Apuntes para una Autonomía Leonesa

Peio García / ICAL El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, participan en la Fiesta de la Rosa

José Luis Prieto Arroyo

Nota histórica: el pueblo parisino tomó la Bastilla, pero la Revolución francesa fue obra de un grupo de abogados. Asumo plenamente esta interpretación de la Historia, que me gustaría compartir con ese “grupo” del que el pueblo leonés precisa para lograr su autogobierno, no necesariamente de abogados. No dudo de que los leoneses tomarán la Bastilla con su mayoritario respaldo a esa manifestación pro-Autonomía Leonesa prevista para cuando esté controlada la pandemia, pero resultará algo más laborioso que ese “grupo” -absolutamente imprescindible para esta particular “revolución”- encuentre los justos términos en que debe configurarse y establecer la certera planificación estratégica. Si bien los precedentes no son estimulantes, se logrará: necesidad y coyuntura obligan.

El relato: los cambios de esta envergadura precisan de un relato, siendo dos los elementos habituales en su construcción: la motivación (el raca-raca comecocos) y la ficción que ha de alimentarla (el mito). Para la creación del pastiche-conglomerado castellano-leonés de 1983, el raca-raca fueron las estrafalarias “razones de estado” del inefable Martín-Villa, acúfeno del que todavía hoy alguno no logra desprenderse. Obviamente, era algo que no se creía ni su promotor ni quienes lo acompañaron en la operación de inclusión. Pero, a su manera, el raca-raca funcionó. Con el permiso de la indolencia del pueblo leonés (a por uvas, mientras Rodolfo intercambiaba su futuro por una poltrona para él), que reaccionó cuando ya era tarde; y también del entusiasta beneplácito de los socialistas sevillanos, prestos a apoyar al presidente Suárez cuando vieron que el entramado autonómico y el control del partido se les podía venir abajo después del fiasco del Referéndum de Iniciativa Autonómica de 28F 1980 andaluz. Lo increíble de este raca-raca es que su evidente falsedad (lo tiraron a la papelera quienes lo promovieron, apenas un par de años después de haberlo redactado) todavía ocupe la mente de algunos intelectuales leonesistas, desempolvando argumentos para demostrar que era falso, haciendo, de esta manera, el juego a su patético autor. En cuanto al mito -el de 1230, como origen de la unión de Castilla y León-, fue precisa la creación de una Fundación generosamente dotada para sostener una falsedad muy superior a la de cualquier otro mito, pero que ni el dinero ha sabido proporcionarle la respiración asistida que demandan sus últimos estertores. El lector dispone en Internet de cumplida exposición de este relato en dos artículos de los que soy autor: 'Las razones de Rodolfo (ILEÓN) y '1230, el origen mítico castellano-leonés'.

¿Cuál es el relato que el desmantelamiento del conglomerado castellano-leonés necesita? Solo hay uno posible: el de la rigurosa verdad; nada de farsas, nada de mitos. Inteligencia, poder y perseverancia, estos son los ingredientes del discurso.

Ojo con las analogías: el Lexit podría no ser una buena opción. En mi opinión, no lo es. Por estas razones que invitan a la reflexión: a) la analogía sobre la que descansa (el brexit) no es acertada. El brexit se basó en el engaño y en la manipulación, fue un proceso de confrontación ciudadana lamentable y los efectos perversos para británicos y europeos no han hecho más que comenzar, anticipándose como de gran alcance para ambas partes; b) asociado al referéndum, es potencialmente disgregador de las provincias de la Región Leonesa, algo que sabrán manipular quienes, cuando vean que pierden el control de una provincia, recurrirán a él para sujetar las otras dos; c) en términos jurídicos, el referéndum no es un requisito constitucional para el logro autonómico leonés, y solo estatutariamente cabrá valorar su ubicación en el proceso; políticamente, el hipotético referéndum del Lexit es una carta que podrían manejar con ventaja los partidos estatales que se oponen al autogobierno.

La vía de la escisión. No precisamos del Lexit, tenemos un término más apropiado, la 'escisión', concepto estrechamente ligado al de segregación, pero conceptualmente más fino y con posibilidades jurídicas y políticas que se están explorando. Deparará sorpresas agradables. Para quienes gusten del asunto, vaya un anticipo: aunque no nos plazca, estamos en un Estado Autonómico con un mapa establecido, en el que figura la Comunidad Autónoma de Castilla y León (Estatuto 2007). A partir de ella, de lo que se trata es de crear dos nuevas comunidades autónomas; para entendernos: la de León y la de Castilla. Pero de lo que no se trata es de crear ex novo una Comunidad Leonesa a partir del artículo creacionista 143 CE/78, puesto que nos hallaríamos con que, hipotéticamente, las tres provincias leonesas podrían acabar formando parte de dos comunidades autónomas, la de CyL –que no habría pasado por un proceso de previa disolución– y la estrictamente Leonesa, algo jurídicamente incompatible. Participo de muchos aspectos de la idea 'segregacionista', mas no puedo defender que lo que el cuerpo me pide se convierta en un obstáculo para alcanzar el bien mayor, la Autonomía. Tiempo habrá de dotarla de los contenidos apropiados. Y la 'escisión' facilita el objetivo, pues en el propio Estatuto de CyL anida el germen de su destrucción, el cual no es otro que el que le facilitó la huida hacia adelante, esa tropelía jurídico-política que pretendía crear una identidad histórica, cultural, social, antropológica, geográfica... para la que carecía de todo fundamento: los “ciudadanos de Castilla y León”, de 2007, que es en lo que acabaron convertidos los castellano-leoneses de 1983.

