reivindicando para sí el legado de AP.

En cuanto a Podemos, el tema se viene tratando abiertamente ya desde hace algún tiempo, aunque de momento no de forma oficial, pero todo apunta a que más pronto que tarde habrá un pronunciamiento autonomista de esta formación política, sobre la base de que sus jóvenes dirigentes están descubriendo que les enseñaron una Historia de España falsa y deformada, y no son gente dispuesta a digerir los engaños así, sin más. Sin dejar de lado el interés político en un partido no sobrado de capital electoral, que podría verse incrementado a costa de un PSOE inmovilista.

La Unión del Pueblo Leonés ha contribuido meritoriamente a convertir la Cuestión leonesa en Asunto político estatal, algo que, en mi opinión, solo podrá rentabilizar políticamente con un congreso refundacional extraordinario que resuelva sus ambigüedades ideológicas, despeje toda sombra de duda en El Bierzo y modernice su estructura y organización. Hoy por hoy, es el único poder político estrictamente leonés, pero ellos mismos son conscientes de que no basta para conseguir la Autonomía.

Conclusión: Si en breve plazo los partidos estatales no se comprometen y dan pruebas fehacientes de su apuesta por la Autonomía de la Región Leonesa, creo que la ciudadanía debe ir pensando en otra alternativa de poder político, la cual necesariamente pasa por la creación de un nuevo partido socialista leonés (caso de no surgir, sin demora posible, la Federación Socialista de la Región Leonesa-PSOE), entre cuyas prioridades descuelle la Autonomía de la Región Leonesa. Lo que supone: el pueblo leonés, en manifestaciones y declaraciones, deberá expresar abiertamente su clara voluntad de que no estar dispuesto a renunciar a lo que los demás ya tienen: el autogobierno; el asociacionismo cultural deberá hacer un esfuerzo añadido para robustecer el pilar cultural y disponerse a soportar el sobrepeso político que vaya a recaer sobre él; el empresariado leonés deberá compartir ese esfuerzo, sobre la base de que una Autonomía estrictamente leonesa le proporcionará los beneficios que la actual le ha venido esquilmando, y el mundo intelectual deberá comprometerse más de lo que lo viene haciendo, aguzar el estoque, bajar al ruedo, y contribuir a drenar la arena política para que, de una vez, deje de ser un lodazal.

José Luis Prieto Arroyo es profesor universitario y escritor

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