Un único objetivo: cualquier poder, por ínfimo que parezca, debe encaminarse a la consecución de la Autonomía. Sin descartar oportunidades que procedan de un devenir político que hoy nadie puede prever, estamos ante un proceso de medio-largo plazo. No podemos caer en los errores del pasado, los de la disgregación, la resignación y el abandono, por lo que hemos de preparar estructuras y organizaciones sostenibles y perdurables de efecto multiplicador. No es el momento de desvelarlas, pero la opinión debe saber que están siendo diseñadas y preparadas para el oportuno debate.

La fuerza del método: si el método es lo que da carácter científico a una disciplina y hemos apostado por un relato de rigurosa verdad, no podemos sustraernos a la metodología. Hoy, la política se halla estabulada en el hormonado redil del marketing electoral, quedando reducidas las personas a meros votantes compelidos a hablar cada cuatro años en una especie de aquelarre animista –al que llaman fiesta democrática– a través de una papeleta con serviles nombres que previamente les han elegido los partidos. Un absurdo y una burla periódica para la ciudadanía, que se presta a ella porque no quiere perderse la ocasión de tratar de evitar que gane el adversario. Por el contrario, nuestro relato debe subvertir este orden que solo tiene como efecto que la casta política se perpetúe a costa del esfuerzo de ese ciudadano que no percibe nada a cambio. Educación y cultura será nuestro método, el de siempre, el que nos han querido arrebatar mediante falsificación, negación y ocultamiento.

Revisión de las técnicas: ningún método puede desarrollarse sin las técnicas oportunas. Aquí si cabe un requisito previo: la conciencia de la superioridad de recursos de las fuerzas que se oponen a la Autonomía Leonesa. Aunque, de momento, antes que combatirnos abierta y explícitamente han optado por ignorarnos como demostrativa y torpe valoración de nuestra insignificancia, están bien identificadas: medios de comunicación, partidos estatales, federaciones empresariales, pretendidos intelectuales... Sabemos que hacer frente a todo ello requerirá de un esfuerzo sobresaliente, por lo que habremos de maximizar los recursos disponibles. Los hay, y a nadie debe ruborizar que con ellos empleemos técnicas de todo tipo, viejas y nuevas, todas las que puedan estar a nuestro alcance, todas al amparo de una óptima organización, la estricta legalidad y el rechazo a cualquier forma de violencia.

Marcaje férreo al inmovilismo, el engaño y la ocultación, singularmente cuando viene de leoneses: se está agotando la moratoria a la que se han venido acogiendo los del “no es el momento” y sus pintorescas variantes; así que ya pueden ir preparando los sucedáneos argumentales, que seguramente serán tan robustos como su fe inmovilista. Ni una mención más a los agónicos del “espejo retrovisor”, aunque sí el preciso a los de la “Comunidad de éxito”, siempre con un falso proyecto en la faldriquera para León; constantemente, con un certero desmantelamiento de recursos propiamente leoneses; e incesantemente y sin el menor escrúpulo, consolidando en Castilla aquello que se le había prometido a León. Con especial atención a El Bierzo, donde se vienen encastillando los emprendedores de la nueva identidad, los irredentos de la república independiente, hoy dispuestos a entregarse a cualquiera que haga mimos a su desnortado relato.

Nueva opción política

La nueva opción política debe ponerse en marcha: la Autonomía ha logrado una transversalidad social y política –incluso económica– inimaginable hace un par de años. A pesar de la pandemia, el leonesismo cultural y político ha trabajado con denuedo y acierto en este tiempo, y el pueblo le debe su reconocimiento. Pero no basta para el logro autonómico. Resulta obligado abrir una brecha de hondo calado en los partidos que se oponen a la Autonomía Leonesa y eso solo se consigue creando un poder político leonés, por lo que me reafirmo en lo expresado en mi artículo 'Acerca de la construcción del poder político leonés' (ILEÓN), con la diferencia de que, hoy, tengo la convicción de que no habrá Federación Socialista Leonesa FSL-PSOE, por lo que procede ponerse manos a la obra para ocupar ese espacio político mediante un poder genuino leonés. A buen seguro, no faltarán candidatos.

El misterio de Zapatero

En todo caso, algo que, tal vez, podría hacer innecesario el presidente Zapatero, si se dignara responder a estas preguntas: ¿Llegó a su Gobierno de 2004 con el propósito de separar León de Castilla? ¿Encargó a su primer ministro de Justicia la preparación de la base jurídica para que fuera exitosa la operación? Si se dignara a hacerlo, recuerde que esa verdad la conocen más de dos.

Sin duda, la brevedad de estos apuntes deja abiertas muchas otras consideraciones imprescindibles para lograr la Autonomía Leonesa; pero confío en que sirvan de acicate para que otros vayan surgiendo, hasta redactar el libro definitivo sobre el Asunto Leonés, ese conflicto territorial ante el que no podrá permanecer impasible el Estado Autonómico español.

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